¿Le gustaría pagar menos? Disfrútelo ya, pague dentro de un mes. Usted decide la cuota a pagar. Dése un capricho. Que el dinero no sea un obstáculo.
Con este tipo de frases tentadoras los bancos y cajas intentan que sus clientes contraten tarjetas con pago aplazado que, para ellos, es mucho más rentable que el pago a fin de mes.
Imaginemos que una persona no tiene dinero y quiere irse de vacaciones. Lo más rápido es pagar el viaje con la tarjeta. El viaje le va a costar 2.000 Euros. Con el pago a fin de mes ese importe, pagado a la agencia el 3 de agosto se lo cargarían íntegro en la cuenta el 1 de septiembre sin ningún tipo de recargo.
Regina Rico, que así se llama la cliente, tiene una nómina de 1.500 EUR y dos hijos que van al colegio. En septiembre también tiene que comprar uniformes y libros. Calcula que le supondrán unos 500 EUR tirando por lo bajo. Si le pasan la tarjeta el día 1 con todo el importe del viaje, los 2.000 EUR, su cuenta se quedará bajo 0. Va al Banco con la atrayente publicidad que ha recibido y le proponen el aplazamiento pagando el mínimo mensual: 3% más los intereses del mes. Sale de allí agradecida y contenta.
Sólo se ha fijado en los 60 EUR al mes, no en el tipo de interés que le van a clavar ¡¡24%!!. Esos 2000 EUR le van a suponer unos intereses anuales de 480 EUR. Lo triste es que casi no se dará cuenta, pues mensualmente pagará 60+40 EUR de intereses. En total 100 EUR, que parece que no van a ningún sitio.
En septiembre la tarjeta se ha descargado de 60 EUR, pues le han pasado a Regina la primera cuota, pero se siente tan cómoda con este sistema que, con el pretexto de los gastos de colegio pide que le amplíen el límite. Tiene nómina, es cliente de toda la vida y paga bien. Se le amplía a 3.000 EUR. No modifica la cuota mensual, que sigue siendo del 3%. Los 1.000 EUR de ampliación más los 60 que ha liberado los gasta en material escolar y en poner mona a toda la familia que se va a una boda a Albacete.
En octubre Regina paga una cuota de 150 EUR (90 EUR que le quedarán disponibles en la tarjeta más 60 EUR de intereses). Si Regina no gastara más con esa tarjeta y la guardara en un cajón tardaría 2 años y 10 meses en quitarse la deuda de en medio y habría pagado unos 1.135 EUR en intereses en este tiempo. Pero le ha cogido gusto a esto del pago aplazado. ¡Es tan cómodo! ¡Ni se entera! Ella tiene siempre la tarjeta a tope, con los 3.000 EUR siempre gastados. Los 90 EUR de amortización de cuota que le quedan libres cada mes los gasta en la compra. Así, todos los meses paga lo mismo: 150 EUR (90 de amortización de capital+ 60 de intereses)
Así pasan felizmente los meses, incluso los años. Nos situamos en el futuro, en 2016. Regina Rico ya incluso se ha olvidado del origen de esa deuda: un viaje que contrató a Lanzarote, el colegio de los niños y la boda del primo Anselmo.
Ahora lo que quiere es más dinero para enviar a los niños un mes a Irlanda a que tengan una "inmersión total en inglés". Necesita 5.000 EUR. En el Banco se lo deniegan esta vez. Tiene la hipoteca y la tarjeta, con 3.000 EUR, está a tope. Ella no se echa para atrás, convence a su marido, que tiene su nómina en otro Banco y a él también le aplazan el pago de su tarjeta y le amplían el límite.
Los niños vuelven encantados de Irlanda, aunque la inmersión no ha sido tan total. Han estado rodeados de españoles por todas partes y, al poco de empezar el curso les suspenden, aparte de las matemáticas, el inglés.
A esta mala noticia se suma que en la empresa de Regina, dedicada a material infantil, reducen la jornada de sus empleados para poder subsistir, porque en 2016 aún nacen menos niños en España que en 2013, y la crisis no acaba de terminar.
En vez de 1.500 EUR, el ingreso de octubre de 2016 es de 1.000 EUR. Si entre unas cosas y otras, no tenía mucha capacidad de ahorro con 1.500 EUR, con 1.000 EUR, menos. Le pasan el seguro del coche, con el que no contaba, y la cuenta se queda en -50 EUR. Es la primera vez que Regina tiene saldo negativo. Al no haber saldo, la cuota de la tarjeta (recordemos, 150 EUR) tampoco se carga automáticamente. Se le cobran 37 EUR en concepto de comisión de aviso por descubierto en cuenta y otros 37 EUR en concepto de comisión de aviso por cuota pendiente de tarjeta. La cuenta está ahora en -124 EUR.
En cuanto Regina ve en Internet esta barbaridad va a quejarse al Banco. Pero ya no está el director, Augusto, que tan bien la trataba, tampoco está Zarzamora en ventanilla. El personal es completamente nuevo y vienen a decirle que esas son las tarifas y que no pueden hacer nada.
Le dice a su marido que haga un traspaso desde su cuenta, pero ese mes la tiene también temblando porque le han pasado la factura del acuchillado del parquet y la pintura de la casa, en colores al gusto de cada miembro familiar.
Piensa que por unos días más, hasta que venga la nómina, no la meterán en la cárcel por tener la cuenta en negativo. Pero el Banco le devuelve el recibo de la comunidad domiciliado en su cuenta. En la de su marido, afortunadamente están los recibos del gas, luz, agua, los cuatro teléfonos móviles y el fijo más internet. Por lo menos esos no se los cortarán. Pero da la casualidad de que hay Junta de vecinos para votar si se instala o no piscina en el jardín comunitario. Regina, que siempre ha deseado que sus hijos naden y hagan deporte en verano, fue una de las mayores animadoras del proyecto. Y tiene que sufrir el bochorno de que no la dejen votar por no estar al corriente de pago, y las miradas asesinas de la vecina de enfrente que, con su batita y sus zapatillas de mercadillo, pero al corriente de pago, mira críticamente el bolso de Gucci de Regina.
Por fin, el 1 de noviembre, Regina recibe su nómina de 1.000 EUR y una liquidación de 18 EUR. Nuevamente se queja en el Banco. A ella nunca se le han cobrado comisiones, que para eso tiene la nómina domiciliada. Le explican que la comisión es por haber tenido la cuenta en descubierto: 15 EUR es el fijo en concepto de comisión de apertura de descubierto y 3 EUR los intereses mensuales por el descubierto de -124 EUR. Y, nuevamente, no le devuelven nada.
La nómina de 1.000 EUR se le ha quedado en 208 EUR tras restar el saldo negativo, las dos cuotas de tarjeta pendientes (la de 1 de octubre, que no se pudo cargar, y la de 1 de noviembre) y la hipoteca (350 EUR, porque ya llevan pagando 15 años) De ese dinero saca 100 EUR. para pagar en efectivo la cuota comunitaria de octubre y, en breve, le pasarán otros 100 EUR. de la cuota de noviembre. En cuenta van a quedar 8 euros para pasar el mes.
Historias como éstas o similares, he visto muchas. Podría seguir y seguir, pero dejo a vuestra elección el "continuará". Yo, personalmente, jamás me endeudaría, y menos con tarjetas, para pagar vacaciones, cursos de inglés, bodas o reformas en la casa. Intentaría aprovechar las ofertas de familiares, que casi todos tenemos alguno en algún pueblo, y a los niños les pondría el canal Vaughan de la tele. Diría que tengo un cólico para librarme de la boda y aguantaría con un parquet sin brillo un año más.
Y, por supuesto, me taparía los oídos para no oír los cantos de sirena de los Bancos sobre el pago aplazado de las tarjetas. Y cambiaría de Banco si, en una sucursal donde llevo tantos años, son incapaces de devolverme esas tarifas fijas usurarias por un primer descubierto de tan solo 50 EUR.
Me gusta cuando las personas se unen e intercambian pensamientos .
ResponderEliminarGran página. Sigue con ello!
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No sé si será parecido, pero a mí me han intentado colocar varias veces un "préstamo preconcedido". Le dije a mi amable interlocutor telefónico:
ResponderEliminar-Ya, me parece bien lo del préstamo, pero claro...tendría que devolverlo...
- Claro,por supuesto...
- Entonces no me interesa.
Y ahí acabó la conversación.
El préstamo también es caro, pero en comparación con los intereses de tarjeta es mucho más recomendable siempre que necesites el dinero. ¡Qué raro que la conversación acabara tan pronto! Cualquier trabajador de Banco está tan presionado con los objetivos a conseguir que insistiría muchísimo más. Gracias por tu comentario.
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ResponderEliminarMadre mía, a mitad de explicación me he perdido Zarzamora. Si es que los números no son lo mío, yo siempre cuento con el dinero que tengo y por eso mi tarjeta (sólo tengo una) es de débito y no de crédito. Tengo una forma de ser que no me deja gastarme nada de lo que no disponga, creo que tendría hasta pesadillas de ser así. Soy de las que si alguien le deja dinero me lo apunto y al día siguiente lo devuelvo. Así que creo que a mi con eso del pago aplazado no me engancharían.
ResponderEliminarBesos!
Si, normalmente la gente con las tarjetas aplazadas también se pierde. Y pierde mucho dinero. Si se tiene una sola tarjeta, lo mejor es lo que haces tú: una de débito, para controlar siempre. Saludos.
ResponderEliminarMenos mal que leo que tus lectores enloquecen con el baile de números, porque yo... Aquí en la ciudad donde "veraneo" hablando de los bancos con un familiar, llegamos a la conclusión de que, al igual que en las cajetillas de tabaco, debieran poner a la entrada. Cuidado. Està usted en un Banco. Puede ser perjudcial para su dinero y su salud. El Banco puede matarle, por lo menos a disgustos. Eso si no tiene que colgarse de un àrbol.
ResponderEliminarVale, tenemos mala fama, pero ¿Y los abogados, los notarios, los dentistas...? También cobran lo suyo, nos hacen esperar horas en las salas de espera y pagamos religiosamente sin decir ni mú. Parece que es obligatorio poner SIEMPRE a caldo a los Bancos. Tampoco es eso.
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