Un día vino a ventanilla un cliente habitual. Es habitual que venga a la sucursal a hablar con el director, para intentar liarle con negocios fantasiosos que nunca se materializan. No es tan habitual que se acerque a la ventanilla. Y si se acerca, es para sacar dinero, o para cambiar un billete de 500 de dudosa procedencia. No ingresa dinero con mucha frecuencia. A pesar de las telarañas que suelen tener sus cuentas, vive por encima de sus posibilidades. Viste bien y frecuenta lugares caros. Hace meses, cuando abrió la cuenta, comencé tratándole de Vd, pero en vista de que él me tuteaba y que todos mis compañeros le habían apeado el tratamiento, yo también lo hice.
Ese día se acercó a mi puesto con una bufanda alrededor del cuello.
-¿Cómo estás? -me preguntó con su voz susurrante, esta vez ligeramente enronquencida. Es su forma habitual de comenzar una conversación bancaria. El "¿cómo estás?" es su seña de identidad.
-Muy bien. ¿Y tú? -Realmente no sé qué otra cosa podía haber respondido a esa típica pregunta de cortesía, cuya respuesta no suele interesar.
-Tengo un gripazo de aúpa, no me encuentro muy bien -respondió ajustándose la bufanda.
-Pero tú como eres médico, te metes algún medicamento adecuado para el cuerpo y solucionado -le aconsejo.
Hizo oídos sordos a mi comentario. O quizá con su gripazo no lo oyó bien. Y me preguntó:
-¿Tú nunca te pones enferma?
-Pues no, soy una chica muy dura. No recuerdo la última vez que he tenido gripes o catarros. A veces me gustaría estar malita, meterme en la cama con una bolsa de agua caliente, y que en mi casa me mimaran y me llevaran calditos calientes.
¡En qué hora solté ese rollo! Como no había gente detrás de él esperando, me relajé y hablé más de la cuenta. Y en vez de responderme como médico, y recalcar lo bueno, buenísimo, que es tener una salud a prueba de bomba, (que mi marido siempre me lo repite y me aconseja que nunca envidie a los que están de baja, que por algo será, que mejor se está trabajando que en la cama, aunque te mimen) se acercó más al cristal que nos separaba, ladeó la cabeza, entornó los ojillos, no sé si por efecto del catarro o porque pretendía hacerse el seductor, y me propuso susurrante:
-Si quieres, me acerco un poco más y te contagio.
¡Ja, ja, ja! Ni se me ocurrió contestar. En ese momento pensaba en lo que nos íbamos a reir mis compañeras y yo cuando les contara la historia. Hice oídos sordos, confirmé el dinero que quería sacar y se lo dí. Eso sí, se despidió como siempre se despide de todos, lanzándome un besito al vuelo.
Volvió otro día, ya sin bufanda, apestando a tabacazo y blandiendo un billete de 500 euros para que se lo cambiara. Este último día olvidó el "¿cómo estás?" susurrante y no me lanzó besito al vuelo. ¿Quizá tenía prisa?
-¡Chicas!-les digo a mis compañeras entre risas cuando nos quedamos solas- me he quedado sin admirador, hoy no me ha hecho ni caso. ¿A vosotras os ha lanzado el besito?
Algo le pasaba, no lanzó el besito a nadie. Mis colegas se alegraron de que no pasara por sus mesas. Si yo, desde mi parapeto, noté su olor nicotínico, ellas se hubieran desmayado al tenerlo más cerca. ¡Qué admirador tan poco apetecible! Un día con gripazo, otro día con olor a tabacazo y, siempre, con la cuenta bajo mínimos. ¡Menos mal que en la sucursal todos tenemos ya resuelta nuestra vida sentimental! Porque como hubiera que encontrar algo adecuado entre esos ejemplares...
¡Vaya admiradores te buscas Zarzamora! Jaja si te sirve de consuelo, a mi también me suelen acudir este tipo de frikimonsters. ¿Por qué será?
ResponderEliminarBesos
Aquí entra el Réprobo.
ResponderEliminarPero SEÑORA, qué manía tiene a los billetes de 500. Con lo que me gustaría a mí tener uno, ir a cambiarlo y gastármelo a mi libre alberdrío. En cuanto a su "admirador", mire, fui el otro día a un sitio que ahora se llama Banco y me hice ver -solo- a una mesa con un señor que me conocía. Me miró y siguió y dije casi el alto -que te den- y me fui a una aceptable moza, que me atendió debidamente.
¡Si es que no podemos ser tan simpáticas las chicas (o señoras) de las sucursales!. Luego todos los clientes quieren ser atendidos por nosotras y no paramos de currar mientras los compañeros hombres mueven papeles y no hacen gran cosa.
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