sábado, 22 de julio de 2017

Alegría por la desgracia ajena

¡Vaya título que he puesto! Podría disimular diciendo que esto le pasó a un amigo mío, muy amigo, como a veces hace la gente que intenta ocultar sus malas actuaciones. ¡Pero es que estoy tan contenta de que Lupe, durante mis vacaciones lo haya pasado tan mal! Vamos, que no tengo absolutamente ningún remordimiento al pensar que esta experiencia "al límite" le ha venido muy bien.

Poco antes de vacaciones tuve 
un encontronazo con Lupe, mi jefa, a la que a veces se le sube el cargo a la cabeza. Ambas nos pusimos en modo "mercadillo" y empezamos a lanzarnos dardos. El enfado no se me pasó con facilidad. Me sentí bastante menospreciada por una jefa que no me defiende y que se suma a los ataques de Augusto.

Todo empezó con los mil problemas que tenía con mi terminal, que iba mucho más lento de lo normal. Era evidente que había que cambiarlo. Se organizaban colas, pero nadie me ayudaba mínimamente.



-Que esperen.
-Es lo que hay.
-Que se hagan las operaciones por Internet
-Siempre vienen los de siempre y son clientes que no rentan al Banco.
-Los comerciales tienen que llamar y no les puedes derivar nada.
-Asúmelo, tú tienes que hacer toda la operativa, no solo la de efectivo.

Todos estos brillantes razonamientos me soltaba mi jefa ante mis educadas peticiones de ayuda. Los clientes lanzaban sapos y culebras de todos mis compañeros: en su ingenuidad pensaban que no querían atender a nadie, les era difícil ver que se estaban dedicando plenamente a hacer llamadas inútiles. 

Un cliente habitual interpuso una reclamación diciendo que en esa oficina había tenido que esperar un montón y que la única que trabajaba era la señorita de ventanilla. Esto enfureció a Lupe, que mascullaba:

-¿Sabrá este cretino quien trabaja aquí y quien no?

A pesar de mis problemas, el director me seguía exigiendo que pasara a su despacho, con el resto de compañeros, cada mañana, antes de abrir al público, para escuchar las mismas tonterías de cada día y consolidar la ineficacia más total.

Un día me harté, dije que me iba, que ese tiempo que ellos perdían lo aprovecharía para trabajar, que nadie me ayudaba en nada y que mi prioridad era la clientela. Y salí dando un portazo. Quizá lo del portazo estuvo mal, pero solo eso. Además, así no se le escapaba a Augusto el aire acondicionado de su despacho. Es el típico majadero que en invierno tiene su despacho como un horno y en verano como una nevera.

Se instaló una frialdad como la del despacho entre Augusto y yo y nos comunicábamos con monosílabos. Yo estaba encantada de esta situación. Cuanto menos trato tengo con el director, más contenta estoy.

Pero Lupe no iba a dejar pasar la ocasión. En vez de apoyar mi decisión de trabajar desde primera hora, se decantó por el apoyo incondicional al director.

-No voy a consentir un comportamiento así que está fuera de todo lugar. Que sepas que puedo llamar a personal y que te cambien de oficina.

-Hazlo, llama a personal, a ver si crees que te van a enviar a un empleado que trabaje como yo. Vas a saber lo que te espera si me voy. Yo también diré en personal que estoy sola en la oficina mientras los otros cuatro empleados estáis reunidos diariamente ¡durante dos horas!

Lo mejor estaba por venir. Tuvo que mencionar la sacrosanta venta.

-Y no eres la única que trabaja. A ver si te enteras de que tienes un sueldo gracias a lo que vendemos los demás -me soltó Lupe, bastante crecida. 

-Te olvidas del servicio pos-venta y del mantenimiento de la clientela, que lo hago bastante bien -le respondí.

En fin, así seguimos, ambas alteradas. Yo me fui de vacaciones a los dos días de este altercado y nos despedimos fríamente. Ni le dije dónde iba a ir de vacaciones, porque eso se lo cuentas a la gente que te importa, y en esos momentos Lupe me daba igual.

Cuando yo he vuelto, ella ya no estaba, había comenzado su descanso veraniego, pero la clientela y mis compañeros me han puesto al corriente. Augusto no me ha comentado nada de lo sucedido en mi ausencia. Seguimos tratándonos con fría educación.

Durante mi ausencia ha habido colas tremendas porque el terminal de caja seguía funcionando muy mal. Algunos clientes se iban hartos de esperar, otros aguantaban estoicos una hora o más. Hubo un amago de recogida de quejas por escrito entre los clientes de la cola. Lupe les ponía a todos mala cara porque ya no daba más de sí. Para ella, todos son unos viejos latosos y, desesperada, les derivaba a los comerciales. Cuando Augusto la interrumpía para que le hiciera alguna operación "por detrás" (algo que a mí me hacen con asiduidad recriminándome cuando les digo que esperen su turno), Lupe no le hacía ni caso. Tuvo que registrar seis reclamaciones de los clientes, hartos de la situación. No tenía tiempo ni de salir a tomar algo rápido que le ayudara a aguantar el ritmo.

En fin... Lupe ha tenido una inmersión total en el día a día que yo suelo tener. Ha padecido un par de  semanas caóticas en este puesto que, según todos, está condenado a desaparecer porque los importantes son "ellos", los que venden y me dan de comer. 

Pero, amigos, una cosa es la teoría y otra la realidad. Os guste o no, en las oficinas aún se maneja dinero y, de momento hay muchas Zarzamoras en este puesto. Todas las Zarzamoras del Banco nos vamos de vacaciones y, entonces, vosotros, jefecillos/as que os creéis que vais a heredar el Banco, bajáis a la arena, como los gladiadores, y sabéis lo que se trabaja aquí.

Será casualidad, pero cuando volví de vacaciones, tenía un equipo informático nuevo en ventanilla. Imagino que al verse tan desbordada, Lupe, por fin, hizo las gestiones oportunas. Cuando yo me quejaba me decía que esperara, que ya traerían el nuevo ordenador, que mi problema era que no sabía manejar el estrés.

Sí, me sigo alegrando de que lo pasara tan mal. Y me doy cuenta de que es ella la que peor maneja el estrés en situaciones límite.

7 comentarios:

  1. Esta claro que lo de ponerse en la piel del otro, sobre todo en cuestiones laborales, no se da mucho y Lupe ha pagado por ello. Y bien. Y te entiendo perfectamente.

    Por otro lado, como conozco como funcionan las oficinas bancarias, porque he trabajado en algunas, decirte que te entiendo es muy fácil, otra cosa es que me ha encantado la manera en que lo has narrado. Y, por cierto, me llevo apuntado lo de ponerse en "modo mercadillo", que me ha llegado al alma.

    Un beso.

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    1. Sí, sí, lo de "modo mercadillo" es de mi cosecha. Recuerdo los gritos y las peleas en las colas cuando acompañaba a mi madre hace muchos años. ¡Siempre vas a los puestos dónde hay más cola! me quejaba. El calor del verano, la gente, los gritos... Mi oficina también ha estado en "modo mercadillo" Besos y feliz verano.

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  2. Pues querida Zarzamora, yo también me alegro, porque hay muchas Lupes por ahí sueltas, si lo sabré yo. Y ya va siendo hora de darles en los morros. Enhorabuena por tu ordenador nuevo. Abrazos.

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    1. A veces preferiría jefes nuevos, pero quizá no me dieran tanto juego en el blog. Un abrazo.

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  3. Despachamos a los clientes de la oficina, les pedimos que operen a través del cajero y de internet, y cuando a nosotros nos interesa les llamamos por teléfono para ofrecerles nuestros productos. Mi Lupe también es muy desgraciada, cuando estoy de vacaciones es cuando más afluencia hay en la oficina, la pobre tiene muy mala suerte, o ¿es que no le cunde el trabajo?. Ja,ja. Un abrazo a todas las Zarzamoras.

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    1. Y un abrazo a todos los ventanilleros/ as de mi Banco y de todos, porque parece que no hay diferencias en nuestra relación con los jefes. Veo que nuestras experiencias son idénticas. Gracias por pasarte por aquí.

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  4. Anda que no te has despachado a gusto. Vamos que has quedado como un Pachá, o... será como una pachaesa. Sin pensar que a tus pobres superiores inmediatos le habrán mandado más de una vez a a.. algún sitio poco recomendable. Bueno aunque depende. Belcebú.

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