Cuando los años van cayendo encima la gente se preocupa por su futuro, por tener unos ahorrillos por si acaso. Los "por si acaso" de cada uno son muy variados, pero los que se llevan la palma son "por si acaso me pongo enfermo" y "por si tengo que ayudar a los hijos".
A veces esta previsión de futuro se transforma en tacañería, porque algunos ancianitos piensan que han de atesorar y atesorar por si el futuro les depara una muy larga vida y al final de su río vital necesitan ayuda para manejar los remos.
Si a todo esto le unimos una Seguridad Social con un futuro incierto, la subida de los precios, el encarecimiento de las medicinas, que en la vejez se toman con profusión... no es de extrañar que el dinero sea la preocupación recurrente de muchos ancianos, tanto de los pudientes como de los necesitados. Esto no es ni bueno, ni malo. Sencillamente, lo constato.
Recuerdo a mi abuela, ya fallecida, que veraneaba con nosotros. Ya empezaba a tener despistes propios de la edad, y en ocasiones no sabía que estaba en casa de su hija, yerno y nietos. Pensaba que estaba en una pensión. Y su preocupación era pagar al "posadero" (mi padre) y no deber nada a nadie.
-Oiga, me tendrá que decir cuando tengo que pagar por estar aquí, en esta pensión- le decía a mi padre.
Mi padre, sabiamente, optaba por seguirle la corriente. Mi abuela no se creía que la pensión era gratuita. Ella tenía que pagar, porque así se lo indicaba su recta moral.
-Esta es una pensión muy barata. Deme 5 pesetas y asunto arreglado.
Así zanjaba mi padre las preocupaciones de mi abuela. Ella se quedaba tranquila un tiempo, hasta que le volvía a entrar la desazón del pago del alojamiento veraniego.
Hace unos meses, mi marido y yo pasamos unos días en casa de su madre, mi suegra, que también tiene algunos olvidos momentáneos. En un momento dado le dijo a mi marido.
-Esa chica nueva que me atiende es muy dispuesta y muy rápida. Esta mañana me ha aseado y me ha vestido en nada de tiempo.
-Pero mamá- le dice su hijo- que esa chica es Zarzamora, que es mi mujer.
-¿Y dices que estáis casados? Me quitas un peso de encima, porque yo la veía entrar todas las noches en tu cuarto tan ricamente.
Al poco entré yo en el salón y me dice:
-Pues yo conozco a otra Zarzamora, que me lleva los dineros. Lo poco no, que eso está en la cuenta, pero yo voy ahorrando algo todos los años y ella me dice "pues meta aquí, meta allí" Para que me den algo más de interés Y se llama como tú, sí.
-¡Pero querida suegra, que esa Zarzamora que le lleva los dineros soy yo, que trabajo en un Banco!
En ese momento nos echamos las dos a reír. Y mi suegra zanjó el asunto repitiendo varias veces entre risas:
-¡Ay hija, cómo me lío con esto de los parentescos!
La "moraleja" de esta última historia es que mi suegra se puede olvidar de la Zarzamora que es su nuera, pero no de la Zarzamora que "gestiona" su pequeña imposición a plazo fijo. Afortunadamente, el dinero no le quita el sueño, pero le gusta saber cuánto tiene en los "ahorros gordos" y, cada vez que la visitamos en verano, recuerda que está cerca la fecha de vencimiento anual y me dice:
-Zarzamora, he ahorrado algo, tendremos que ver cuanto metes este año en "lo gordo".
¡Ojala le pueda hacer su imposición anual muchos años más! Es un ejemplo de mujer luchadora, que comenzó a trabajar de muy niña, enviudó, y sacó adelante a todos sus hijos. Como ella, hay muchas mujeres a las que debemos muchísimo, porque no han vivido para ellas, sino por y para su familia. ¡Gracias a todas!
Cuanta razón, los abuelitos viven ahorrando con la única idea de ayudar a sus hijos, no se gastan nada en ellos y es una lástima aunque su forma de pensar es así debido a las penurias y hambre que han pasado y es de entender. El caso que cuentas de tu abuela es más común de lo que crees. El abuelo de una amiga mía hacia lo mismo con la comida, su nuera le ponía el plato en la mesa y el hombre le decía que no iba a comer porque no podía pagarlo, como si estuviera en un restaurante. La nuera para que el hombre no lo pasara mal le decía que no se preocupara porque su hijo había pasado antes por el restaurante y ya lo había dejado pagado y el hombre entonces sé lo comía de muy buena gana. Hay que ver, pobrecico.
ResponderEliminar¡Qué gracia! Cómo se repiten las historias y cómo discurren los hijos para tranquilizar a sus mayores. Gracias por tu historia.
EliminarDigo yo, que esta historia me suena. Es una verdadera loa a nuestros mayores. A quien no le gustaría llegar a esa edad, con una salud física y mental razonablemente buena como ella.
ResponderEliminarAunque no corresponda a este "capítulo" diré que estoy leyendo el libro de marras, en forma digital -No acabo de asimilar ese sistema y tardo mucho- Tengo además en papel "El prisionero del cielo" que le regalaron a mi mujer, y según dice, es la continuacion de "La Sombra del viento"
La mejor es sin duda "La sombra del viento". Después escribió "El juego del ángel", un poco extraño, y el último es "El prisionero del cielo" que queda a la espera de una continuación. O al menos, a mí me lo parece. Se sitúa en un tiempo anterior a "La sombra del viento". Un abrazo.
EliminarPreciosa historia, y más verdadera que la luz del sol. Lo que ahora vemos desde fuera lo terminaremos protagonizando algún día. Ojalá tengamos una Zarzamora que nos guíe, ;D. Abrazos.
ResponderEliminarSí, la verdad es que es estupendo envejecer teniendo al lado a gente que nos quiere. ¡Ojalá todos tengamos esa suerte! Besos
EliminarUna historia muy entrañable. Cuando leo algo así me acuerdo de mi madre, que murió en el 2005. Tenía alzheimer y aunque, aun en los peores días de su enfermedad era como una niña pequeña, simpática y muy alegre, yo percibía que tenía momentos, unos por estar más lúcida y otros por lo contrario en los que sufría y mucho.
ResponderEliminarPero para desdramatizar te contaré una anécdota que a mi me sigue haciendo mucha gracia.
Un día cualquiera, a la hora de comer le pedí que pusiera la mesa (le encantaba hacer esos pequeños trabajos) y de repente me pregunta ¿para cuántos? yo le respondí: pues para dos, tu y yo. Ella me contesto rápidamente, y no esperamos a que venga tu padre? (mi padre había muerto tres años antes, pero cuando se lo decíamos se ponía a llorar desesperadamente, por lo que yo había decidido "engañarla" cada vez que salia en la conversación), y en ese momento se me ocurrió decir: no, que que esta trabajando, sin más. Ella se quedó un momento pensativa y me respondió, tu padre trabajando!!, pero si no trabajo ni de joven, cómo va a hacerlo ahora?
Y, la verdad es que tenía más razón que un santo, pues mi padre era buena persona, pero de trabajar, lo justito.
Un beso,
Sí, es curioso como se mezclan realidad y pasado. Imagino que estar con alguien con Alzheimer es muy duro, pero que siempre hay momentos para una sonrisa. Un abrazo.
ResponderEliminarQue bonito lo que nos cuentas; desgraciadamente se ven a muchos ancianos que aunque tengan familia nadie se ocupa de ellos, he oído algunas historias horribles al respecto, pero yo aun creo en las personas y pienso que estos últimos casos son los menos .
ResponderEliminarBesos
Bueno en su caso esta bien!!!!.pero en lo particular mi tia es una anciana de 84 años que todo lo que tenga que ver con gastar algo de dinero habla y reclama que todo esta muy caro!!!! Hasta reclama por pagar sus medicamentos.se jacta de tener una cuenta de ahorro considerable y me dice que tiene dinero pero es tan tacaña y miserable que le duele gastar para ella misma!!!anda con unos zapatos horribles viejos, se le salen de los pies y rotos teniendo mas para ponerse....
ResponderEliminarNo se caso nunca y no tiene hijos. Pero le encatan los programas de tv con premios en dinero donde la gente duplica o triplican ese premio. Se rie y en su memte se debe imaginar que es ella la que participa y gana el concurso!!!!. QUE EL SEÑOR JESUCRISTO tenga misericordia de ella y cambie su corazon porque los tacaños no entran en el reino de los cielos.....
Hace ya 6 años que escribí esta entrada y mi suegra ya necesita ayuda económica de los hijos para cubrir sus necesidades de señoras que la cuiden porque ya no se vale por sí misma. Incluso con ahorros los cuidados de la vejez vacían mucho las huchas.
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