En un Banco nos enteramos de muchas historias que bien podrían ser el argumento de una novela si se aderezaran con las suficientes dosis de emociones, diálogos y tensión.
Hace un par de años vino un cliente de toda la vida y le pregunté por su hija, algo más joven que yo y con varios niños. Hacía tiempo que no la veía.
El hombre se mostró disgustado. Encarnación, su hija, se había separado y, sorprendentemente, ellos se habían posicionado del lado del marido abandonado y rechazaban los argumentos de quien era de su propia sangre.
Yo entonces no sabía que ella, en medio de sus conflictos conyugales -desconocidos para mí- había encontrado en un familiar cercano un hombro sobre el que llorar. Primero fue el hombro y luego un acercamiento total, un cuerpo a a cuerpo que fue el origen de un nuevo bebé. Los lazos entre ella y sus padres y hermano se rompieron definitivamente.
-No me extraña que se hayan separado -decía mi compañero Ángel Bendito- Su marido (el primero) era muy poca cosa para ella. Una chica con estudios, elegante, con ese saber estar... Su marido era un pobre hombre que no estaba a la altura.
Así quedó la cosa. Yo no conocía al primer marido ni a la segunda pareja.
Hace poco ella vino a la sucursal. Me costó reconocerla. Habían pasado unos cuatro años desde que la vi por última vez. La primera impresión fue que le había caído un montón de "vejez" encima y que la flacidez y las redondeces se habían adherido a su cuerpo, antes espigado.
Luego pensé: "Zarzamora, eres mala e injusta, ella también te habrá visto mucho peor, que los años pasan para todos" Sí, bajé a una realidad en que yo también tengo kilos extra y hasta mi madre me ve más "llenita"
-Pero estás muy bien, hija, ya quisieran otras- me consuela después de haber herido mi autoestima.
Cómo estaba Encarnación es lo de menos. Lo importante es que le conocí. A él. Al familiar que conquistó su corazón en aquellos momentos de debacle matrimonial. ¡Me quedé tan sorprendida! Era viejo, era feo, parecía un mal actor secundario de una antigua película de Paco Martínez Soria. Sus bermudas, su barba descuidada de varios días, su piel agrietada. No tenía ningún encanto.
Ya no tengo como compañero a Ángel Bendito, el que opinaba que el primer marido no estaba a la altura del físico, inteligencia y elegancia de Encarnación. Me hubiera gustado que viera a su última conquista y que comparara.
Como dice el refranero y uno de mis cuñados: "Cada cazuelita tiene su tapaderita" O, más conocido: "El amor es ciego" No soy quien para juzgar lo que pasa tras la puerta de cada hogar. Pero desde fuera sí veo parejas de lo más pintoresco. Como Encarnación y su nuevo amor.
hola! zarzamora eres mala, pero relatas de maravillas!! gracias por tu refrescante y picara maldad, saludosbuhos
ResponderEliminarDistinguida Zarzamora. Este artículo requiere un estudio pormenorizado (perdón). Por lo que veo, las dos adquisiciones de la tal Encarni, físicamente, son un par de “basurillas”. Se desconoce si de la primera unión hubo algún producto, cosa que de la segunda componenda sí, además adjuntas foto. Ahí puede estar la clave. Si ese “fruto de su vientre” fue buscado y lo obtuvo con éxito en la segunda o llegó como resultado del jolgorio (otra cualidad del segundo) con lo cual la unión quedaba fijada. Espero fervientemente más información, porque esto da para mucho. Belcebuc
ResponderEliminarJa, ja, ja... Hubo "producto" de las dos uniones. Me falta información para darte más pormenores. Un abrazo.
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