Aunque para ser del todo sincera, recurría a mi marido para informarme de los pronósticos del tiempo. Él sí estaba "conectado" a la red.
La otra desconexión, la laboral, para mi desgracia, no fue tan inmediata. Y mira que me repetía una y mil veces: "¡Zarzamora, eres tonta, retonta. Ese Banco que te da de comer, pero que os maltrata tanto en los meses de verano, no se merece que le dediques en el ocio estival ni un pensamiento, ni una preocupación!"
Pero esta compleja maquinaria cerebral que tenemos, a veces va por libre, y necesité un tiempecito tras mi "liberación laboral" para olvidarme de todo.
Deshacía la maleta y pensaba: "¿Sabrán colocar el papel en el cajero automático cuando se acabe?" Preparaba la cena y me asaltaba otra tontería: "Va a venir en mitad de las vacaciones el recibo del señor De Sastre, con incidencias, como siempre. Si se le devuelve, ya tenemos otra reclamación..."
A estas bobadas se añadieron dos noches de "pseudo-pesadillas", quizá propiciadas por la novedad del colchón, de la habitación, del lugar... En mis sueños me rodea una luz especial que nunca me permite saber si es de día, de noche o estoy bajo ese sol de medianoche que disfrutan los nórdicos en verano.
Hablando de luz especial... Esta lo es, y bastante más real. Afortunadamente. |
El caso es que yo , siendo al mismo actriz y espectadora -que raros, pero que raros son los sueños- trabajaba en mi ventanilla contando dinero como una loca, mientras los billetes se soltaban de los precintos y se desparramaban por el suelo, las monedas tintineaban en el mostrador con vida propia, y yo era incapaz de poner orden en ese caos. La hora de cierre se acercaba, me tenía que ir de vacaciones y ¡no podía, no podía, no podía.! El tiempo se me escapaba y yo luchaba contra él.
Inmersa en este sueño agobiante me decía que eso no era real, e intentaba abrir unos ojos que en mi pesadilla ya estaban abiertos, pero que sentía pegados por legañas invisibles. Además veía mal, y no sabía si era por esas legañas oníricas, porque en mis sueños no me pongo las gafas de cerca, o porque me envolvía el sol de medianoche.
Gracias a Dios, o a algún ruido tempranero, o debido a conjunciones divinas y terrenales, me despertaba y me daba cuenta de que estaba en otra cama y con otro paisaje tras la ventana. ¡No tenía que trabajar!
En fin, que he necesitado un par de días para conseguir que este subconsciente mío dejara de molestar. Más por el simple paso del tiempo que porque yo, por mis propios medios, consiga llegar a esos estados "zen" que algunos alcanzan fácilmente recitando mantras hindúes.
Todas estas "amarras mentales" que me costó cortar, las achaco a la tensión "pre-vacacional" que, año tras año, es más intensa en la Banca. Tenemos que hacer el mismo trabajo con menos personal. Trabajamos a destajo y los que se quedan no siempre controlan (controlamos) al cien por cien el trabajo de los que están en ese momento en sus merecidas vacaciones. Surgen incidencias, quejas, y la vuelta es casi tan tensa como los días previos al descanso, porque siempre hay un montón de trabajo esperando.
Llevo dos días trabajando y afortunadamente, estoy mejor de lo que pensaba. Lupe y yo solas, sin el aliento de Augusto, el director, en nuestra nuca, trabajamos mucho, pero con relax. Incluso queda algo de tiempo para el cotilleo. Y para enterarme de que, en mi ausencia, Augusto, en su primer día de vacaciones, se personó en la oficina durante casi toda la mañana, para dar sus últimas instrucciones. Creo que él sí que tardará en desconectar.
Lo malo de las vacaciones es que son cortas y cuando logras conectar y habituarte a tu nuevo estado físico-mental, llega la cruda realidad del regreso, y eso si que a veces es una auténtica pesadilla.
ResponderEliminar¡ Se bienvenida !