jueves, 29 de agosto de 2013

Siempre conectado

¡Uff, el director de mi oficina vuelve mañana de sus vacaciones! Mi compañera estaba hoy un poco nerviosa ante  la perspectiva de oír su nombre repetido una y mil veces desde el despacho preguntándole y ordenándole mil cosas. 

No sé dónde ha ido mi director de vacaciones, ni me importa, la verdad. Él no cuenta nada acerca de sus destinos vacacionales y tampoco se interesa lo más mínimo acerca de nuestras actividades de ocio. En cuanto llega, su único pensamiento es el Banco. 

Durante este mes ha llamado ¡todos los días! para interesarse por la marcha de la sucursal. No sé si eso es ser muy responsable, muy tonto o muy desconfiado. Él es de esos especímenes que disfrutan llamando a su trabajo desde el chiringuito donde toma las patatas bravas, desde la hamaca de la playa donde, sudoroso, se tuesta al sol o desde el sofá de la casa del pueblo donde bosteza mientras espera que le sirvan la comida viendo a Jordi Hurtado en "Saber y ganar".

En fin, que ya son ganas de tener esa dependencia. Cuando los demás nos vamos de vacaciones siempre decimos lo mismo: "No llaméis salvo que sea urgentísimo" Y nunca se llama a alguien que está en su tiempo de descanso. Augusto, el director, es de otra pasta. El Banco es su vida y tiene una relación de dependencia total con él. Es como la mujer maltratada que no sabe romper con el novio o marido que la humilla.     
            
Y en esta nueva dependencia, conexión o esclavitud, el teléfono móvil, portátil o celular ha tenido mucho que ver. Me contaba el otro día un cliente que en su empresa, un prestigioso bufete de abogados, en cuanto los contratan, les hacen un regalo "envenenado", un móvil. Les llaman en cualquier momento. Incluso en vacaciones ya tienen la rutina, antes de irse a dormir, de comprobar si tienen algún mensaje de última hora.

¡Ay, que me estoy liando! Que a mi director no le llamamos durante sus vacaciones, que hacemos las cosas bastante bien los que nos quedamos. Es él el que nos llama, el que se flagela al enterarse de la cantidad de problemas que tenemos que resolver en su ausencia, el que se amarga los últimas días de su descanso estival pensando en todo lo que le espera a la vuelta.


¡Pobre Augusto! Siempre con la tecla "on" para el trabajo. 
Quizá para la vida familiar tenga el "off"

13 comentarios:

  1. Hay muchos jefes así por desgracia. El mío es igual pero lo peor no es que llame mientras está de vacaciones, sino que llama a gente, como yo, que también está de vacaciones y que no quiere saber nada del trabajo durante ese tiempo. Este año me he librado supongo que debido a que el pasado verano no le contestaba el teléfono la mayoría de las veces a ver si así lo pillaba. Pero me consta que es de los que tienen a la secretaria todo el día localizándole a gente y pasándole llamadas, aunque esté en Argentina (imagínate las facturas de teléfono, pero eso debe ser que no importa a pesar de apretarnos a todos y quitarnos pagas extra). Para mi esa gente dependiente del trabajo se equivoca completamente, vida sólo hay una y lo importante es tu gente, familia, amigos etc, de eso es de lo que deberían ser dependientes y si no quieren serlo, por lo menos que no amarguen la vida a nadie de los que pensamos diferente.
    Besos!

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    1. Hoy le digo al dire: Tomátelo con tranquilidad, que es tu segundo día. "Sí sí, eso voy a hacer, solo me quedaré hasta las ocho (de la tarde)" !!!!!!!

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  2. Tenías que responderle eso de ..... "Como dijo Herodes .....

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    4. Tranquilo, a mí también me pasa que a veces pongo dobles los comentarios.

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  3. Seguro que llama por una de estas dos cosas, o por las dos:
    1.- Porque no sabe qué hacer en su tiempo libre.
    2.- Por aparentar.
    En cualquier caso, es un pringao.

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  5. Pues eso de que llame todos los días está claro que es una enfermedad. Se creerá un gran jefe imprescindible, como muchos otros que hay a lo largo y ancho del pais, cuando quien realmente sostiene el mundo son los de abajo, los Pilares de la Gran Vida de los de arriba: empleados de la limpieza, empleadas de hogar, peones de la construcción, conductores de autobuses, recolectores agrícolas, empaquetadores en empresas, carteros, reponedores de estanterías en hipermercados, etc, etc, etc.

    La diferencia es que esos Pilares son fuertes y sanos, personas sencillas con criterios lógicos. Mientras que los de la Gran Vida, los que son sostenidos, son frágiles marionetas del poder, sin la independencia del peón que cuando tiene tiempo libre puede ir al monte a disfrutar de los caminos, mientras que las marionetas en su tiempo libre solo pueden seguir trabajando, cerrando negocios en el campo de golf.

    Unos viven para ganar. Otros ganan para vivir.

    Entonces resulta que realmente, los peones viven, mientras que los poderosos de Gran Vida se van muriendo sin darse cuenta.

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    1. Estoy completamente de acuerdo. Me apunto a los que ganan para vivir y... viven con ganas. Gracias por tu comentario. Un saludo.

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