martes, 21 de agosto de 2012

Sin fotos no hay vacaciones

Ya he vuelto de mis vacaciones y tenemos a dos compañeros -entre ellos el director- disfrutando de las suyas. No hay nada más relajante que trabajar sin el jefe. Se hace el mismo trabajo pero con más relax, porque no se siente su presión constante ni su agobio contagioso. Yo daría a los jefes no uno, sino dos meses de descanso, para mejorar el ambiente de la plantilla y relajar al personal.

Lo "mejor" de la vuelta de vacaciones son los comentarios tópicos e inevitables: ¿Dónde has estado? Te habrá costado la vuelta. Otra vez a madrugar. Pues no vienes muy morenita. ¿Te quedan días? En agosto todo está muy tranquilo.

Yo también entro al trapo, lógicamente. Es una forma de iniciar una charla como otra cualquiera. Preguntas por las vacaciones o hablas del tiempo. Normalmente la clientela es breve en sus explicaciones y me cuenta más cosas si yo indago. Y es que hay veces que me interesa preguntar, por si yo alguna vez decido ir a los fiordos noruegos en crucero o a un balneario especial. No está mal tener información.

Lo que detesto, porque lo he padecido, son las sesiones de fotos. En una ocasión un cliente había estado en Nueva York y me enseñó un montón de fotos ¡en la pantalla de su móvil!. Esperaba que vinieran más clientes a los que atender para desembarazarme de él, pero no hubo suerte y me tuve que tragar todo el rollo ¡con explicaciones incluidas!

Pero es casi peor cuando un compañero te enseña sus fotos en la pantalla del ordenador cuando ya hemos cerrado al público. Yo soy buena y no me importa ver una selección de 20 fotos, por ejemplo. Pero ver TOOODAS, es decir, unas 300, de tu colega, con gente que no conoces de nada y, además aguantar explicaciones que tú no le pides de cada foto...es demasiado. Cuando me tocó esta tortura aproveché una llamada de teléfono para evadirme con discreción pero... ni por esas. Cuando acabé de hablar, mi compañera me llamó. "Ven, que todavía quedan algunas muy bonitas de la última parte del viaje"

Por eso prefiero que mis compañeros no viajen a sitios exóticos. A nadie que viaje al pueblo o a Benidorm se le ocurre enseñar las fotos.

Este año mi torturadora se va de vacaciones en septiembre a otro destino lejano. Por favor, decidme que puedo hacer para evitar el visionado fotográfico.

3 comentarios:

  1. Uf, a mí me da una pereza horrible eso de ver fotos ajenas, por muy exótico que sea el destino; por ese motivo no martirizo a nadie enseñándole las mías. Con lo bruta que soy, para librarme de algún pesado de estos le diría sencillamente que en ese momento no me apetece ver fotos, pero a saber cómo se lo tomaría...

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  2. Te entiendo. Y lo peor es que mencionen a los que aparecen en la foto por su nombre de pila ¡Cómo si tuvieras que conocerlos!
    No hay un método infalible contra los plastas, pero uno que suele funcionar es la simulación: Simula que alguien te llama por el móvil y levántate manteniendo una conversación ficticia. Si el grado de pesadez del "exhibicionista de fotos" no es enfermizo, tal vez se le pasen las ganas y se olvide de las fotos.

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  3. Pos a mí siempre m'a gustau ver afotos ajenas, excepto después de comer, porque me duermo. Pero desde niño, vamos como soy ahora, aunque un poco gracecito. Fijaisus que los libros que no tienen santos nunca m'an gustau mucho. Yeeeepaaa!!!

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