Hoy había alguien con él, sentado al otro lado de su escritorio. Han salido juntos del cubículo y Augusto nos lo ha presentado.
-Zarzamora, te presento a D. Demetrio Lata, responsable regional de la actividad comercial del Banco.
No sé si ese era exactamente su cargo o no. Me da igual. A veces nos abruman con comunicados acerca de quiénes están en determinados puestos, muchas veces les ponen nombres -o siglas- en inglés, que fardan mucho más: manager, assistant, country head, CEO (chief executive officer).
El señor Lata no debía tener una categoría estratosférica, porque su cargo se definía en español.
Me dio dos besos. En estos casos intento hacer una "cobra" -como la que dicen que hizo Bisbal a Chenoa en el concierto- muy disimulada. En fin, que doy dos besos al aire e intento evitar roce de mejillas. ¿Por qué no darán la mano a las mujeres? ¿Por qué tenemos que padecer besos de extraños?
Enseguida pasamos al despacho del director. Sentaditos todos, como en el colegio cuando, expectantes, deseábamos que ese día el profesor no sacara a nadie a la pizarra.
Demetrio lanza su primera pregunta a Claudio Bobo, mientras toma notas en un cuaderno con interés ficticio. Puro postureo, que dirían los jóvenes.
-¿Cuantas llamadas a clientes hiciste ayer Claudio?
Claudio le mira a los ojos y responde convincentemente:
-Quince.
¿Quince llamadas y las quince con respuesta humana? Eso es materialmente imposible, pienso. Pero el Sr. Lata se lo cree.
-¿Resultados? -repregunta el súper jefe visitante, anotando algo en su cuaderno cuadriculado y sin mirarle.
Claudio se explaya: una cuenta, un seguro, varios posibles préstamos...
-Bien, bien, hay que seguir con ese ritmo. Ya que cada vez viene menos gente a esta oficina, la solución es llamar a los clientes. Llamar y llamar.
Otro igual, todos con la misma letanía de las llamadas.
Otro igual, todos con la misma letanía de las llamadas.
La siguiente en someterse a escrutinio es Lupe, que responde sincera:
-Cinco llamadas y sin resultado positivo
Demetrio alza la vista del papel y enarca las cejas. Su boli Bic tamborilea sobre las hojas del cuaderno.
-¿A qué se deben tan pocas llamadas?
-Fue un día duro -responde mi jefa- Vino bastante gente con incidencias, tuve que ir al notario a firmar, están muriendo algunos clientes y tengo que tramitar las testamentarías. No hay tiempo para llamadas.
-Pues habrá que sacarlo- reconviene, severo- Llamar a los clientes, concertar citas con ellos, explicarles nuestros productos. Es la única forma de conseguir los objetivos marcados por nuestro Country Head. Sabemos que estamos en una encrucijada difícil pero contamos con todos vosotros. Hay que poner todo el interés.
Fin del mitin, al menos, para mí. Justo en ese momento llamó el primer cliente. Como en el colegio. ¡Salvada por la campana!
-Si me disculpáis, los clientes esperan -les digo mientras abandono el despacho dignamente, sin haber pasado ningún examen.
He agradecido mi soledad en el patio de operaciones, he disfrutado con la charla con los clientes habituales. Yo, fuera, el resto de la plantilla, dentro.
A media mañana, cuando la sombra amenazante de D.Demetrio Lata no se cernía sobre nosotros, he hablado con Claudio.
-Claudio, eres mi héroe, ¿de verdad has hecho tantas llamadas exitosas? -le digo entre risas y con cierta sorna.
-¿Yoooo?¡Qué va! Pero eso era lo que ese petardo quería oír. Ni siquiera lo va a comprobar. Mira, para que te echen del Banco, o metes la mano en la caja bien metida, o falsificas algún contrato, o algo gordo. Pero por no hacer estas llamadas estúpidas que no sirven de nada nadie te pone en la calle.
-Ya, pero imagino que es duro que os estén machacando siempre con objetivos que hay que cumplir ¿No te agobia?
Pero a Claudio ya no le agobia nada. Cuando has pasado por una enfermedad grave y has mirado a la muerte casi a los ojos, lo que te diga un cantamañanas como este jefe regional te da igual.
Demetrio Lata se fue contento a otra sucursal, para atormentar a otros pobres empleados y para mayor gloria propia, con la certeza de que el futuro está en llamar y llamar a los clientes. Y seguirá con esa certeza, porque nadie le cuestiona en ninguna oficina, nadie le dice lo imposible que es cumplir los objetivos desmesurados que marca el Banco.
Como en el cuento del traje nuevo del emperador, nadie le ha dicho todavía que va desnudo.
Fin del mitin, al menos, para mí. Justo en ese momento llamó el primer cliente. Como en el colegio. ¡Salvada por la campana!
-Si me disculpáis, los clientes esperan -les digo mientras abandono el despacho dignamente, sin haber pasado ningún examen.
He agradecido mi soledad en el patio de operaciones, he disfrutado con la charla con los clientes habituales. Yo, fuera, el resto de la plantilla, dentro.
A media mañana, cuando la sombra amenazante de D.Demetrio Lata no se cernía sobre nosotros, he hablado con Claudio.
-Claudio, eres mi héroe, ¿de verdad has hecho tantas llamadas exitosas? -le digo entre risas y con cierta sorna.
-¿Yoooo?¡Qué va! Pero eso era lo que ese petardo quería oír. Ni siquiera lo va a comprobar. Mira, para que te echen del Banco, o metes la mano en la caja bien metida, o falsificas algún contrato, o algo gordo. Pero por no hacer estas llamadas estúpidas que no sirven de nada nadie te pone en la calle.
-Ya, pero imagino que es duro que os estén machacando siempre con objetivos que hay que cumplir ¿No te agobia?
Pero a Claudio ya no le agobia nada. Cuando has pasado por una enfermedad grave y has mirado a la muerte casi a los ojos, lo que te diga un cantamañanas como este jefe regional te da igual.
Demetrio Lata se fue contento a otra sucursal, para atormentar a otros pobres empleados y para mayor gloria propia, con la certeza de que el futuro está en llamar y llamar a los clientes. Y seguirá con esa certeza, porque nadie le cuestiona en ninguna oficina, nadie le dice lo imposible que es cumplir los objetivos desmesurados que marca el Banco.
Como en el cuento del traje nuevo del emperador, nadie le ha dicho todavía que va desnudo.
La realidad es muy cruda y muy dura: Casi nadie a estas alturas confía en los bancos cuando estos han vilipendiado y "robado" a manos llenas a muchos clientes.
ResponderEliminar¿Ahora vienen otra vez con la historia del banco amigo? A otro perro con ese hueso.
Yo lo siento por vosotros los empleados que estáis ahí, al pie de un cañón como Agustina de Aragón, defendiendo el castillo. Un castillo gobernado por los señores de la banca a los que lo único que parece interesarles es el estado de sus cuentas corrientes, mientras el resto padece las penurias de llegar a final de mes.
Con todo mis respetos al latoso "lata" y al resto de perros flauta: "Que les den"
Un abrazo para ti.
Desde fuera veis al Banco como ladrón. Yo esa visión no la comparto al cien por cien. Se venden ahora mismo productos no muy rentables, quizá complejos, pero no se engaña; se intenta persuadir, explicar y convencer. Y es difícil, desde luego. Lo malo que veo a la Banca es esa presión desmesurada sobre los empleados, que les puede llevar a malas prácticas para no estar los últimos de la lista. Pero en mi oficina nunca se ha dado, a pesar de lo que critico a mis compañeros, pero por otros motivos más "emocionales". Un abrazo.
ResponderEliminar¡Ay! ¡Qué suplicio esto de los objetivos! ¿Tendrán los don Lata de este mundo, otros Lata que les presionan a ellos? Uf, qué círculo vicioso. Abrazos.
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