martes, 20 de diciembre de 2016

El Belén



He estado unos días de vacaciones y el día de mi vuelta Augusto, el director de la oficina, me dijo nada más verme:

-Zarzamora, vas con retraso, a ver cuando pones el Belén.

-Mira, ya vengo preparada.

Y le enseñé una bolsa fuerte del súper, cargada con palos, líquenes, hojas secas, serrín, y pequeños arbustos. En mi viaje de vuelta me había dedicado a recoger material en alguna de las paradas que hice.



El director de zona, durante mi ausencia, les había animado a todos los empleados a decorar la sucursal. La verdad es que estos jefes son unos impresentables, porque el espíritu navideño hay que sentirlo, y vivirlo. 

Lo que deberían hacer es dejar de presionar día tras día, dejar de machacar constantemente  con nuevos asuntos, todos prioritarios. No puede ser que todo, absolutamente todo sea para ayer, como les gusta decir. ¡Son tan poco originales en su vocabulario!

Cuando todo es tan urgente los empleados nos colapsamos, andamos como pollos sin cabeza, alocados, alelados, sin saber a qué asunto, pues todos son urgentísimos, dedicarnos. Y es que mis jefes no saben ejercer cómo tales, y cuando, abrumada por la gente que viene a la ventanilla y las múltiples tareas que me dejan a traición mientras estoy atendiendo, les pido que digan qué hacer primero y qué dejar para luego, me dicen, como niños enfurruñados:

-No te quejes, yo también tengo mucho trabajo. Esto es lo que hay.

-Ya, pero tú eres la jefa y la responsable de mis tareas. Espero tus órdenes -le dije a Lupe.

Me tocan las narices con la respuesta "esto es lo que hay". Compendio de acatamiento, cobardía, sumisión, resignación, obediencia ciega. Esto es lo que hay... la nueva esclavitud del siglo XXI.

Con esta situación, como para dedicarse a decorar la sucursal. ¡Falta tiempo!

¡Pero si la Navidad está a punto de llegar! Y yo escribo este libelo tan contrario a la paz, amor, entendimiento.

Puse el Belén, y el árbol, porque lo hago todos los años, sin que me lo digan mis jefes. Porque me gusta, lo hago muy bien y siento que así es más Navidad. Y porque soy humana, mucho, y disfruto cuando los clientes me felicitan por lo bien que ha quedado, o cuando quieren hacer una foto de mi Nacimiento para tomar ideas para el suyo. 




Algunos critican a la alcaldesa, a la que ven como enemiga declarada de los Belenes -sinceramente, pienso que exageran- y me animan a continuar con esta bonita costumbre.

Se dice que la tradición belenística se inició en cierto modo con S. Francisco que, en 1223 convocó a los vecinos de Greccio en una gruta con un pesebre y allí celebró la misa. Se popularizaron en España con el rey Carlos III, el que fue el mejor alcalde de Madrid, en el siglo XVIII, cuando introdujo en España la costumbre italiana. Fueron famosos los belenes napolitanos en los que se recrean situaciones y vestimentas propias de la aristocracia de la época. Y, ya se sabe, si un rey pone algo de moda, los más cercanos, los nobles, expanden esta moda. Poco a poco, el Belén se fue popularizando y no faltaba tampoco en los hogares más humildes.

Yo disfruto sobre todo con la ambientación: caminos, follaje, río, bosquecillos, pueblos... Cualquier Belén es bonito porque lo importante es la ilusión con que se pone. Por eso pienso que es una tradición que continuará, porque gusta a todos, sean cristianos o no.

¡Feliz Navidad a todos! Y a colocar un Nacimiento en casa, aunque sea pequeñito.

2 comentarios:

  1. Aún recuerdo El belén de la iglesia de mi pueblo, donde por no haber, no había ni cura, pero sí misa dominical y rosario el mes de las flores. Pues bien, tan pobre era el belén que había alguna figura que no tenía cabeza. También un señor con sus bueyes labrando el campo y era nada menos que S.Isidro Labrador, pero no recuerdo que hubiera cagón, que eso vino después. Qué tiempos.

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  2. Antes era más habitual tener figuras mancas, cojas o descabezadas, porque eran de barro. Ahora, yo uso de plástico. Vale que no son tan buenas, pero no se rompen y si hay niños pequeños, pueden jugar con ellas. Un abrazo y Feliz navidad.

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