lunes, 29 de enero de 2018

Quiero tu cuerpo

A veces me sorprendo de las cosas que me cuentan los clientes tomando un café, o delante de mi ventanilla. Con total naturalidad. No sé si ven algo especial en mí que les hace pensar que soy una receptora adecuada o si, sencillamente, consideran que algunas cosas es mejor contarlas a gente con la que tienen un cierto grado de amistad pero que está alejada de su entorno habitual y no conoce personalmente a su familia ni amigos. Y ahí estoy yo, con las características idóneas.

-Venga, vamos a tomar un cafelito -me dijo Raimundo Caballero- que le voy a decir al pelma de tu jefe que te deje salir un ratito.

Raimundo conoce a Augusto desde hace años y siempre me dice algo que yo comparto: "Es muy pesado tu director, muy pesado"

Sentados ambos en una mesita de una cafetería cercana, la conversación comienza con trivialidades pero no resulta forzada.

-¿Qué tal el fin de semana? -me pregunta.

Y después de contarle brevemente mis reuniones familiares y mis paseos por el monte -él es también aficionado a la naturaleza- me dice:

-Yo quedé con una chica el domingo.

-¡Cuéntame! ¿La conociste por Internet? ¿Qué tal?

Reconozco que estas nuevas formas de contacto suscitan en mí muchas preguntas porque conocí a mi marido en una época en que no existía Internet. Nunca  me he metido en las páginas en las que Raimundo se maneja con tanta soltura.  

Raimundo, divorciado, sigue incansable buscando una nueva media naranja y en estas edades maduras, la única opción -o la más rápida- parece ser lanzarse a las redes sociales donde hay numerosos grupos para buscar pareja.

-Era domingo por la tarde, estaba aburrido, chateé un poco con ella y quedamos a mitad de camino de nuestras casas a tomar un café.

-¿Y cómo supiste que era ella? -pregunté ingenuamente.

-Todos tenemos puesta una foto, Zarzamora. Mira, a ver qué te parece la foto que tengo yo.

Me enseñó varias fotos que tenía en distintas redes. En todas trajeado y con corbata. Convine con él en que reflejaban bastante bien cómo era. Incluso en una de ellas tenía un corte de pelo de hace meses que no le hacía especialmente atractivo. Eran fotos sin ningún retoque.

-Ella me engañó. En la foto parecía agraciada y al natural era fea. Y bastante mayor que yo.

Intenté hacer de abogada del diablo: todos tenemos días malos en que nos levantamos con peor cara; la edad no es tan importante, sino el interior, la amabilidad, la conversación...

-No, no salió bien Zarzamora. Además yo tenía que madrugar al día siguiente. Charlamos un poco, tomamos el café y me fui con la excusa de la carretera nevada.

-¿Entonces no la vas a volver a llamar?



-Luego ya en casa, recibí unos mensajes suyos. ¡Que quería mi cuerpo, me dijo, que cómo no me había dado cuenta! ¡Pues podía habérmelo dicho antes y no cuando ya estaba en mi casa!

Yo tenía que preguntar todo. A mí ya no me dejaba con la historia a medias.

-¿Y si te lo dice antes qué haces? ¿No le pones la excusa de la carretera nevada?



Pero Raimundo confesó que casi se alegró de recibir el mensaje después, que no se veía emparejado con ella, que era fea. Me dio penilla que la hubiera rechazado tan drásticamente por fea y por haber mejorado su foto de perfil. Él ya había borrado su contacto.

Y como colofón de esta conversación me dijo que los hombres son más serios y buscan relaciones duraderas, pero que las mujeres que él ha conocido buscan rollitos de noches esporádicas o de unas vacaciones -si son pagadas por el hombre mejor- y que no se quieren comprometer. Que hay mucha más gente en estas redes de la que yo me pueda imaginar y que él no se ha encontrado nunca con mujeres extrañas o peligrosas.

Cuando ha tenido algo más que un café, ha ido con la mujer a un hotel. Allí hay cámaras, los dos entregan su DNI y si en algún momento, a posteriori, ella decidiera acusarle de algo falso (violación, abusos) en todo momento se vería que ella no había ido forzada al lugar. Según él, una denuncia falsa de una mujer que se anuncia en Internet como buscadora de pareja, tiene pocas posibilidades de prosperar ante cualquier juez normal.

Raimundo Caballero es precavido. Él, de edad madura, correcto, con buen sueldo, no quiere problemas. Sigue con la esperanza de tener otra vez una mujer en su vida. Pero está difícil la cosa.

8 comentarios:

  1. Esto te pasa porque eres buena persona y sabes escuchar, en el fondo hay mucha soledad. También te pasa cosas bonitas. Un abrazo

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    1. Sí, la verdad es que me resultan muy entretenidas estas charlas. Un abrazo.

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  3. ¡Qué frío me resulta todo! Más parecen tribunales que charlas para conocerse. En fin, no es lo mío. Hay qué ver, Zarzamora, cuánto aprendes desde esa ventanilla tuya. Abrazos.

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    1. Yo creo que la gente ya va con muchas barreras por lo que pueda pasar. Un abrazo.

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  4. Hola, Zarzamora.
    Me asomo por primera vez a tu ventanilla, pero que sepas que no te odio por trabajar en un banco.
    Me llama la atención esta historia, pues el amor a todas las edades es cada vez más difícil de conseguir, por mucha aplicación para ligar que haya.
    Veo que el compañero era exigente, me pregunto cómo de guapo sería él jaja
    Un saludo, me quedo por aquí.

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    1. Bienvenida a esta página. Ya ves que en los Bancos algunos somos muy humanos. Respecto a los hombres, noto que muchos ponen el listón de la belleza femenina muy alto y parece que ellos no se miran al espejo. Un abrazo.

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  5. Cierto, yo pienso que tampoco ser joven garantiza el éxito. Un abrazo.

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