lunes, 6 de abril de 2020

Sumisión total

Estoy un poco harta de este encierro. Entiendo que es necesario, pero las únicas palmadas de alegría (de solidaridad más bien) las dejo para las ocho de la tarde. Sorprendentemente son mis hijos veinteañeros los que mejor llevan esta situación, no sé si por su querencia a las comunicaciones, juegos y trabajo en línea.

En fin, que me he convertido en la "rebelde" de la casa, la "quejica". Un día a la semana voy con mi jefe a revisar el cajero de la sucursal, contabilizar y solventar alguna incidencia. ¿Quien me lo iba a decir a mí? Ese día es una fiesta. No me maquillo ni me echo pintalabios para que la mascarilla blanca no se ensucie. Llevo mi salvoconducto de trabajo en el bolso y me permito la pequeña pillería de bajar en una estación de metro anterior a la mía para caminar algo más, sentir el sol, ver coches, gente desplazándose... Algo impensable en mi barrio, que no es céntrico y donde la gente cumple muy bien todo lo encomendado. 

Algunos vecinos incluso se convierten en "mini-polis" acusadores. Desde sus ventanas -tenemos un amplio patio central- observan críticos la breve charla de algún vecino con el portero y entrecierran los ojos para intentar medir la distancia entre ellos. O gritan destemplados a alguna madre que se atreve a sacar unos minutos a su bebé para que le dé el sol en el patio solitario.


Una pena. Esta crisis sacará lo mejor y lo peor del ser humano.

El otro día hablé con una de mis tías que está sola en casa. Tiene 90 años muy bien llevados. Tenía comida suficiente porque uno de mis hermanos les había llevado un pedido a ella y a mis padres, que viven muy cerca. La noté resignada pero un poco aburrida ya. Se le habían acabado los pasatiempos y los libros. 

Como la norma indica que hay permiso para  ocuparse de los mayores decidí ir a llevarle lo que para ella eran artículos necesarios. Y es que... no solo de pan vive el hombre. Yo no conduzco y decidí ir andando durante un kilómetro más o menos, como siempre he hecho. Iba temerosa de que alguien me diera el alto, de que mi justificación les pareciera una estupidez. Me sentía casi una malhechora. No me crucé prácticamente con nadie y si veía a alguien, de forma natural cada uno se apartaba hacia el otro lado de la acera. Ya no se cruzan palabras. Yo al menos incluso miro hacia el otro lado para que el virus que pueda haber en suspensión no me alcance.

Subí al piso  de mi tía y no entré. Abrió la puerta y, ella en su casa, yo en el descansillo, hablamos unos minutos e intercambiamos bolsas con libros. La vi bien, disgustada porque, según ella, el pelo no le queda bien cuando no va a la peluquería, y contenta de tener material para ocupar la reclusión. Se me fueron de golpe mis reparos. Se había sentido feliz durante ese rato y se quedaba con mejor ánimo. Le recomendé que no dijera nada de la visita al resto de mis hermanos porque imaginaba que me pondrían la cabeza como un bombo y me tacharían de irresponsable.

Yo tengo suerte de tener hijos mayores y un piso que recibe algo de sol. Me falta una terraza, la verdad, que en estos momentos valoraría más que unas futuras vacaciones en un balneario. Pero nos arreglamos bien.

Pienso en los niños, los grandes damnificados de esta pesadilla. Creo que es una gran injusticia que se pueda pasear a la mascota y no se pueda pasear diez minutos con un niño, salvo que se vaya a comprar. No veo yo lo más adecuado ir con un crío al súper cuando recomiendan mantener las distancias y hacer una compra rápida.

Es cierto que toda esta crisis nos ha venido grande y se ha ido gestionando sobre la marcha, pero me asombra lo sumisos que somos. El espíritu crítico se nos está quedando en el camino. En mis grupos familiares a algunos casi les parece anatema proponer que los críos den un paseíto al aire libre.

No sé si estarán influyendo todos los famosos y personajes que en sus redes recomiendan con alegría "quédate en casa". La realidad es que hay gente en simples habitaciones; otros en bajos oscuros, en pisitos normales... Los más afortunados en áticos soleados, adosados, chalets, fincas en el campo. No es lo mismo donde estés encerrado. Ni con quien. Ni con cuantos.

Los mayores sin niños lo podemos sobrellevar más o menos. Los padres con niños, que tienen que compaginar teletrabajo con los deberes de los niños, la compra y la limpieza son, junto con sus hijos, otros  héroes de esta epidemia a los que yo incluyo en mi aplauso de la tarde. 

¡Para que luego venga algún dueño de mascota a criticar la posibilidad de que los niños salgan, con las debidas precauciones,  a airearse y a mantener la cordura!


10 comentarios:

  1. La verdad es que los paseadores de mascotas se han multiplicado por mi barrio y algún anciano caminante que no se que entenderá con que entra dentro de los parámetros de riesgo.
    Yo también he reflexionado estos días con lo de estar enclaustrados, pues como bien dices no es lo mismo estarlo en un chalet con parcela que en un apartamento del centro. Hacerlo en solitario o con más individuos. Tampoco la convivencia debe de ser fácil, como ejemplo "El gran hermano" O salimos reforzados de esta crisis o medio gilipollas ¡Sí! cada uno un poquito más de lo que ya pudiera ser. Nos estamos poniendo a prueba en circunstancias poco favorables.
    Un abrazo libre de carga viral.

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  2. Son tantos los casos que se esconden en cada casa, tantas necesidades. Lo ideal es que el sentido común organizara todo esto, pero por desgracia, es el menos común de los sentidos y no podemos saber quién será el descerebrado que nos ponga en peligro a los demás. Y lo que es indiscutible es que las situaciones extremas sacan lo mejor y lo peor de cada uno; en este caso, creo que gana la mejor versión. Abrazos y ánimo.

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  3. Muchas veces pienso que estoy en situaciones favorables si comparo con lo que pasa mucha gente. Cuando veo tanto comercio cerrado me pregunto cómo podrán superar esta crisis todos esos pequeños propietarios. Pero la mente es libre y el encierro, por bien que se quiera llevar, nos va a trastornar un poco a todos. Mucho ánimo a todos vosotros y desde aquí muchos abrazos sin carga viral.

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  4. No quiero decir nada con ello, pero he pasado muchos años en barcos mercantes pequeños y a veces malos durante días semanas "enlatados". Habiendo de quince a veinte personas solo hablaba ocho o diez. Así que esto no me es desconocido. Habrá que pensar el las monjas de clausura y en los presos de las cárceles. El que no se consuela es porque no quiere. Simbad el marino

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    1. Lo del barco es peor. Pero yo conozco monjas de clausura con estupendos jardines. Quizá ahora me cambiaría a su residencia. Un abrazo.

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  5. Hartos estamos todos. Pero es lo que nos toca. Yo no estoy tan sensible por el tema "niños". Será porque no los tengo aunque sí sobrinos, en la adolescencia, y están resignados. A mí lo que más me duele son los ancianos. Tanto los que viven solos como los que están en residencias. Ahí es donde me toca a mí. Y encima las noticias son demoledoras. Ni quiero escucharlas. Así que, me retiro a mi rincón, porque sé que cada uno se está lamiendo sus propias heridas y está aguantando su vela como puede. Saludos.

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    1. Sí, yo también me "censuró" noticias para no ver todo tan negro. Un abrazo.

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  6. Espero que el encierro les deje el suficiente espíritu crítico cómo para cuestionar cómo se hicieron muchas cosas. Ser comprensivo con esta situación tan inesperada no implica ser acrítico. Un abrazo y buena salud.

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  7. Hola Zarzamora, una visita, que no me olvido de ti. Estos meses son difíciles para todos. Lo que está claro que esta epidemia de coronavirus, es más grave de lo que nos cuentan. Yo también selecciono noticias, de hecho, solo vemos en casa películas después de comer y el resto a compartir momentos o a aislarnos con nuestras pasiones. Yo he comenzado a hacer vídeos para las amistades. Ahora te dejo al final el enlace, al menos te dejaré una sonrisa. Con respecto al espacio, yo también vivo confinada en un piso muy pequeño, cincuenta m cuadrados junto a una carretera. Así que solo me queda mirar para el cielo desde las ventanas. Pero es lo que hay, debemos aguantar y mantener la mente sosegada y distraída, es lo más sano. Así que fuerza y salud. Y ese espíritu crítico, va a salir, descuida, porque el "acojone", el miedo a esta epidemia es lo que ahora nos deja indefensos. Nos inmunizaremos ya lo verás, tarde o temprano. De todas formas todos tenemos "en esta encerrona" nuestra capacidad crítica, yo lo hago a mi manera lo verás en los vídeos. Un abrazo fuerte.
    https://www.youtube.com/channel/UC5MAP0d4CgyohVocI_KLibQ

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  8. Muchas gracias por invitarme a tú canal. Qué envidia sana me da ver tu energía y tu iniciativa. Un abrazo.

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