Interior del teatro. El decorado es de una obra diferente a la que reseño. |
El teatro Lara es pequeñito, decorado en rojo y con un escenario modesto. En ese escenario estaba instalada la orquesta y la litera en que ya estaban durmiendo las protagonistas, mientras los espectadores nos acomodábamos en la sala.
Nada más comenzar, una gran cruz se ilumina en el escenario, María, una de las jovencitas que está en el campamento "La brújula" se despierta, y ve a Dios, que le canta canciones de Whitney Houston. "Dios" (el actor Richard Collins -Moore) canta desde el pasillo del teatro o subido en unas escaleras que comunican con el piso superior. Es un actor mayor con muy buena voz.
Tanto María como su amiga Susana,un poco aburridas del campamento de las monjas, deciden largarse de fiesta de noche, sin que nadie las vea. Su travesura supondrá como castigo un par de días sin salir del recinto.Y durante ese tiempo se desarrolla la acción.
María, inquieta por sus visiones, se lo comenta finalmente a las monjas. Milagros es una monja joven, cariñosa, divertidísima hablando. Belén Cuesta, la actriz que la interpretaba, era para mi gusto la mejor de las cuatro actrices. Mostraba ternura, duda, amabilidad, fuerza...
Bernarda, monja mayor y jefa de ese campamento, interpretada por Soledad Mallol (la del dúo Las Virtudes) es más severa, pero también con su punto cómico y tierno.
Y las jóvenes, María (Susana Abaitua) y Susana (Anna Castillo) encarnan a la perfección las dudas y el deseo de encontrarse a uno mismo de todo adolescente. Yo, en mi tercera fila, les veía perfectamente la cara y notaba cómo en determinados momentos lloraban de verdad; vivían las escenas con una emoción tremendamente real.
Aunque hable de lágrimas, la obra es divertidísima, con mucho humor, con conversaciones tan ágiles que parece que están improvisando. La proporción de música y diálogo es muy acertada. No hay burla de la religión -he visto tantas obras en que presentan a curas y monjas de forma grotesca, que por eso reseño este detalle- y los personajes de las monjas y de las jovencitas son entrañables. Yo pienso que los mensajes de búsqueda, de duda, de amor, son universales. Por eso la obra gustará a todos, independientemente de sus creencias cristianas o no.
En las últimas obras de teatro a las que he asistido siempre aparecía un toque homosexual o lésbico. Imagino que en ese afán por normalizar todo, se intenta introducir un detalle gay porque es lo que vende, tenga o no tenga sentido en la trama.
Esta obra tampoco es una excepción. No hay nada de mal gusto y todo es delicado pero, tanto mi hija como yo coincidimos en que era un poco forzado el cambio repentino de alguna protagonista. Y no digo más porque es mejor ver el espectáculo.
No sé si ahora en verano interrumpirán la obra, pero desde luego merece la pena verla. Para reír y también para pensar en temas trascendentes. Porque entre risas y canciones se presenta a un Dios muy musical, que nos quiere felices y que huye de tradiciones severas. Y quizá a todos nos gustaría que, como a la protagonista, Dios nos llamara con música, nos hablara con canciones.
Hola Zarzamora, me he apuntado contigo a esta obra de teatro. Ya el teatro Lara me encanta (siempre he querido actuar en un teatro así) y la obra divertida que nos has contado, gracias. Un abrazo
ResponderEliminarAnímate, que yo creo que hay obra para rato. Un abrazo.
EliminarMe alegro que en una representación de este tipo, con temática tan delicada se haya sabido mantener el humor y el respeto hacia creencias con las que no todo el mundo comulga.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues sí, porque muchas veces se abusa de lo chabacano confundiéndolo con lo gracioso. Gracias por tu aportación.
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