Ayer vino una señora con ganas de enfadarse. Desde luego, ella no ha hecho buenos votos para este año 2018 aún en fase de "calentamiento".
Ya vino en otra ocasión y se había quejado porque yo no le entregué los billetes con la adecuada delicadeza y se los había arrojado al mostrador con brusquedad.
Cuestión de percepciones. Ciertamente, puedo dejar el dinero con más o menos prisa, pero no creo ser una lanzadora olímpica de billetes.
Aquel día preguntó por las hojas de reclamaciones pero, finalmente, desistió de reclamar nada. No sé si porque fue consciente de la estupidez de esa queja o porque pretendía que la dichosa hoja la rellenara la propia Lupe, la subdirectora, a lo que ésta se negó.
Ayer vino seria. Mucho. Como si cualquier gesto agradable costara dinero. Me dijo que quería hacer una transferencia.
-Voy a hacer una transferencia al casero: 600 de casa, 38,50 de gas, 15 de agua... -iba diciendo de corrido.
-Le dejo una calculadora -le dije mientras le entregaba una- para que le sea más fácil hacer las cuentas.
Me miró altiva y respondió con superioridad.
-Mire señorita, sé muy bien el total que tengo que transferir, pero no creo que se hubiera herniado si me hubiera hecho Vd. los cálculos.
No le contesté. Me mantuve impasible -eso molesta mucho a los buscadores de gresca- y le fui pidiendo su DNI para buscar su número de cuenta -que no lo tenía ni aprendido ni apuntado-, el importe total, el destinatario, la cuenta y nombre del beneficiario, las observaciones...
Una vez hecha la operación le di el papel para que lo revisara y firmara. Con sumo cuidado lo deposité en el mostrador. Cuando pensaba que ya habíamos acabado y se iba a largar esa bruja, me preguntó:
-¿Para poner una reclamación?
No me pude aguantar, y repliqué:
-¿Cual es la queja?
Se enfadó.
-Señorita, es Vd. una antipática y no sé como pueden tener en el Banco a gente como Vd. atendiendo al público.
Nuevamente no me alteré. En el fondo este tipo de gente me divierte.
-Las reclamaciones las recibe la subdirectora. En la mesa de la derecha -le indiqué con la mano.
Por segunda vez se marchó sin hacer nada. De camino a la puerta se giró con cara de mala leche. Nuestras miradas se cruzaron. Yo, la antipática, sonreía levemente y no bajé la vista. Volvió a girarse al salir de la oficina. Yo seguía mirando. Solo mirando.
Estoy segura de que eso le fastidió un montón. Pero será difícil que prospere una reclamación porque una empleada la ha mirado. Eso es todavía más absurdo que quejarse porque la cajera le ha ofrecido una calculadora en vez de ofrecerse a hacerle sus cálculos domésticos.
Ole tu!
ResponderEliminarSi es cierto que hay gente que parezca que sus vidas no tienen sentido sino contagian su peste por ahí.
Celebro infinitamente su reacción, yo, aquí en el despacho donde trabajo también ocurren cosas así.
Por eso te repito: OLe Tú!
A veces se hace difícil no entrar al trapo cuando un cliente busca follón, pero los que trabajamos con público lo tenemos bastante asumido. Tú seguro que haces lo mismo. Gracias por pasarte por aquí. Un abrazo.
EliminarDigo yo que en alguna ocasión, te habrán dicho eso de ... "Oiga señorita, usted no sabe con quién está hablando" -Elmalodelapelícula
ResponderEliminarjaja! pobre de ti, con lo que tienes que lidiar!!!! saludosbuhos
ResponderEliminarSerá una amargada de la vida y sin educación. Haces bien de sonreír y pasar, sobre todo lo que pase en tu ventanilla a la hora de irte que se quede esa energía negativa allí . Un abrazo
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