martes, 26 de junio de 2018

¡Viva la juventud!

En estos días de fin de curso a los estudiantes se les acumulan los trámites. En las cercanías de mi oficina hay centros escolares y los muchachos vienen a pagar tasas para el acceso a la Universidad, matrículas, seguros escolares...



Un día entraron unos 20 de golpe, como en un desembarco de última parada de autobús. El jaleo era considerable porque había numerosos grupitos y comentaban entre ellos. No hablaban excesivamente alto. Somos más escandalosas mis vecinas y yo cuando nos reunimos a merendar y a charlar.

Claudio estaba un poco nervioso por el 
inesperado barullo. Él es un hombre de rutinas y ver el patio de operaciones con esa congestión juvenil le estaba alterando. El teléfono apenas se oía y nos costaba entender a los interlocutores, también a los que teníamos delante, en carne mortal.

"Voy a hacer un favor a Claudio",me dije levantándome del asiento y dando unas cuantas palmadas fuertes para llamar la atención.

-¡Chicos, por favor, hablad un poco más bajo para que todos podamos entender al que tenemos delante!

Bajaron el tono de voz un rato pero luego, inevitablemente, las risas, las exclamaciones, inundaron nuevamente el espacio.

No es una crítica. La juventud es así, un poco ruidosa y atolondrada, pero con muy buen fondo. Los jóvenes que yo atiendo son educados y agradecidos. Hasta me piden permiso para coger caramelos que están en un cestillo, a disposición de cualquiera. Sin embargo muchos adultos, de la tercera edad en su mayoría, los cogen a puñados para guardarlos en los recovecos de sus bolsos y bolsillos.

Me gustan los muchachos que pisan por primera vez un Banco para hacer esas gestiones rutinarias. Me alegra que vengan solos y  poder atenderles yo y no cualquier otro empleado. Notan mi aprecio y se van con la sensación de haber sido bien tratados, sin ser ninguneados por tener 17 ó 18 años.

Cuando alguno viene con papá o mamá veo la absurda sobreprotección a la juventud. A los chicos no les dejan ni entregar los documentos. Papá o mamá se los arrancan de las manos para entregármelos a mí. ¡Papá o mamá contestan por el hijo cuando le pregunto su nombre!. Ellos pagan, separan los impresos y, machaconamente indican al hijo qué papel entregar en secretaría y qué papel guardar.

Papá o mamá, en definitiva, hacen de sus retoños pre-universitarios unos inútiles.

A mi modo, yo intento ayudarles obviando en todo momento a los progenitores y dirigiéndome a los jóvenes: "Dime tu nombre". "Dame el dinero". "Toma el impreso sellado".

¡Padres que todavía hacéis esas pequeñas gestiones a los hijos! Dejadles ir solos al Banco. Con un poco de suerte se encontrarán a otras Zarzamoras como yo.

Dejadles que entren en una sucursal bancaria de las de toda la vida. Que en futuro no muy lejano, cuando todo se haga "on line", puedan decir a sus hijos:

-Cuando yo era joven a veces teníamos que ir al Banco y pagar con dinero.

-¿Qué es el dinero papi? Ahora solo hay tarjetas y móvil para pagar- replicarán sus hijos.

3 comentarios:

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  2. Como escribía Rubén Dario:

    Juventud, divino tesoro,
    ¡ya te vas para no volver!
    Cuando quiero llorar no lloro
    y a veces, lloro sin querer.

    En realidad y en general la juventud está sobrevalorada cuando es efímera, por ello dejemos a los jóvenes hacerse valer y disfrutar de esas mieles pasajeras.

    Un abrazo.

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  3. ES curioso que no les dejen solos ir al banco, a arreglárselas con las gestiones, pero sí les dejen estar de botellón hasta las 4 de la mañana. Para conseguir lo segundo, primero hay que darles responsabilidades, como la de resolverse los trámites de universidad. Todos lo hemos hecho. Bravo por ti y por darles esa ayuda. Abrazos.

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