No sé bien de qué escribir para finalizar este año tan raro. Todos tenemos en la oficina una sensación ambivalente de que el tiempo desde marzo ha pasado a la vez rápido y lento. No hemos sido un sector castigado económicamente y los jefes han seguido dando caña sin descanso, insensibles a la situación actual. Como si todo siguiera igual. Un gel, una caja de mascarillas y ya está. A cumplir los mismos objetivos de siempre. O más.
Yo no soy miedosa y me siento segura en mi oficina. Sigue viniendo gente, pero un gran edificio de oficinas está medio vacío, una facultad cercana está también a medio gas. De esos lugares ya no nos llegan clientes.
Los que entran lo hacen con cuidadito. Temen apelotonarse mucho. La oficina, aunque remozada este verano, tiene, como me decía uno de mis hermanos, y cliente también, un aspecto decadente y triste. Lógico, hay más puestos de trabajo que trabajadores. El año pasado por estas fechas suprimieron a nuestro "quinto elemento", la singular Tolosa, que no se llevaba bien con casi nadie. Nos quedamos cuatro. Uno de los compañeros restantes estuvo hasta el verano recluido en su casa a cuenta del virus porque era de riesgo y, además, muy miedoso. Trabajaba en casa lo que podía. El día que decidió que ya era hora de que le diera un poco el aire, se cayó en la calle. Tuvo rotura de pierna, operación, reposo, silla de ruedas y ahora está en periodo de muletas y rehabilitación. Uno menos para trabajar.
Así que quedamos dos personas en el inmenso patio de operaciones y el director en su reducto, que ya no es tan guarida como antaño. No tiene más remedio que salir, atender a clientes y meterlos al despacho cuando procede. Se acabaron los tiempos de ser señorito. La verdad es que le ha sentado bien esta mayor actividad. Me doy cuenta de que Roque Ronco sabe hacer muchas más cosas de las que yo pensaba. Hemos convertido este pequeño grupo de tres: Roque, Estrella, y yo, Zarzamora, en un verdadero equipo.
El otro día Roque rezongó un poco al ver el árbol de Navidad que habíamos colocado mi nueva jefa y yo.
-Creo que el Banco solo permite poner decoraciones corporativas. A ver si nos dicen algo por el árbol.
El comentario me resultó un "dejà vu" como dicen los franceses. Algo similar me dijo el año pasado.
-¡Pues falta el Belén! -le respondí- Y precisamente en este año de mierda creo que hay que continuar con nuestras tradiciones, aunque no sean las del Banco.
Roque se retorció un poco su barba descuidada y dijo:
-¡Tienes razón! Pon lo que quieras. Somos una oficina dejada de la mano de Dios. Nadie va a pasar por aquí para decirnos que quitemos "nuestra" decoración.
Así que en medio de estas fiestas tan diferentes intentamos poner algo de color en nuestra oficina "decadente". Nuestros clientes de toda la vida ven que seguimos con nuestras rutinas aunque alrededor todo cambie.
Nos bombardean mensajes siniestros que no invitan a la tranquilidad. Los autobuses llevan ahora carteles diciendo que si no ventilas envías a tu mujer a la UCI o si el nieto sale con los amigos va a matar a la abuela. Desde muchos estamentos políticos, médicos, sociales, intentan convencernos a todos de que somos una bomba virulenta en potencia, últimos responsables de esta situación. La vacuna es el monotema de telediarios y debates. Las familias a veces se distancian por la diferente forma de ver esta situación.
Si hace un año nos dicen que iba a pasar todo esto no lo hubiéramos creído. Por eso yo quiero seguir con algunas rutinas estas Navidades. Algunas "ventajas" tiene esta situación pandémica. He visto muchos belenes sin colas como las de otros años y he callejeado por mi ciudad mirándola con nuevos ojos. He visitado museos pequeños disfrutando de pasear sola y en silencio contemplando cosas bellas.
No tendré que esforzarme mucho en la cena de Navidad porque seremos muy pocos. Tampoco me ha tocado el "marrón" de organizar la comida navideña de la sucursal con montones de antiguos compañeros. No tengo ya que besar a clientes o conocidos que no me aportaban nada. Y, a veces, hasta agradezco que la detestable mascarilla oculte mi cara de cansancio y aburrimiento ante determinados clientes "tóxicos".
¡Feliz Navidad a todos! Buscad aspectos positivos en la vida. Es la única forma de no hundirnos en la tristeza.
Buenos días, y si aún se permite Feliz año nuevo, aunque parezma más viejo y cansado.
ResponderEliminarSiento lo mismo que tu en este situación. Intento sacarle laparte positiva a todo esto, pero a veces se hace imposible.
Leerte aporta un poco de sentido común a esta locura. Gracias y muchos ánimos.
Gracias por pasarte por aquí. Intento seguir con mi vida sin obsesionarme demasiado, que eso sí que trastorna. Espero que me sigas visitando. Un abrazo.
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