miércoles, 26 de septiembre de 2012

Buenas personas, personas pelmazas

Pues sí, hoy no estoy en plan "todo el mundo es bueno". O quizá sí. Todo el mundo es bueno, pero hay mucho plasta bueno, cariñoso, sonriente, ex-compañero, que se piensa que por estar detrás de una ventanilla estás a su entero servicio. Somos empleados de Banca, no gestores, ni contables.

Hoy ha venido Narciso, el florista. Tiene unas cuatro cuentas siempre con el saldo bajo cero. Para que querrá tantas cuentas, digo yo. Luego viene a pagar los recibos, que se le devuelven una y otra vez, en efectivo. Los desparrama todos delante de mi: agua, luz, un impuesto, una multa....

-Este se te ha pasado de fecha. Este otro lo has debido pagar ya por otro lado porque pone referencia duplicada. Este lo tienes que pagar en otro Banco. Mira, lo pone aquí abajo. Esta multa ya no tiene el descuento...-le digo.

La cola ya es de tres personas. Mientras trabajo, habla, habla y habla.

-  Y luego quiero los movimientos de la cuenta de mi padre en la que estoy autorizado, creo que me queda poco dinero. Y de mi cuenta que acaba en 29 me traspasas a la de mi padre lo suficiente para cubrir los números rojos. Y luego, depende de lo que me quede, me das algo de dinero, un poco cambiadito, sí. Algo de 10, de 5 y unas monedas, porque con los parquímetros es que se van las monedas que da gusto. Y he perdido el recibo del seguro de la furgoneta y no puedo ir así por la ciudad. Creo que se cargó hace cuatro...¿o fueron cinco meses? Me das un duplicado...

La cola ya es de seis personas. No puedo más.

-Narciso, por favor, cállate si no quieres que me equivoque, Cuando acabe con los recibos me cuentas el resto. Y por orden. Y la próxima vez te traes anotadito el número de todas las cuentas y así vamos más deprisa.

- Sí, tienes razón, pero como aquí lo sacáis todo con tanta facilidad dándole a la tecla...Menos mal que ya ha empezado a llover. Mis plantas lo van a agradecer. Hemos tenido un verano tan seco, tan seco... A ver si más adelante, para todos los santos, te traigo unos crisantemos. Que este año los voy a tener muy bonitos. Si sigue lloviendo un poco más, claro. Esto del campo, es que es imprevisible...

Ya confundo su cháchara con el monótono caer de la lluvia. Afortunadamente, estoy en un estado semiautomático que me permite hacer sus traspasos, consultar sus saldos y darle el dinero sin equivocarme. Me asemejo al volcan de "El Hierro", que en cualquier momento puede entrar en erupción.

La cola es ya de nueve personas. Todos son educadísimos, nadie se queja. Me gustaría que le lincharan, que le dijeran: "Tío, eres un plasta, trae lo que quieres hacer más ordenado, más preparado" Pero no, me ven a mí trabajar sin parar y nadie dice nada. Pacientes ovejitas que esperan su turno.

¡Por fin acabo! El siguiente es un cliente desconocido. Con una sonrisa me dice: "Lo que hay que aguantar cuando se trabaja con el público"  Por hoy, la lava del volcán no ha salido a la superficie. Mi jefa se acerca y me dice al oído:

-Menos mal que te has encargado de todos los rollos de Narciso. Tengo un marrón tremendo entre manos y me he asustado al verlo entrar por si venía a mi mesa. Hoy no estaba para aguantar sus historias.

¡Chicos! Me he alargado tanto como Narciso. Para otro día en que esté un pelín harta, os hablo de las mujeres-destroyer (de tarjetas) y de la plaga (casi bíblica) de los compañeros jubilados.

1 comentario:

  1. Hay trabajos de cara al público que se prestan más a la conversación como, por ejemplo, taxista (o “tasista” que es la palabra que usa casi todo el mundo), guardia jurado, portero o mendigo. Pero aquellas proclives a tener colas de personas esperando a ser atendidas, no son las más apropiadas para el cotorreo. Los dentistas lo tienen fácil, les basta con meter el torno en la boca del cliente pesado para que éste quede callado en el acto. En vuestro caso podría servir con una de esas mamparas antibomba que requieren de la activación del micrófono de uno y otro lado para que ambos interlocutores puedan comunicarse. Bastaría desconectar ese micrófono para ver cómo el cliente mueve la boca sin que sus rollos incordien vuestro trabajo.

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