Cuando uno es la segunda opción,el recambio cuando falla el compañero habitual, el interlocutor excepcional para esquivar la soledad... molesta.
Ángel, el compañero con juanetes que da palique excesivo a Narciso, el florista, y a todo cliente que se sienta frente a él, no sabe estar solo en el ratito de descanso. Miento, preferiría la soledad antes que la compañía de Augusto, el director, pero si no, prefiere tomar su desayuno acompañado. Estar solito frente a su taza le incomoda bastante.
Hubo un tiempo en que yo salía con él de vez en cuando y la conversación era entretenida. Hablábamos de la familia, de su pueblo y, por supuesto, de las numerosas injusticias que el Banco cometía con sus empleados. En ocasiones nos acompañaba un cliente que vivía en las cercanías y que me cansaba un poco, pero no me voy a poner exquisita, que quizá yo también soy cansina en ocasiones.
Nunca he sido especialmente fiel a los compañeros de café -salvo a mi amiga del colegio, que trabaja en las cercanías y con la que procuro quedar una vez a la semana- y la reducción de plantilla, el trabajo absorbente de ventanilla, la falta de sincronía en los ratos libres... hizo que cada vez con más frecuencia yo saliera sola.
Mi amigo Ángel se buscó un nuevo compañero -la soledad no está hecha para él- y ninguno de los dos me propuso nunca que les acompañara. En honor a la verdad yo tampoco les mostré interés por ir con ellos. Le había cogido gusto a mi independencia.
Hace poco a Ángel le falló el compañero. Pensaba para mí: "¿A que hoy me propone que le acompañe?" Y acerté con mucha mayor precisión que las adivinadoras de canales locales en horas de madrugada.
Le respondí que no, que saldría más tarde, sin excusas y sin mayores explicaciones. No me gusta ser segundo plato y creo que le vino bien un cierto aprendizaje de "soledad".
Es el caso que el segundo plato es a veces necesario. Quién en su vida no ha preguntado alguna vez, al ver el primer plato: ¿Qué hay de segundo? Una amiga mía me contaba que una amiga suya -pero no mía- compartía un amor con otra (su mujer, por cierto), Éste, parecía encontrarse muy cómodo en esa situación porque ella no llegaba a ser primer plato. La tal amiga mía lo explicaba y aprobaba pensando, como podría pensar ella. "Prefiero un bombón para dos, que una mierda para mí sola," (con perdón) Es que cuando no hay pan .... porque también hay quien dice que "estar solo ya es estar mal acompañado". RÈPROBO.
ResponderEliminarMe parece sobreentender historias de cuernos en tu mensaje. Me encanta la frase, aunque no la comparta. Yo ya tengo bombón para mí sola. Me he divertido mucho con tu comentario. Un abrazo.
Eliminar¡Ay! ¡No sabes cómo te entiendo! Para mí es un descoloque que un día SÍ te junten y otro NO. Me encanta tu sencilla y directa respuesta. Voy a entrenarme para utilizarla, con tu permiso, claro. Abrazos.
ResponderEliminarNo te creas. Siempre es difícil decir no. Un abrazo.
EliminarEs que lo de desayunar siempre juntitos quita mucha libertad. Con los años vas descubriendo lo estupendo de ir a tu aire. Me alegra que te hayas pasado por aquí y que comentes, por supuesto. Un abrazo.
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