Viene casi todos los días a sacar dinero y a interesarse por sus movimientos de cuenta. Tiene más de noventa años, que no aparenta. Aparece bien vestida, con el pelo impecable, su bolso y su bastón. Vive cerca y normalmente viene sola.
Cuando ve que hay personas en la cola, tras ella, sobre todo si son jóvenes, les dice que pasen antes, que ella tiene todo el tiempo del mundo y ellos seguro que andan con prisas. Cuando llega su turno, mira siempre ligeramente alrededor y se mete el sobre con el dinero en el panty. Siempre me dice lo mismo, que que invento tan bueno este de los pantys, que es el mejor lugar para guardar el dinero con discreción. Se queja de que con la edad firma mal, pero ya quisieran muchos de mi edad tener esa caligrafía tan legible.
Hace poco fue su cumpleaños. No sé cómo, nos enteramos y la felicitamos. Le dijimos lo de siempre, que en este caso es completamente cierto, que que bien está para su edad, que ya quisiéramos llegar así a los 94, tan bien de salud, con tanta energía y buen humor, con esa cabeza.
Ella menea la cabeza con gracia y dice que no se puede quejar, pero que ya ha vivido todo lo que tenía que vivir, que le da pena cuando se entera de la muerte de chicos jóvenes. No entiende cómo mueren ellos y ella sigue aún por aquí. Ya no tiene amigas porque se le han muerto todas y ahora se le empiezan a morir sobrinos. Tiene pocos hijos, más nietos y muchos más bisnietos, pero piensa que a los bisnietos no les hace ninguna ilusión visitar a una bisabuela tan mayor, que lo que les ilusiona es la monedita que les da siempre que les ve.
En fin, que vive con alegría y optimismo el momento presente, pero no le preocupa en absoluto la muerte, una muerte que parece que tarda en llegar, según ella. Y mientras llega, cada año, hace una transferencia al cementerio de su ciudad natal para que mantengan en buenas condiciones su mausoleo. Que nunca se sabe cuando tendrá que hacer ese viaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario