martes, 18 de junio de 2019

No aguanto a tanto viejo

Tengo suerte de no ser conocida, ni tener miles de seguidores.. No estoy sometida al escrutinio público y puedo decir lo que me apetece, aunque no esté bien visto. 

El título de mi entrada se las trae. Decir "no aguanto a tanto viejo" en este siglo en que la ancianidad está súper protegida (descuentos en transporte y medicinas, todo tipo de pruebas médicas, viajes del Imserso muy baratos, pensiones que nosotros no veremos, sociedad con sentimiento exacerbado de culpa si algún viejecito muere en soledad...) Como en todo, hay excepciones, pero pienso que España es un paraíso para los ancianos.



Y los bancos son, junto con algunos centros comerciales, uno de sus lugares favoritos para pasar el tiempo. Hay días que cuando, ya a última hora, me viene otra anciana, tengo ganas de gritar. 

-Dame los movimientos de la cuenta.

Se los doy

-Hazme esta transferencia.

Se la hago. Pese a las presiones de Aracné, la responsable digital de la zona, desisto de intentar que muchos de mis viejos usen el móvil para operar.

-Vuelve a darme los movimientos.

¡¡Aaargg!! ¿Otra vez? Voy aprendiendo y ahora me niego a darles los movimientos al principio. Solo se los imprimo cuando han hecho todo lo que tienen que hacer.

-¿Y qué es esto?

-Un recibo de "Susurros"

-No, no, no, esto no es mío.

Y tengo que buscar en las tripas del recibo hasta que el viejito recuerda que es el pago aplazado de su audífono.

Tengo una octogenaria que constantemente pierde tarjetas, olvida el "Pin", no identifica las compras que hace, intenta usar tarjetas que había dado por extraviadas y se bloquearon.

Otra, no sé por qué motivo, me marea con sus dos cuentas. Saca dinero de ambas cada vez que viene y me pregunta ¡a mí! qué recibos le van a pasar.

-Menchu, eso lo sabrás tú. Tú sabrás lo que pagas en tu cuenta.

No me da ninguna pena cuando algún mes se queda en rojo en una cuenta. Le he advertido reiteradamente de la inutilidad de tener dos, que es más práctico tener una sola.

Pero esto no es nada comparado con un enfermo de Alzheimer que viene cada semana. Mis plegarias se resumen en "Dios mío, por favor, que incapaciten a este hombre ya"

Yo trabajo en un Banco, que no es una ONG, ni una residencia, ni una consulta psicológica, ni un taller de autoayudas. A Alfredo, el señor del Alzheimer, le trae un chófer que le espera en la puerta. Sus hijos le van a incapacitar, pero de momento él viene y va por la ciudad con el chófer sin la compañía de ningún familiar.

Y yo no puedo más, como dice la canción, porque siempre se repite la misma historia. Intento convencerle de que no saque mucho dinero porque, según su hijo, luego lo regala o lo pierde. Pero, caramba, el hijo no puede delegar en mí esa responsabilidad. Tiene Alzheimer, pero a veces no me cree cuando le digo que no me queda apenas dinero y solo le puedo dar 300 EUR.

-Alfredo ¿Por qué no te acompaña uno de tus hijos al Banco? Se te olvidan las cosas y deberías confiar en la familia. No estás para ir solo por la ciudad.

Pero no, piensa que sus hijos le van a saquear. Echa de malos modos al chófer cuando entra a buscarle porque piensa que quiere cotillear sus cuentas...

Y yo, cada vez que entra este hombre al que he conocido con 20 años menos, cuando iba acompañado de jovencitas que iban con él por el dinero, cuando vestía prendas de marca, cuando se permitía algún retoque estético, tengo ganas de esconderme en el baño y no salir.

Quiero que esta pesadilla se reparta un poco y que le atienda cualquiera de mis compañeros, porque cada vez que viene me organiza una cola de narices, no entiendo sus balbuceos, no sé lo que quiere. Le anoto las cosas, le explico lo que tiene y... da igual.

Sus bolsillos son como el bolso de Mary Poppins. Todo lo guarda ahí, arrugado. Todo lo olvida. Tiene ratos de lucidez en que parece convincente, y luego vuelve el caos.

No sé cómo librarme de él de manera educada. Vale, está enfermo y tiene una cuenta con nosotros. Me llamareis mala persona, pero no me da pena él. Me doy pena de mí misma cada vez que viene.

Y, en general no me compadezco de tanto viejo pesado que hace de su visita al Banco una rutina diaria. A determinadas edades los ancianos, por su propio bien, tienen que delegar en cuestiones monetarias y confiar más en sus hijos. Tenemos mucha más clientela, no son los únicos.

2 comentarios:

  1. La verdad es que el post es duro, pero como un árbol antes de quitarle la corteza es escarbar un poco. Efectivamente, los viejos pueden ser muy coñazo y, en un banco, una bomba de relojería. Lo he vivido y sé de lo que hablas.

    Un beso.

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    1. Hoy ha venido el del Alzeimer con sus hijos. Eso es otra cosa!!! He tardado la mitad. Gracias por entenderme.

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