viernes, 5 de mayo de 2023

PERDÓN POR EL RETRASO

 ¡ Ay madre! Se me hace raro ponerme otra vez frente a este teclado. Han pasado más de cuatro meses desde que os dije que dejaba de trabajar en mi Banco. Muchas veces he pensado "tengo que contar esto, o lo otro" y la pereza me superaba. Como se dice en "moderno", la "slow life" me ha vencido.

En estos meses he quedado a comer con compañeros jubilados. Uno de ellos confesaba que era la primera vez que comía con gente y se quitaba la mascarilla desde la pandemia. Qué pena, penita, pena me dio. Otros me interrogaban acerca de "a qué dedicaba el tiempo libre". Esa misma duda que tenía Perales en su famosa canción. Hay jubilados que enseguida "llenan" su tiempo de actividades. En el caso de mis amigos, aparte de las visitas a médicos y las revisiones preventivas de muchos de sus órganos vitales, se dedican a ir a la escuela de idiomas, a cursos para mayores en la universidad, a escribir libros, a pasear y tomar aperitivos en los bares de Madrid y buscar luego lugares para hacer pis en condiciones porque la próstata ya no es lo que era...

De momento no he sucumbido a la vorágine de actividad post-jubilación. Es cierto que me apunté en un centro cultural cercano a clases de tai-chi. No porque me interesara especialmente el mundo chino, es que era la única clase con plazas. Y debo decir que estas coreografías tan pausadas, en las que no sudas nada, son más difíciles de lo que yo pensaba. Aprendía mejor los pasos de una sesión de aerobic en mis tiempos ágiles, que estos movimientos lentos y precisos del tai-chi.

-Me agobia un poco este profesor -le decía a mi hija- La clase es de hora y media, pero aprovechamos poco porque suelta mucho rollo adicional sobre las energías, los chinos... y los pasos los repetimos lo justito. Menos mal que el coste no es excesivo, si no quizá no volvería.

Mi hija, sabiamente, me dijo que viviera el momento, que no tenía ninguna prisa y podía disfrutar de perder el tiempo, en la clase o en cualquier situación.

Y eso es lo que hago, vivir sin prisas. Salgo a comprar, hablo con vecinos que me encuentro sin la urgencia de acabar pronto la conversación, quedo con vecinas para pasear o tomar un café, paseo sola disfrutando del sol, tomo un buen desayuno cuando toda mi familia trabajadora ya ha salido de casa, me veo algún programa de salseo sin pensar que es cosa de "marujas" porque ya soy de ese club, leo muchísimo más y husmeo sin prisas entre los estantes de la biblioteca del barrio, visito con frecuencia a mis padres...




Al principio me llamaban alguna vez de mi oficina para preguntarme algún detalle de mi puesto que desconocían. Incluso tuve que visitarles en alguna ocasión como cliente y mi sustituta me pidió ayuda. Me metí "entre bambalinas" y pude sacarla del aprieto. Pero ha pasado el tiempo y todos están adaptados. No les visito apenas porque siempre he pensado que los jubilados contando sus batallitas eran una molestia cuando hay mucho trabajo. Noto que se me olvidan muchos nombres de clientes a los que he atendido durante décadas. Afortunadamente no lo achaco a ninguna degeneración neuronal, ni a la vejez. Sencillamente, al no tener las cuentas identificadas en la pantalla, acompañadas de las caras frente a mí, se me van olvidando los nombres. Es que ha sido mucha, mucha gente, la que ha pasado frente a mi ventanilla.

No tengo ningún trauma, ninguna sensación de pérdida, de añoranza. No me siento inútil por no trabajar. No me justifico ante los demás dedicándome ahora a tareas solidarias. No pretendo cultivarme culturalmente de forma "oficial". No sé cómo será mi futuro, pero de momento me dedico a vivir con tranquilidad y disfrutar de las cosas sencillas.

Y eso sí, me propongo seguir con este blog que tenía tan abandonado. Gracias a los que aún me leéis.



4 comentarios:

  1. Muy bien Zarzamora, veo que ha reanudado tu actividad literaria. Como verás, la vida de jubilada no es tan dura. Se vive bastante bien. En general nos adaptamos rapidamente a no hacer nada. Yo ahora llevo la tablet a un parque solitario y leo un libro que me han mandado. Qué cosas. Hasta que suena el móvil de la "autoridad competente" para darme una orden o incluir alguna cosa a la lista de compras. A disfrutar y pasarlo bien.

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    1. Yo de momento no tengo "autoridad competente" que me de instrucciones. Estoy mucho más libre para organizarme a mi aire. Un abrazo.

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  2. ¡Claro! Ahora comprendo tu desaparición momentánea de estos mundos virtuales. ¡Prejubilada! te envidio y no sabes como. Pensar que yo no puedo hacerlo...
    Disfruta la vida, es la única que tenemos. A veces el tiempo se aprovecha más "perdiéndolo" con sabiduría.
    Ahora tendrás que variar el contenido del blog. Seguro que conseguirás sorprendernos.
    Un abrazo.

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  3. Gracias por seguir leyendo mis "ocurrencias". Ya tendrás tu momento de descanso. Ojalá que sea con salud y energía, como yo. Hay jubilados que, por desgracia, inician en ese momento una espiral de enfermedades. Un abrazo,

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