Mi puesto, aunque como ya he comentado otras veces, está desprestigiado, es el único que ha de estar siempre funcionando. Cuando yo salgo a tomar algo, Lupe, mi jefa, me sustituye.
Al volver me suelo encontrar un mínimo de tres personas en la cola. A veces, tonta de mí, pensaba que la afluencia masiva le tocaba a Lupe, la pobre, y que estaba trabajando sin parar durante mi ausencia.
-No te imaginas, Zarzamora, que lío en cuanto tú te has ido- me suele decir para justificarse.
-Sí sí, ya veo el regalo que me has dejado -le contesto mientras dejo el bolso a toda prisa y ella, aún con mayor urgencia, me deja la silla caliente enterita para mí.
Lupe muchas veces ni siquiera espera a "acabar" con el cliente que tiene entre manos. En cuanto yo aparezco se levanta y el relax invade su cuerpo regordete. Aparte de dejarme la cola enterita para mí, me obsequia con ingresos de cheques, transferencias, recibos... operaciones que yo hago según las trae la clientela y que ella simplemente sella para que yo lo haga más tarde.
He perdido la inocencia. Se acabó el pensar siempre bien de mis compañeros. Da igual que yo salga a las 10 o a las 12. No importa si estamos a principios de mes o a mediados, Lupe siempre "produce" colas.
Los clientes suspiran aliviados cuando vuelvo a mi puesto.
-¡Qué lenta es tu compañera Lupe!
- Lupe estaba charlando con ese de allí -me indican señalando a Claudio Bobo sin ningún disimulo- y yo, mientras, esperaba aquí sin que me hiciera caso.
-¡Me ha tenido encerrada en la esclusa, con ese pitido horrible y Lupe hacía como que no me veía! ¡A mí, cliente de toda la vida!
El otro día el director, Augusto, en plan chinche, me dice por lo "bajinis"
-Vaya cola has dejado a tu amiga al irte a desayunar.
-¿Yo? ¿Colas? Perdona, Augusto, siempre me voy cuando no hay nadie esperando. Quizá Lupe es más lenta que yo y ella es la que genera las aglomeraciones de clientes que yo me encuentro al volver.
Hace unos días a Lupe la enviaron a otra sucursal a sustituir a un jefecillo de baja. Así funciona mi Banco, parece que sobra gente, pero juegan con el personal de oficinas infradotadas para que apoyen a oficinas en situación aún más lamentable.
Como es lógico, ni a la interesada ni a Augusto les hizo ninguna gracia semejante extorsión, pero poco pudieron hacer ante las órdenes de Recursos Humanos. Alli estuvo Lupe, desplazada un par de días en que yo tuve que apechugar con muchas de sus tareas pendientes aparte de las mías habituales.
Ella tuvo lío, muchísimo. Finalmente le tocó estar en Caja y no paró ni un momento. ¡Qué mala suerte! Le debió tocar la oficina con más movimiento de toda la ciudad.
Yo he estado hace poco en la misma situación. Me tocó ayudar a un pobre director que estaba completamente solo en su oficina. Como Tom Hanks, el naúfrago, en su isla, pero sin pelota a la que hablarle.
Yo trabajé, sí, pero con mucha más tranquilidad que en mi "hábitat" normal, y sin indignarme interiormente cada vez que veo como Maripi, Claudio o Augusto pierden el tiempo. El director, joven, no paró un momento. Formábamos un equipo perfecto. Cuánto tiene que aprender Augusto de estos jefes colaboradores y agradecidos.
Cuando volví a la oficina le dije a Lupe que habían sido dos días de no parar, de mucho, muchísimo lío. No va a ser siempre ella la que esté a tope.
La situación que describes se refiere a una oficina bancaria, pero en realidad podría tratarse de muchos otros sitios de trabajo. Lupes las hay en todas partes y gente que apechuga con su tarea y la de los demás, también.
ResponderEliminarSiempre hay jetas que se escaquean a la mínima oportunidad, pero algunos tienen la pericia de hacer creer que son los otros los que no hacen nada.
Me ha encantado esta entrada.
Un saludo
Gracias por tus palabras y por pasarte por aquí. Un abrazo.
EliminarTú quéjate siempre, Zarzamora, siempre; por desgracia, esto solo funciona si te pasas el día con la lengua fuera, da igual el motivo. Abrazos.
ResponderEliminar