jueves, 12 de julio de 2012

¡Quiero hacer pis!

No me refiero a mí, aunque en ocasiones he dejado esperando a algún cliente de confianza para ir al lavabo porque la cola constante de gente no me daba un minuto de respiro.

Me refiero a la gente, que tiene que hacer trámites y a veces viene de lejos. Se baja en la estación de metro, o de tren, o de autobuses, con la vejiga a punto de reventar y no encuentra ni un lavabo. En la populosa estación de Nuevos Ministerios había unos servicios públicos hace años, muy escondidos, y los cerrraron. Es inconcebible que una estación así no tenga unos lavabos.

En Madrid para hacer pis tienes que ir a cualquier bar y pedir un café, a veces asqueroso, para poder evacuar. Madrid no será la gran ciudad que quieren sus dirigentes mientras no haya más servicios.

En mi sucursal hay clientes mayores, de toda la vida, y si necesitan pasar al lavabo les dejamos. Recuerdo a una señora, ya mayor y que ha fallecido, que tenía cáncer de colon y llevaba una bolsita. Tuvo que pasar al baño. Cuando pasó nuevamente cerca de una de mis compañeras y de mí, las dos notamos muy mal olor. No dijimos nada. Nos dio mucha pena.


¿Pero que pasa con el cliente no habitual al que no conoces de nada? Por motivos de seguridad no deberíamos dejar pasar a nadie, pero un día vino una embarazada que no podía aguantar más y entró al lavabo. Otro día venía un papá con su hijito de unos cuatro años, que no paraba de moverse nervioso. El papá, mientras hacía la gestión en ventanilla, le pedía que aguantara un poco. Le dije "Déjame al niño, pobrecito, que lo llevo a que haga pis" Lo metí a "la trastienda" y le bajé el calzoncillito, los leotardos y el chandal. La verdad es que no hacía tanto frío para ir tan abrigado. ¡Y yo que creía que abrigar mucho a las tiernas criaturas estaba desfasado!

No puedo dejar nuestro lavabo a todo el que lo necesita, lógicamente. A muchos les indico la cafetería más próxima, que aún así está un poco lejos. Pero siempre me da pena. Y es que la gran ciudad no facilita estas necesidades tan humanas.


1 comentario:

  1. Menos mal que, aunque apenas hay retretes públicos, en nuestras ciudades hay cada vez más parques y, en caso de necesidad extrema, echar una meadita contra el tronco de alguno de sus árboles, puede sacarte del apuro. En el caso de las mujeres la cosa es más compleja, pero también suele haber setos muy recogiditos en los que agacharse para desaguar.

    Y si faltan parques, siempre se puede mear entre dos coches. Alguna vez he visto a alguna señora agazapada entre dos vehículos liberándose de lastre asumiendo el riesgo de ser aplastada por alguno de los coches que, sin saber de su existencia, pudiese arrancar y dar marcha atrás. La vida es así, hasta mear tiene sus riesgos.

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