Cuando era pequeña las tardes de domingo me sumían en una tristeza apenas mitigada por la visita de mis tíos, que solían presentarse en casa en esas tardes frías y lluviosas de invierno, nos preguntaban "¿Qué tal por el colegio?" y se enfrascaban en discusiones políticas en esa época en que el franquismo estaba en su recta final.
Yo dibujaba en los cristales empañados y llorosos mientras el calorcito del radiador se pegaba a mis piernas, y pensaba en lo felices que serían los domingos por la tarde si no les siguiera una semana de colegio.
Lo he ido superando y, salvo en momentos concretos, no llevo mal los lunes. No soy de las que entra en la oficina arrastrando los pies y con suspiros lastimeros.
Augusto, el director, comienza serio la semana. Recluido en su "guarida", para que no se escape el calor, ni siquiera saluda. Nunca pregunta nada de carácter personal. Ni un solo comentario del tipo "Qué tal el fin de semana". Creo que tras varios años teniéndole de jefe, aún no sabe qué estudian mis hijos, ni su sexo, ni a qué se dedica mi marido.
Entiendo que no puede estar animoso cuando cada lunes se inaugura con un "discurso" de su jefa inmediata. Lamento constatar que muchas mujeres, cuando llegan a puestos directivos, adoptan las peores maneras masculinas y las exageran, quizá para sentirse más integradas en ese mundo de "machitos". En lugar de favorecer la empatía, la conciliación, el buen ambiente, parece que se digan a sí mismas: "A cabrona no me va a ganar nadie". Maltratan psicológicamente, comparan, exigen por encima de lo humanamente posible, abruman con absurdas peticiones de datos. Mis compañeros viven en un estado desquiciante, de continuo examen.
Así es la Sra. Cadenas, la jefa de Augusto, que cada lunes le mantiene pegado al teléfono durante media hora con una verborrea ininterrumpida salpicada de "vales", que es su muletilla, y de "prioridades". Enlaza una exigencia con otra sin apenas tiempo de coger aire.
Augusto nos convoca a todos en el interior de su asfixiante despacho, con la moqueta vieja y desgastada, y unas plantas artificiales cubiertas de costras de polvo. Quizá piensa que las penas, compartidas, son menos duras. Él y los demás directores de la zona de la Sra. Cadenas, todos rodeados de su séquito de empleados, con el altavoz del teléfono activado, reciben las consignas semanales en que todo es prioritario.
Cuando se vomitan órdenes sin parar se fomenta la desesperación, la frustración, la desgana y... el engaño. Se inventan llamadas, se falsean contactos, se realizan visitas sin sentido, simplemente porque lo ha ordenado la Cadenas, que cree que el futuro de la Banca está en visitar y visitar a "puerta fría".
No sé realmente qué hace esta jefa, salvo transmitir órdenes, dar el discurso los lunes, abrumar a diario con correos reiterativos que son más de lo mismo, convocar reuniones a horas no laborables y... embolsarse primas en función de los resultados globales de su zona.
Claudio Bobo, que realmente es el más listo, se inventa muchas cosas. Sabe que la súper jefa Cadenas nunca comprobará si ha llamado a ese cliente o ha visitado a la empresa X. Solo quiere unos numeritos más que decoren su hoja de cálculo global.
En fin, comenzar así la semana amarga a cualquiera. Imagino que los domingos Augusto también mirará por su ventana, suspirará y deseará que no haya lunes en los calendarios.
Si tuviera que hacer un diario sobre mi día a día en mi trabajo, simplemente te copiaría. No sólo en la realidad que acontece, también en cómo la percibes. Gracias
ResponderEliminarTu comentario es de los más bonitos que he recibido, y más viniendo de una colega. Me gusta sentir que no estoy sola en mis percepciones ni en mis vivencias. Gracias por pasarte por aquí y espero que sigas comentando y enriqueciendo este rinconcito
EliminarDesgraciadamente, todo el encanto que encuentro en las mañanas del domingo se transforma en unas tardes tontas. Nunca sé bien qué hacer y en qué emplear el tiempo; es como si me sentara a esperar el lunes. Yo sí soy de las que arrastran los pies, aunque, a media mañana, ya estoy resignada y en plena forma. Abrazos.
ResponderEliminarEn fin... somos tan tontos que desaprovechamos el tiempo por no vivir el presente. Nos agobiamos, en general, antes de tiempo y mucho más de lo que será la realidad que nos espere. Un abrazo y a activarte ya a primera hora.
EliminarYo siempre he tenido grandes ideas. No las he publicado y menos patentado. Esto explica que no haya llegado lejos en la vida. Una de mis luminarias es que, puesto que el domingo no nos sentimos ya bien precisamente porque al día siguiente hay que trabajar, pienso que se debería descansar el lunes, pero claro, los capitalistoides (¡ele!) me pegarían, así que suavizaría un poco la cosa proponiendo que el lunes se entrara a las doce, vamos, como los futbolista que “calientan” un poco antes. Esto naturalmente es en aras la eficacia, trabajando a gusto se produce más y mejor. –Réprobo-
ResponderEliminarEn mi Banco con que quitaran la "charla motivacional" del lunes a primera hora todos estaríamos menos agobiados. ¡Lástima que no hayas patentado tus ideas! Un abrazo.
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