lunes, 26 de febrero de 2024

"Tenemos que quedar"

Hace un par de semanas quedé con dos compañeras de la Universidad a las que suelo ver una vez al año. Siempre nos vemos porque soy yo la que llamo, la que propongo un día y una hora. 

La mayoría de la gente se conforma con la manida frase de "ya quedaremos" y luego nunca se queda. Buenas intenciones y palabrería hueca.

En esta ocasión yo propuse varios días y una de las amigas no podía por líos de trabajo. La otra, ya jubilada, estaba pendiente de los médicos de su hija (28 años y con pareja) que tiene una lesión en el tobillo. A ambas les pareció bien posponerlo.

La semana anterior a la probable cita murió mi suegra y tuvimos que desplazarnos para entierro y funeral. Con casi 104 años, a toda la familia nos entristeció mucho, pero nos ha consolado que ha podido vivir en su casa acompañada de sus hijos -que se turnaban en los cuidados- y con cuidadoras durante el día. Ya no conocía, ni hablaba y no se movía, pero quiero creer que en su interior notaba que estaba en su ambiente, bien cuidada, con sus cosas y en su casa de toda la vida. 

Afortunadamente no pasó más que dos horas en el hospital y marchó para la eternidad tranquila, sin desgastar a los hijos con dolorosas, largas, e inútiles estancias en el hospital. ¡Descansa en paz querida suegra, en ese bonito cementerio con esas vistas maravillosas a los montes verdes de Cantabria!


Después de esa semana de pérdida y encuentros familiares, volví a mi vida en la gran ciudad.
No puse a prueba a mis amigas esperando que cualquiera de ellas convocara en firme. Nuevamente fui yo la que recordé que esa era la semana que "les venía bien a las dos".

Y sí, al final quedamos, después de año y medio sin vernos. Quedamos en mi barrio, comimos en un restaurante, charlamos y lo pasamos muy bien. Siempre fluye la conversación de forma muy agradable, no hay incomodidad, ni silencios, ni reproches. Nos ponemos al día con nuestras vidas y con las de nuestros hijos, que tienen edades similares. Como siempre, ellas estaban muy agradecidas de que yo, una vez más, las convocara. Y al final se me pasó esa desagradable sensación de que siempre tengo que ser yo la que convoque y la que, aunque mínimamente, organice.

Pensando, pensando, me he dado cuenta de que tenemos un grupete de jubilados de Banca que han pasado por mi oficina en distintas épocas. Ese grupo se organizó el año pasado para una comidita. Cuando yo aún trabajaba me encargaba de llamar a todos y hacer una comida común en fechas cercanas a la Navidad. Sí, yo, la única currante en aquel entonces, era la convocante. Seguí la tradición y fui la que "tiré" de todos para la última cita gastronómica. Este año el grupo está mudo y nadie hace intención de quedar. De momento no voy a tirar de este otro carro. 

Tengo una familia extensa, vecinas con las que quedar y pasear, actividades... No necesito más vida social, pero me da pena que muchas amistades se vayan perdiendo por desgana y desidia. Me harta ser la única que ejerce de "pegamento" grupal.



No hay comentarios:

Publicar un comentario