jueves, 18 de diciembre de 2014

Cuento de Navidad

Leidy Mery era menudita, callada, no hablaba bien el español. Había abandonado su Filipinas natal y aquí, en España, trabajaba como interna cuidando a una anciana.

Cuando Mery iba  a comprar con el carrito, se cruzaba con José Cordial, Pepe para todos los vecinos del barrio, que en ese momento barría las escaleras.

Al volver del paseo con la señora, empujando su silla de ruedas, allí seguía Pepe, en su cuartito de portero bajo el hueco de la escalera, ordenando las llaves.

Por las noches, ella bajaba la basura y, después de dejarla en el contenedor, él le decía "buenas noches " entre bostezos, mientras cerraba con llave su "chiscón" y abría la puerta de su pequeña vivienda de portero, en la planta baja, flanqueada por el cuarto de los contadores y el de las basuras.

Eran los únicos jóvenes en un edificio de gente mayor. Pepe enseñaba a Mery palabras en español, la ayudaba con las cargas pesadas, desatascaba los desagües de la casa de Doña Perpetua, la viejecita a la que Mery cuidaba, y le regalaba a la joven filipina trozos del bizcocho de manzana que le hacía su madre.

Fue algo natural que también compartieran cama. Sin hablar de noviazgo -quizá ella no hubiera entendido la palabra- ni de futuro, porque bastante tenían con su hoy.

Bajo su uniforme de cuadritos y su delantal blanco, Leidy Mery engordaba. Se fue ensanchando durante seis meses. Ella callaba y esperaba. Sin más. Pensando volver a su tierra natal con el bebé fruto... ¿del amor? ¿de la casualidad? ¿de la amistad?.

Pepe, muy hábil para detectar las goteras, arreglar enchufes o exterminar cucarachas, no fue tan listo para percibir las nuevas formas de Mery. Tenía la cabeza en otras cosas. Para él fueron meses de idas y venidas al hospital. A su madre  le habían detectado un cáncer. La rutina hospitalaria desgastó a la madre y al hijo. Por la noche, si no le tocaba velar a la enferma en el hospital, solo quería estar en su casa, dormir, sin pensar en nada. Y su cama siempre tenía un lado frío. El que iluminaba la luna llena. "Los baños de luna alejan a los malos espíritus" -decía Leidy Mery en su torpe español.

Una mañana Pepe se acercó al Banco, dónde él y su madre eran muy conocidos. Hizo sus gestiones habituales: comprobar si la Comunidad le había ingresado la nómina y sacar dinero. Lupe, la subdirectora, le preguntó:

-Oye, Pepe, ayer vino Leidy con Doña Perpetua y la vi más gordita. ¿Esa chica no estará embarazada?´

El portero farfulló algo que nadie entendió muy bien y se marchó rápido. Ese día olvidó barrer los descansillos y no subió los periódicos a D. Marcial. Agazapado en su chiscón esperó a que apareciera Leidy Mery.

Por fin bajó. Con el carrito de la compra y una chaqueta informe sobre el pichi de cuadritos azules y blancos. Pepe apartó el carrito y le abrió la chaqueta. ¿Cómo podía haber estado tan ciego? Bajo el amplio uniforme observó una tripa de embarazada, no una gordura fruto de los gases o de un exceso de dulces. Él puso allí su mano con cuidado.

-¿Cuándo ibas a decírmelo? Porque es de los dos ¿verdad?

-Yo... ir Filipinas. Allí madre ayudarme. Mi prima con señora cuando yo marcharme.

Eso decía Mery sin soltar el carrito.

-No -contestó Pepe con seguridad- nuestro hijo no se va tan lejos. Creo que yo también tengo algo que decir.

Nadie sabe muy bien qué hablaron y qué callaron. No hubo demasiadas palabras. Dejaron que el tiempo y el embarazo fluyeran, sin pensar más. Para ellos el bebé no era ninguna complicación. Lo aceptaron con naturalidad, como se acepta un día de lluvia o una noche de luna.

Una mañana Zarzamora y Lupe volvían a la sucursal tras la pausa del café y se encontraron a Pepe con Leidy, a la madre de Pepe, a Doña Perpetua, a la chica del kiosko, al barrendero. Todos rodeaban un cochecito y hacían carantoñas a un bebé regordete con un marca roja en la frente pintada con carmín, cuya misión era alejar los malos espíritus en los primeros días de vida, por si se quieren llevar al niño, envidiosos del amor que le rodea.

-¿Pero eres tú el papá? -preguntó Lupe sorprendidísima- ¡No sabíamos nada!

-Lupe, si te soy sincero...Gracias a ti me enteré de que iba a ser padre. No sé cómo pude estar tan despistado.

Zarzamora no entendía nada. Lupe, algo más. Poco a poco conseguimos tejer la historia.

El bebé crece feliz. Le llevan a la sucursal para que veamos lo guapo que está con el trajecito que le regalamos. Doña Perpetua le acuna en brazos, sentada en la silla de ruedas mientras Leidy limpia la casa. La madre de Pepe le cambia los pañales y la llegada del nieto inesperado la ha hecho revivir y afronta el cáncer con más ánimo. En ese edificio de ancianos el pequeño Salvador es un soplo de alegría para todos.

Y Leidy Mery vuelve a ocupar ese lado de la cama bañado por la luna.

Y, como finalizan muchas películas, os diré que esta historia está basada en hechos reales. Porque hay muchas historias que merecen ser contadas.

¡¡Feliz Navidad a todos!! Que tengamos siempre finales felices.
          



7 comentarios:

  1. ¡Joé!
    Zarzamora, has conseguido emocionarme. Que preciosa historia nos has contado, y lo más bonito es que es real,como tantas otras que ocurren en nuestro entorno y pasan desapercibidas.
    Un beso enorme para el salvador regordete. Brindo por esos padres que seguro que son unas bellisimas personas dignas de conocer.
    Para todos,incluidos los viejitos de la comunidad: Mis deseos de esta navidad que solo adquiere su verdadero significado con historias como la que has escrito tan requetebien. ¡Felices Fiestas!

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    1. Muchas gracias. Me hace mucha ilusión que te haya gustado. Sí, la verdad es que el mundo está lleno de personas estupendas que se enfrentan a cada día con total naturalidad. Felices fiestas a ti también.

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  2. Qué historia más bonita; milagros propios de estas fechas. Asómate un poco por tu ventanilla y mira mi blog, tienes un premio. Feliz Navidad.

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  3. Me ha encantado. El otro día vi un costo en youtube basado en un hecho real y se me saltaron las lágrimas. Os lo pongo aquí. No tiene desperdicio.
    https://www.youtube.com/watch?v=TtjmSX17BEo

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  4. La historia es encantadora por su sencillez y por lo bien que la has contado. Lo mejor de todo es que, además, sea real.

    Un beso.

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    1. Hoy precisamente he visto al bebé. El papá decía que era su mejor regalo de Reyes.

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