Hoy me he entretenido en rebuscar en la red el origen de la expresión "a salto de mata". En mi cabeza tenía la idea de un conejo o algún otro animalito que está siendo perseguido, y sortea obstáculos (matas, arbustos) para llegar a lugar seguro. El significado ha cambiado un poco y ahora "a salto de mata" también se entiende con implicaciones de prisa, desorden, falta de concentración, barullo, picoteo en distintas actividades sin llegar a centrarse...
Todo eso es lo que siento cada día al trabajar. Entre cliente y cliente que vienen en carne mortal para ser atendidos, tengo llamadas de teléfono, tareas "de fondo" que hay que hacer, y la mala educación de todos, absolutamente todos mis compañeros, que me gritan instrucciones sin fijarse si estoy o no con gente, que se ponen a mi espalda dándome trabajo y entregándome papeles justo cuando estoy contando miles de euros, que vociferan pidiéndome que abra la puerta a Fulano o Mengano que vienen a la sucursal cargados de metales.
Así no se trabaja bien. Creo que mi ángel de la guarda evita que me falte dinero, porque con tanta interrupción a veces ya no sé si lo he entregado o no.
Ayer mismo, mientras yo trabajaba y el director estaba encerrado en su despacho, el resto de mis compañeros charlaban distendidamente. Creo que Lupe les contó con todo detalle la boda a la que había asistido. No me parece mal, que en el trabajo hay que tener ratitos de relax, pero me parece que esos ratitos están bastante mal distribuidos.
Luego, a Lupe le entraron las prisas. Desde no se qué departamento del Banco, de esos que no sabemos muy bien a qué se dedican, aparte de dar por saco a las sucursales, le habían pedido copias de unas operaciones de valores de hace cinco años.
-Zarza, anda... necesito que me busques una cosita -me pide en tono zalamero
-Pues tú dirás cómo y cuándo. La gente no para de venir a ventanilla. Organiza tú las prioridades.
-Es urgentísimo, si no lo entregamos dicen que van a poner una multa gordísima al Banco.
-Sabes que no lo voy a encontrar. Nunca encontramos nada de lo que piden urgentísimamente. Nunca. Y estoy hasta las narices de bajar al sótano y de ser la única en esta oficina que se llena de polvo.
Finalmente ella ocupó un rato mi puesto y yo me dediqué a la "rebusca". Subí una carpeta debidamente fechada y revisamos todo. Allí no había nada. Quizá sea el efecto "profecía auto-cumplida". Lupe y yo nunca encontramos nada antiguo y buscamos las cosas sin ninguna esperanza de hallar nada. Y al ser tan pesimistas las "energías" se ponen en nuestra contra y cada vez encontramos menos cosas.
En este caso no podíamos tener esas órdenes porque el cliente las había cursado por Internet, con sus claves. Pero siempre es más fácil ordenar una búsqueda exprés a las oficinas con amenazas de todo tipo.
En fin, a lo que voy. No puedo estar a tanta tecla porque mi cerebro es como un fogón en el que tengo seis guisos a la vez. Y alguno se quema y otro se queda crudo.
El otro día Lupe decía que de mí que andaba muy despistada, que no recordaba bien las cosas. Yo me defiendo alegando que cuando me dicen las cosas deprisa, mientras estoy haciendo otras tareas, no soy capaz de digerir bien la información.
Pero hoy ha sido el día de mi desquite. Como es habitual, Lupe vocifera sin decoro desde su puesto.
-Zarzamora ¿Se ha acercado alguien a mi mesa? -me pregunta.
Noto un tono angustiado en su pregunta. Y le respondo, temerosa de que me carguen a mí alguna culpa.
-Yo creo que no, pero no lo puedo asegurar. He estado aquí sola mientras todos vosotros estabais reunidos y tu mesa no la tengo en un ángulo de visión perfecto.
-¡Mi móvil, tía, mi móvil, me ha desaparecido. Lo tenía aquí, alguien se lo ha llevado! ¡Qué faena! -se lamenta mientras va de aquí para allá desesperada incrustándose los dedos en su media melena.
-Revisa las cámaras de seguridad, que apuntan a tu mesa. Así vemos quien es el culpable -propuse con toda mi calma
Pero a Maripi se le ocurre la mejor solución y la llama desde otro teléfono. ¡Oh, sorpresa! Se oye un débil sonido dentro del armario. Allí estaba su móvil.
Lupe suspira, resopla, se sienta, se desparrama, se relaja.
-Lupe, después de esto no me vuelvas a llamar despistada ¿eh?. Ya no tengo la exclusiva -le digo medio en serio medio en broma.
Perdonad la extensión y, quizá, el desorden de este relato. Lo he escrito "a salto de mata"
¡Si señora! lo mejor de tu historia real es el desquite final. Estos mandos que van de listos me sacan de quicio. Hacen trabajar al personal como si no hubiera un mañana y después ellos se echan el cigarrito o sus whasapps; o como bien dices se cuentan las bodas y sus actividades de ocio mientras los demás a "salto de mata" intentan solucionar las tareas pendientes.
ResponderEliminarUn escarmiento no les viene mal de vez en cuando.
Un abrazo
A veces pienso que cuanto más cosas haces, aunque sea "a salto de mata", más tareas te endilgan. Un abrazo.
EliminarHola Zarzamora, genial leerte, hacía tiempo que no me pasaba a visitarte, ya sabes una que anda a "salto de mata" entre unas cosas y otras, quieres estar en todo y es que no llegaaaaas, Un relato que empieza y termina con ganas de saber y leer más, gracias por este rato, y tú sin agovios, paqué,..si encima los méritos se los llevana otros. Un abrazo
ResponderEliminarMira que intento no agobiarme pero las profesionales como yo siempre queremos hacer bien las tareas. Debería ser más pasota. Gracias por pasarte. Un abrazo.
EliminarCuánto hay que soportar. Me suena eso de los compañeros sin educación que parecen los salvadores de la empresa, los seres imprescindibles. Aunque en otro campo, pero no veas cómo me identifico con tu historia. Abrazos y paciencia.
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