martes, 9 de febrero de 2016

Fecha de caducidad

Toma el yogur con desgana. Entre cucharada y cucharada lee la fecha de consumo preferente una y otra vez: 29 de febrero 2016. ¿29? Claro, se responde mentalmente, es año bisiesto. Ella morirá en este año de 366 días. Espera durar algo más que el yogur. En esto, los médicos no son exactos.



El yogur, bien conservado en la nevera, se puede tomar bastantes días después. Ella también quiere una prórroga, una propina de la vida. Se lo merece.

Tanta quimioterapia penosa, tanto tratamiento hormonal y... cuando el tumor parecía estar controlado, ha aparecido en otro sitio, escondido, como un niño paciente jugando al escondite, orgulloso de seguir oculto en ese rincón, haciendo oídos sordos a los amigos que, aburridos, le invitan a salir porque quieren cambiar de juego.

-Acábate el yogur. Ha dicho el médico que tienes que alimentarte bien -le insta su marido, que llora por dentro y se hace el fuerte por fuera.

-Sí, claro que le voy a hacer caso al doctor. La verdad es que estos días me encuentro bien. Yo creo que mi cuerpo estaba harto de tanta química. Es bueno no tener ya que tomar nada. O casi nada. -Y sonríe con paz.

Su marido se va a trabajar. Le quedan diez días para jubilarse. Mientras tanto ella prepara la maleta cuidadosamente y muy despacio. Su cuerpo no le permite prisas.

Tiene que aguantar algo más de los tres meses que le han augurado los doctores. Por ella. Por él. Tienen que volver al pueblo. Los dos. Como habían planificado desde siempre. Desde su juventud como emigrantes en Alemania, desde su madurez en España. Volver, volver, como dicen tantas canciones. Regresar para ver por última vez cómo despierta la primavera, para morir en el lugar que la vio nacer.



-Zarzamora, ya sé que parece mal hablar de esto cuando mamá aún está viva, pero estoy organizando todo el papeleo. Tenemos poco, pero no quiero líos cuando se muera.

Y su hijo va organizando los trámites de la pensión que recibe desde Alemania, compara presupuestos para el entierro, abre una nueva cuenta para el padre y para él, ya sin la madre. Es triste morirse y genera mucha burocracia. Tanta, que a veces los deudos no tienen tiempo ni de llorar a gusto.

NOTA DE 16-02-2016: No pudo ser, no tuvo propina de la vida, sino recorte. Volvió al pueblo para ser enterrada, después de pasar algún día en el hospital, transitando dulcemente, adormecida por los calmantes, con algún destello lúcido para decir adiós. 

5 comentarios:

  1. Hasta estas historias que nos traes en su cruda realidad son bonitas. Hermosas de ese amor que parece perdurar entre esta pareja que quieren ver realizado un sencillo sueño antes de separarse para siempre. esas lágrimas guardadas ante lo inevitable.
    ¡Puff! me has puesto la carne de gallina al tener que pensar en la fragilidad del ser humano.
    Un abrazo.

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  2. Me ha gustado tu artículo que es una enternecedora tristeza. Podríamos titularlo "Oración fúnebre para un vivo" aunque suene a novela policíaca. Cuántos casos hay así, que cuando salen del hospital ya están muertos. Son los verdaderos muertos vivientes. Bueno, dejemos esto. Si un día llegas a saber que he efectuado el "tránsito" (es como se dice ahora), escribe algo así -Este ínclito prócer que se ha ido a morar al Elíseo... bueno y cosas así. Réprobo

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  3. Morirse de sopetón y sin preverlo es terrible para los que se quedan, pero morir con preaviso es terrible para todos.

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  4. Hermosa triste. Una buena historia de amor para un lluvioso San Valentín. Abrazos.

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  5. Gracias a todos por vuestros comentarios del artículo. La verdad es que novelo mínimamente mis historias. Ésta ha tenido el final que todos suponían, pero mucho más rápido. Una pena para los familiares allegados, que no han podido cumplir el sueño de ella.

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