domingo, 14 de julio de 2019

¡No me eche sus babas!

He estado unos días de vacaciones y la vuelta ha sido un poco dolorosa. Esperaba encontrar a mi regreso algún mensaje de aceptación de mi solicitud para irme de este Banco que me da tanto juego literario pero que cada vez me desgasta más. Sí, me he apuntado al ERE y, de momento, no he sido agraciada.

Fijaos como están las cosas que hay más empleados que quieren largarse que oferta de despidos de la empresa. De momento hablamos entre nosotros; todos conocemos a unos, a otros. Hay una "radio macuto" constante. Parece que están empezando a marchar los más mayores, los más problemáticos, los vagos, los de bajas duraderas... Entiendo que desde el punto de vista de la empresa lo mejor es librarse de éstos, pero para todos los solicitantes dejar de trabajar es un premio y nos fastidia que este "regalito" se lo estén llevando, de momento, muchos de los "pájaros" que menos han aportado en el trabajo y que más nos han hecho trabajar al resto a causa de su desidia.

Estoy deseperanzada. En mi oficina todos me dicen que no me haga ilusiones, que para mí no va a haber plaza en este barco que zarpa. Claudio y Tolosa son más o menos de mi edad, pero ellos no quieren, o pueden, ganar menos, así que seguirán en la brecha, generando reclamaciones de los clientes. No participan en el "sorteo" de bajas voluntarias.

Hoy ha habido movida grande, con gritos en el patio de operaciones y peligroso acercamiento físico entre Claudio  y un cliente mayor, adusto, que siempre viene acompañado por su perrito y que nos cae mal a todos.

No hay razón muy objetiva para que todos le detestemos. Es algo visceral. E injusto, lo reconozco. Nos harta que venga casi todos los días, que estando jubilado siempre aparente una prisa extrema, que tenga cara de mala uva permanente. Pero cada cual es como es y tiene todo el derecho a venir y a hacer sus operaciones, aunque sea bastante plasta.

Yo estaba atendiendo a otra persona. Era un asunto de revisar todos sus datos, actualizarlos y firmar muchos, muchos papeles. Era cliente de otra oficina y para evitar las idas y venidas hasta el puesto de Claudio, sus excusas, sus noes, su "estoy ocupado", "tengo muchas cosas urgentes"... he decidido atenderle yo.

-Se va a producir una cola de narices -pensaba- pero me da igual. Aquí, uno después de otro.

Al muchacho le he avisado de que todo su proceso tardaría unos 20 minutos. Se ha quedado asombrado, porque pensaba que esto era rápido pero lo ha tomado con buen humor y hemos decidido cronometrar el tiempo.

En este momento ha entrado D.Marcial Correa Can y le he avisado de que iba a tardar un poco. 

-Solo vengo a pagar una multa -a D. Marcial le ponen multas casi semanalmente- Imagino que al ser por cuenta lo podrá hacer cualquiera- me dijo todo serio.

Yo ya detectaba que algo iba a pasar pero, sinceramente, me daba igual. Le dije cortésmente con un leve encogimiento de hombros:

-Solamente está mi compañero. Como Vd. quiera.

Porque el director, como todos los directores que yo he conocido, jamás sale fuera del despacho aunque la mitad de la plantilla esté de vacaciones.


Claudio no tenía a gente, no estaba hablando por teléfono. Quizá estaba haciendo alguna tarea en el ordenador que tendría que interrumpir para atender a Marcial.  Pero trabajar con interrupciones es el pan nuestro de cada día.

No he oído el grueso de la conversación porque estaba centrada en mi tarea. Pero las voces han subido mucho, muchísimo, de tono. Me daba vergüenza ajena lo que estaba escuchando mi cliente.

Marcial gritaba:

-¡Pues me va a atender Vd!

Claudio replicaba:

-Pues esto es un asunto de operativa y yo no se lo voy a hacer porque estoy ocupado.

Para Claudio todo, todo, es "tarea operativa", o sea, mía. Dirige el tráfico siempre hacia mí con una desenvoltura pasmosa.

-¡Vd, no está haciendo nada ahora!- le dice Correa cada vez más alterado.

-¡Eso lo dirá Vd. A mí Vd no me dice si hago o no hago. No se meta en mi trabajo!. ¡No se acerque, no me eche sus babas! Le voy a echar de la sucursal porque tenemos derecho de admisión.

Todo esto vomitaba Claudio Bobo fuera de sí. Había perdido totalmente los papeles.

Por fin salió el director, Roque Ronco, que casi los tuvo que separar. Metió a Marcial en el despacho y, al poco, salió y se puso a mi espalda.

-Mira, esto es lo que quiere pagar el Sr. Correa...-me dijo suplicante.

Me dio un poco de penita de la situación de mediador obligado de Roque. Es otro inútil que no sabe solucionar cosas fáciles a los clientes. Roque no sabe. Claudio no quiere.

-Mira, yo ahora no puedo interrumpir el proceso éste de modificación de datos porque se me va todo a la porra, pero haz una copia del documento, toma nota de la cuenta y sella su papel, que yo paso luego la multa sin problemas.

Ni me fijé en qué momento salió Marcial. No sé con qué cara volverá ni cómo se mirarán a partir de ahora Claudio y él. Mi conclusión es clara:

Marcial es un "prisas" que debería ser más paciente. Lo único que hace es pasear a su perrito.

Claudio es un jeta que sigue con los ramalazos de director que ya no es.

Yo... he pasado un buen rato como espectadora... ¿inocente? La verdad es que me lo veía venir. 

Y el cliente al que yo he atendido porque sabía que Claudio le rechazaría se ha ido a los 30 minutos de comenzar el tedioso proceso informático.¡Ilusa y optimista de mí! He tardado más de lo que pensaba con un único cliente. Ha sido muy laborioso ponerle al día todos sus datos, sus domicilios, teléfonos y hacer digitalizaciones varias en este sistema infórmatico penoso! Pero su "experiencia de cliente" como se dice ahora, ha sido ¡única! Se ha marchado encantado con mi atención y con espectáculo gratuito. Seguro que nunca antes había visto ni escuchado nada igual.

3 comentarios:

  1. ¡Qué vergüenza! a lo que estamos llegando con tantos imbéciles, inútiles y cara duras. fiel reflejo de los que ostentan el poder y dirigen un país de conformistas.
    Espero que consigas irte de ahí...Pero si lo haces ¿Con qué anécdotas nos deleitarás?
    Un abrazo.

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  2. Hay que reconocer que, aunque ciertos memos que pueblan el paisaje laboral nos pongan nerviosos, sin ellos todo sería más monótono y carente de emoción.

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  3. No puedo creer que en un Banco se lleguen a ese tipo de conversaciones. Bueno Zarzamora, al final sentirás esa sensación tan gratificante que te vas a casa con el deber cumplido. ¡Cogno, dónde habré oído yo eso! Il Diábolo.

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