miércoles, 19 de enero de 2022

Omicronianos

 Pensaba haber escrito algo navideño pero se me ha pasado el tiempo sin darme cuenta. La verdad es que han sido unas Navidades agradables, con encuentros familiares, visitas a Belenes de la ciudad -me encanta ver las novedades belenísticas- y charla distendida con la clientela. No me he hecho test para visitar a nadie y he hecho mi vida lo más normal posible.

La víspera de Nochebuena vi a una cliente cargada con una bolsa que, por su peso, debía tener bastantes pruebas para el virus. Me contaba que para mayor tranquilidad se iban a hacer tests todos los miembros de la familia antes de la cena de Nochebuena. Cada cual encuentra sus razones. En mi limitado estudio de campo con la clientela la razón número uno era, ¡como no! la protección de los abuelos. Hay que proteger a los abueletes, que son mayores. Mira que responsable soy que me hago un test antes de verle, aunque luego pase de ellos el resto del año. Pero así estamos, con esta doble moral. Y mi estudio a pie de calle me indicaba que los vacunados, a pesar de estarlo, seguían con la mascarilla en la calle -normalmente la pico-pato, la que más protege-, y eran los que estaban más asustados ante el inminente nuevo brote omicroniano navideño. Ellos eran los que se encerraban voluntariamente a la primera tos y los que encerraban a sus retoños durante días y días en las habitaciones si es que habían tenido la mala suerte de que el test de farmacia les diera positivo. No pasa nada, los jóvenes no se quejan de semejante atropello. Están bien aleccionados y presumen en sus redes de lo bien que han llevado su "confinamiento". ¡Todo sea por el bien común!

¡Ah, esa rebeldía juvenil de otro tiempo! El Covid la ha enterrado profundamente.

Acabó la temporada navideña y en el Banco comenzó el goteo de "omicronianos" Todos tenemos una edad y los afectados tenían casi todos sus tres dosis inyectadas con orgullo; por solidaridad con la humanidad, por supuesto. 

La tosecilla y el malestar de mi compañera  Lena, que aguantó como pudo en la oficina justo un día después de su vuelta de  vacaciones, se convirtió en un positivo de farmacia. Claudio Bobo, sin embargo, aguanta como un campeón (su sangres es 0+ y parece que este tipo de humanos casi no se infecta, ya conozco a varios) Lamentablemente dos de sus hijos estaban contagiados levemente y el banco le mandó rápidamente a casa.

-Zarzamora, no me quiero ir. Trabajar en casa es un rollo y además tengo poco sitio. Aunque mis hijos están debidamente encerrados, tengo más peligro al estar 24 horas en casa que al venir al trabajo. Aquí hay mucho espacio y buena ventilación.

Me enterneció, lo reconozco. Pero los "protocolos" bancarios (malditos protocolos que nos arrollan por todas partes) indicaban que tenía que estar en casita hasta que el Banco le hiciera la consabida PCR. Con la saturación de pruebas que mi banco tenía que gestionar, hasta pasados cuatro días no volvió.

Con la directora de vacaciones solamente quedaba yo. Sí, yo, la peligrosa, la que en diciembre no podía entrar en los bares de Cantabria (ahora sí porque ya se han dado cuenta de que era una estupidez), la que ha decidido libremente no vacunarse y recibe el desprecio de tantos "comunicadores" vía radio, televisión o prensa. Yo saqué adelante la sucursal durante una semana con la ayuda de un compañero de otra oficina que me echaba una mano en lo que podía -que era poco- porque era de otro centro y no podía acceder a los entresijos de mis clientes.

Y agradezco que no cerraran mi sucursal. En la competencia son más dados a echar un cerrojazo completo cuando detectan varios infectados o "contactos". Para desinfectar, dicen. Desinfectar a lo grande, imagino. A lo mejor siguen yendo operarios con esos monos blancos tan chulis de marzo de 2020.

O a lo mejor es un señor normal el que va, con una mascarilla pelotillosa que lleva simplemente por que hay que llevarla, y una bayeta con un líquido fuerte que pasa por encima de las mesas. A mí me tocó el señor normal.

-Hola ¿Vienes a limpiar los cristales? -le pregunté. -Habitualmente los limpia el.

-No, vengo a desinfectar.

Y el buen hombre siguió los protocolos de desinfección, faltaría más. Y con su bayeta eliminó cualquier sustancia virulenta que Lena hubiera expulsado el día anterior con sus toses y su moqueos. La "peligrosísima" mascarilla de Lena estaba en su papelera y ahí siguió unos días porque faltó también la chica de la limpieza. Yo imaginaba omicrones volando por la oficina. Casi los veía, flotando en los rayos de sol que se filtraban al mediodía.

Omicron me ha rodeado, pero de momento creo que le he asustado lo suficiente y quizá no me ataque. Creo que prefiere a los vacunados. Son más receptivos. Pero no se mueren ni van a la UCI, eso no, que sigue siendo bueno vacunarse. Con la que sea. Ah, no. Astra Zéneca y Jansen ya no, que son de las baratas.

Podéis dejar de leer aquí si queréis. Es que este asunto me altera y hoy voy embalada. Ahora empiezo la segunda parte que se titula: Omicron en las residencias y hospitales.

Ayer fui a pasear a una tía mía que está en una residencia. Tuve que pedir hora mediante un formulario y rellenar al llegar un papelito que ya me sé de memoria: nombre, apellidos y declaración de estar sana. Y el conserje de la entrada me toma la temperatura.

Me dejan a mi tía en el vestíbulo bien preparada con su mantita en las piernas. Dispuesta para un paseíto al sol. La mascarilla la lleva muy mal colocada, torcida y con la nariz fuera.

-Quítate la mascarilla y que te de el sol- le  digo a mi tía mientras intento arrancarle esa mascarilla-

-No, no, que no se puede. Está prohibido, nos van a multar -Noto cierto terror en su voz. Está bien aleccionada.

Por más que insisto que no multan a nadie, que he pasado delante de policías sin mascarilla y ya no dicen nada, mi tía no cede. La dejo estar. Por lo menos lleva la nariz fuera.

Charlamos un poco de su vida en la residencia y me cuenta que hay tres compañeros encerrados en sus habitaciones porque son positivos. Les llevan la comida y no salen para nada. De poco les ha servido también a estos estar vacunados reglamentariamente. En cualquier momento les pueden recluir. Pagan por estar encarcelados. Pero todos contentos, que lo hacen por la salud de los ancianos. Quizá no les guste tampoco esta situación a los encargados de la residencia, pero hay que seguir los "protocolos" de la Comunidad de Madrid. ¿Quien decide esos protocolos? Vete a saber. Seguro que son expertos en las más variopintas especialidades. Los viejos se morirán de Covid o de pena.

Volví a casa y de camino pasé por la de mis padres. ¡Día completo! A mi madre la mandaban desde su ambulatorio a urgencias de La Paz. La mujer se encontraba mal desde hace unos días pero se resistía -con razón- a ir al médico. En el ambulatorio la miraron después de hacerle ¡una PCR! La médica puso en letra bien grande en el volante: NO VACUNADA y en más pequeño: síntomas compatibles con el COVID. El Covid es tan versátil que cualquier malestar puede ser el virus. Cuando llegué al ambulatorio me esperaba mi hermano. Mi madre tiritaba en una sala de espera vacía y muy bien ventilada. Es imprescindible la ventilación cruzada en un ambulatorio desierto cuando en el exterior hay dos grados. Para que puedas coger allí las enfermedades que no tienes y agravar las que llevas.

En la Paz la atendieron bastante rápido y nos dejaron una silla de ruedas porque no se tenía en pie. En el triaje la primera pregunta fue si estaba vacunada. Dato imprescindible para su valoración. 

- No, no lo está, tiene muchos problemas de coagulación y se consideró que la vacuna podía tener efectos negativos en ella.

Eso dijimos a la señorita que nos atendió. Desde allí mi madre comenzó ella sola su peculiar vía crucis porque los acompañantes están prohibidos.

Han pasado ya 24 horas y estamos más o menos tranquilos porque hemos hablado por teléfono con mi madre y en la voz se le nota mejor que ayer. Tiene una infección de orina potente, le han puesto oxígeno (No sé si con la mascarilla puesta o no, la verdad. Son capaces de no quitársela) y le ponen antibiótico en vena. Le han hecho análisis y radiografía.

No dejan que nadie la acompañe. Por seguridad, dicen. Y el médico aún no nos ha llamado.  

Anoche le hicieron test de antígenos y, luego, test PCR. Hoy le han hecho otro test PCR. Todos salen negativos. Empiezo a ser mal pensada. No entiendo tanto test. O sí. Si lo que quieren es sacar positivos a la fuerza de la gente no vacunada para ponerlos como ejemplo de que se ponen muy muy malitos. 

Hay otras enfermedades además del Covid de nuestras desdichas, pero parece que solo importa el maldito virus que nos trastorna a todos.

No digo que mi madre esté mal atendida. Afortunadamente tiene todas sus facultades mentales intactas. Habla con nosotros y eso nos tranquiliza. Ahora mismo la medicina es puro protocolo. Los médicos van por su carril y no se desvían ni un milímetro. Siempre hay "expertos" y superiores que les dicen como actuar. 

Me dice una amiga que trabaja en ese hospital: "En la situación actual es más peligroso que los ancianos estén acompañados. Es durísimo y no nos gusta a ninguno, por eso tenemos que hacer todo lo posible por acabar con la pandemia"

No se lo compro, desde luego. Hay un trasfondo de "si la pandemia no acaba es por culpa de la gente que no tiene cuidado y lo está haciendo mal"

No, no y no. Hay que vivir y sacudirse este miedo. Y muchos sanitarios tienen que quitarse ya esa capa de héroes comprada en un todo a 100 y dejar de parapetarse tras los teléfonos para recetar paracetamol o mandar ir a urgencias mientras ventilan ambulatorios desérticos y helados.


2 comentarios:

  1. Zarzamora, te noto muy libertaria. No creo que también en otras cosas. Eres un peligro para la Comunidad Internacional, Qué digo yo, ¡¡ para la Humanidad !! Pobres viejos, no te importa que palmen. Con lo buenos que somos. El problema real es que aún hoy, no se tiene una idea clara de lo que ocurre y cómo ocurre. Así que se dan palos de ciego, pero digan lo que digan, ayuda. Que proliferen las paranoias conspirativas de Soros, Gates y demás familia, es otra cosa. No sé dónde estará la verdad verdadera pero sí te doy la razón en que si tenemos que "transitar," mejor acampañados que solos.

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    1. Ay, la verdad verdadera. ¿Dónde estará? Quizá dentro de unos años se descubrirá. O no. Y mientras tanto nos marean con normativas para que parezca que hacen algo los que nos gobiernan. Yo creo que todo evolucionaría igual sin las restricciones que imponen. Un abrazo y a esperar que el "tránsito" tarde un tiempo.

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