lunes, 2 de febrero de 2015

El guardián del cajero

Hace unos días me quedé un rato por la tarde en la oficina. No penséis que estoy empezando a ser de las que calientan el asiento, es que tenía que hacer algunas gestiones por la tarde en la zona, y me era más cómodo quedarme por allí, que ir y volver en metro a mi casa. Eso sí, me llevé el "túper" con la comida y los aromas de mis albóndigas hicieron rugir el estómago de Lupe, no suficientemente saciado con sus cortezas de trigo. Además saqué bastante trabajo aprovechando la bendita calma de no tener clientes constantemente.

El caso es que, al salir a eso de las 17:30 a la calle -Lupe, mi jefa, se quedó aún más tiempo- vi que estaba ya instalado el "sin techo" que pernocta bajo la marquesina de la Sucursal. Yo jamás le había visto, pero sabía de su existencia. Mi compañero Ángel Bendito, comercial, al que solo le falta la cama dentro de la oficina, es el que le ve casi a diario cuando se va del Banco, a eso de las 21:00 horas. Sí, no me he equivocado con la hora, pero es que él se hace el horario a su medida. Se marcha pronto a casa para comer, pasea al perro, duerme la siesta, hace la compra y... vuelve al Banco a las 6 ó 7 de la tarde.

Allí estaba el indigente, recostado ya en sus cartones, mucho más temprano de lo habitual, dispuesto a pasar una tarde-noche más, en el pequeño cobijo que le brinda nuestra marquesina, entretenido viendo a la clientela que saca dinero del cajero, que está al lado.
            

¿Sacar dinero he dicho? La verdad es que apenas se hacen operaciones en el Cajero durante el horario en que está el indigente cerca. La gente prefiere ir a otro sitio porque no se fía. Ver junto al cajero a un mendigo sobre cartones y con su hatillo de trastos, mosquea un poco, y es normal que nadie quiera abrir su cartera en sus cercanías.

El caso es que el hombre es completamente inofensivo, es relativamente limpio y cuando llegamos a las 8 de la mañana, nadie sospecharía que allí ha habido un pequeño "campamento" nocturno". También nos ayuda aunque él no sea consciente. Nuestro cajero es de los pocos de la zona que nunca ha sido manipulado. Parece que los "malos" tampoco se acercan si hay un "vigilante" cerca.

El otro día me sentí un poco culpable al verle y... no hacer nada. Es difícil saber cómo actuar. Aparte de saludarle con amabilidad al salir ¿Hubiera debido interesarme por su vida? ¿Darle dinero? ¿Recomendarle algún centro de acogida? 

                         

Recuerdo ahora tanta gente invisible que está o ha estado cerca de nosotros, cerca de mí. Un negrito que dormía en un banco cercano noche tras noche, y se lavaba en una fuente. Un señor mayor al que veo todos los días desde hace más de 10 años, tomando su desayuno de fabada a las 8 de la mañana o saliendo de entre unos matorrales cercanos mientras se ajusta el pantalón. También lo veo cuando vuelvo  a casa, sentado al sol, cosiendo botones en su chaqueta. 

                  
Un primer "inquilino" bajo nuestra marquesina, hace muchos años, se quedó dormido hasta la hora de entrada de los clientes. Parecía feo que siguiera allí, entorpeciendo el paso. La jefa de aquella época dijo que iba a llamar a la policía. Entonces yo era de las más jóvenes y, junto con otro compañero, dijimos que era absurdo molestar a la policía por eso, que le despertaríamos. Salimos los dos y yo simplemente le toqué el hombro. Solo eso. El pobre hombre saltó como un resorte. Asustado. Temeroso de quien sabe qué energúmenos. Le dije amablemente que iba a empezar a llegar el público. Se disculpó por haber estado allí más tiempo del debido, escondió sus cartones entre unos arbustos cercanos y se marchó.

Nunca hicimos caso a una vecina y cliente que nos daba la matraca diciendo que quedaba muy feo que un indigente pasara noche tras noche en la entrada del Banco, que daba mala imagen al barrio y que nosotros, como "perjudicados" teníamos que dar parte a la policía.

Tras ese pobre, han llegado otros, hasta nuestro actual guardián, barbudo y con acento argentino. Quizá no les hemos ayudado como deberíamos. Es cierto, no somos madres Teresa de Calcuta, pero, al menos les dejamos vivir, mejor dicho, dormir, y saben que no les vamos a recriminar por el uso de ese huequecito, un poco resguardado del frío invernal.

5 comentarios:

  1. Tristemente cada vez son más habituales este tipo de guardianes desaliñados. Creo que puede tratarse de una forma de justicia divina o de ley del karma,. me refiero que a esos mismos a los que los bancos han desahuciado, sin querer los acogen en sus puertas; naturalmente no es así, pero por buscarle el lado poético al drama que no quede.
    Gracias por tus reseñas tan humanas.
    Un abrazo.

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  2. Es un contraste curioso sí. Respecto de los desahucios, en mi sucursal jamás he visto uno y mira que hay hipotecas. Gracias por tu comentario.

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  3. Anónimo (de momento)5 de febrero de 2015, 15:47

    Hola Zarzamora: ¿tienes correo privado al que te pueda escribir? Creo que te gustará.

    Saludos

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    1. Seguro que quieres aportar algo muy interesante, pero no facilito el correo privado. Un abrazo.

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  4. A la sucursal a la que suelo ir en mi barrio hay siempre un indigente. Más de una vez -sobre todo en invierno- me lo he encontrado y es muy educado, porque lo cortés no quita lo valiente. En este caso no duerme en una marquesina, sino que hay una especie de vestíbulo y el hombre se pone en un lado para que podamos hacer nuestras operaciones sin más. A mi no me da miedo, pero tampoco te podría decir si hay más o menos público que hace unos años.

    De cualquier modo, poco podemos hacer excepto lo que vosotros hacéis: dejarles dormir porque hacerlo al raso sería una barbaridad.

    Un beso.

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