He estado trabajando en agosto y, salvando la incomodidad de los calores exagerados y el menor servicio de trenes de metro, es maravilloso disfrutar de este mes en la gran ciudad.
Al principio me molestó un poco ceder mi habitual temporada de agosto a Claudio y a Felicidad, que se enrocaban en su necesidad de ir a la playa con su prole justo en ese mes. Hablé con mi familia y me dijeron que vale, que cogiera las vacaciones en otro momento y ya nos arreglaríamos. Si coincidíamos, bien, disfrutaríamos en compañía y, si no, cada cual aprovecharía su soledad, que no es mala cosa.
La situación de la sucursal la hemos controlado en este mes en que se vacía la ciudad, Lupe, mi jefa, y yo. Solamente dos empleadas. Es cierto que tuvimos un enfado del que os hablé en Alegría por la desgracia ajena pero tras un mes sin vernos (el de sus vacaciones en julio) el reencuentro fue cordial y sin rencores.
Hemos aprovechado para archivar, ordenar y destruir montones de expedientes polvorientos. Esto último nos dio muchas satisfacciones. Fue un gusto ver tantos estantes vacíos a pesar de nuestras manos negras y nuestras ropas un poco sucias. Teníamos mucho interés en hacerlo antes de que apareciera Augusto,el director. Es un guardón y hubiera analizado minuciosamente cada documento antes de decidir si se podía eliminar. Él no solo no destruye, sino que, pese a vivir en la era digital, acumula papeles e imprime todo lo que le envía la superioridad... ¡por una sola cara! Creo que es un claro colaborador de la desforestación mundial.
La víspera del retorno del jefe, Lupe estaba tristona. Le dolía el estómago con solo pensar en las reuniones de cada mañana orquestadas por Augusto. Adiós a los desayunos en un rinconcito de la oficina con café y bollos, adiós al relax en la hora de llegada y de salida, adiós a los comentarios banales intercalados entre las distintas tareas. Adiós, en suma, a un trabajo humano, como debería ser todo el año.
Han vuelto los directores y los directores de área que, obedientemente, siempre toman vacaciones durante agosto, y ya están inmersos en la dinámica diaria que expande negatividad en todas las oficinas.
Siempre cuesta volver de vacaciones y Augusto confesó que se había desvelado a las cuatro de la madrugada y ya no pudo dormir más. Llegó muy pronto a la oficina, ya se encargó el portero de la finca de decírmelo. Nos trajo un recuerdito de sus vacaciones, tristemente pasadas por agua, y en ese momento me pareció entrañable. Aunque a veces sea un jefe tóxico, es humano, y esa tristeza al ver que lo bueno se acaba nos une a todos. Pensé que él en su primera juventud, como yo, también derramó
Todo llega a su fin para bien y para mal y solo quedan recuerdos gratos de momentos pasados de la mejor manera posible.
ResponderEliminarEl verano como todo, no deja de ser una estación que relacionamos con el ocio ¿Qué sería de nosotros si no lo tuviéramos?
Habrá que buscar el lado positivo de las cosas y no desesperarnos con tanta rutina y tedio.
Un abrazo.
Me gusta tu blog escribes cotidiano de a diario hermoso claro
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