Poco a poco se van llenando vagones del metro, aceras, cafeterías y oficinas bancarias. Estamos en pleno retorno vacacional. Casi todos hemos vuelto desganados, con una cierta apatía. Va a resultar falso ese mantra de que "el trabajo nos realiza personalmente"
La ventaja de incorporarse en agosto es que la adaptación -al menos en mi caso- fue muy llevadera.
Roque, el director, aún sigue de vacaciones y la directora de zona nos dio tregua hasta este lunes, día en que volvió cargada de energías -malas- que materializa en exigencias siempre nuevas e inalcanzables que traslada por vídeo conferencia a sus subordinados.
Es difícil que alguien que haya pasado unas relajadas vacaciones en la playa, montaña, en algún destino exótico, o vegetando en su casa, vuelva desprendiendo tantas "toxinas" y desconociendo el significado de "empatía".
Afortunadamente Lupe, que en ausencia de Roque está al mando de esta nave, más bien patera, bancaria, sigue tranquila en modo relax agosteño. No le importa mentir a la jefa y decirle con gran desparpajo y seguridad que hemos conseguido firmar esto y lo otro.
Muchos jefes perfectamente prescindibles están ahora asustados porque ven peligrar su puesto con este ERE en que estamos inmersos y que puede mover sillones y categorías. Por eso quieren resultados que les justifiquen, exigen lo indecible y piden el parte diario de cada sucursal, pero tardan en comprobar su veracidad.
Así comenzamos nuestro nuevo curso. Todo sigue igual. Los jefes tóxicos van llegando y en un abrir y cerrar de ojos conseguirán que olvidemos lo bien que hemos trabajado mientras ellos estaban ausentes.
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