Ya tengo ganas de descansar en estos días de Semana Santa y, sobre todo, quiero dejar de escuchar historias. Es cierto que aquí relato muchas cosas que me cuentan o que vivo en mi día a día laboral, pero últimamente hay muchos clientes que me agotan con su cháchara continua mientras yo hago las diversas operaciones bancarias que me encargan.
Como les escucho como un "run run" de fondo, sin interesarme excesivamente, para no equivocarme en lo que hago, luego las anécdotas se quedan incompletas en mi cerebro perezoso, se mezclan en un cóctel de palabras y me faltan desenlaces, me sobran reiteraciones, olvido protagonistas y fusiono, en un caos total, argumentos de libros recientemente leídos, capítulos de mis series favoritas y narraciones de mis clientes más asiduos.
Mi cabeza es una chistera mágica de la que puede salir cualquier cosa, pero sin gracia, ritmo, ni salero. Quiero que la válvula de mi mente a presión vaya bajando poco a poco y que se enfríe totalmente el cocido de variados ingredientes que tengo dentro.
Ahí, bien revueltos, están los recuerdos de ese cliente asturiano que abandonó hace años la Cuba castrista; el rencor de Alicia hacia ese dentista con peluquín que le dijo que tenía un aliento pestilente; el detalle minucioso de las compras en "outlets", del cliente policía, que me incrusta su móvil en el entrecejo para que vea la foto de sus mocasines de marca o de su novísimo robot de cocina recién comprados; las micro biografías de importantes políticos, empresarios o nobles, con que me ilustra mi amigo el marqués; el detalle minucioso y bastante ininteligible de las numerosas dolencias de nuestra señora de la limpieza de origen ruso; la inadaptación laboral -permanente- del administrativo de la gestoría cercana; las apetencias sexuales -reñidas con sus problemas de próstata- del viudo del portal de al lado; los comentarios diarios sobre climatología (Parece que hace frío, sí. Pues estas nubes... van a dejar lluvia); las quejas reiteradas acerca de los problemas que dan los billetes de 500, lo malísimos que somos los Bancos, los escasos regalos que damos...
Quiero disfrutar de estos días y escuchar el golpeteo en las teclas del ordenador y, de fondo, como ahora, el sonido de la lluvia. Escuchando y hablando lo justo.
Pues no se hable más, a soltar la válvula de tu olla a presión particular. No sabes cómo te comprendo. Abrazos.
ResponderEliminar