jueves, 2 de julio de 2015

En la oscuridad

Hay días en que quiero ser como Maripi Jalón, de la que ya os hablé en una entrada anterior: Compañera pija. No es que de repente quiera convertirme en pija rubia, ni tener el móvil constantemente pegado a la oreja o las yemas de los dedos -esa, esa es la auténtica revolución digital- Eso no, pero quiero ser vaga, como Maripi. Con simpatía, desparpajo, desenvoltura, sin timidez; pisando fuerte -sin tanto tacón como ella- con aires de "aquí estoy yo, y soy "guay"; lo más "cuqui", oye".



Lupe, mi jefa, ya se ha dado cuenta de lo holgazana  que es. Ángel, el comercial de intestino perezoso, la llama "miss Chanel" y Augusto, el director, que tendría que decirle que guarde el móvil en su bolso de Loewe en horas de trabajo, está abducido por su melena rubia, sus modelos de firma siempre diferentes y su apatía discutidora.

Mientras el resto del "equipo" discute y, a veces, lleva la contraria a Augusto, Maripi dice a todo que sí aunque luego no haga nada o lo haga a su aire.

El otro día se puso en caja durante mi ratito de descanso. Cuando llegué dejó a medias al cliente que tenía delante.

-Ay, Zarzamora, hija, sigue tú que yo no puedo más. ¡No he parado ni un solo momento! -me dijo entregándome la multa del cliente para que acabara de tramitarla yo.

Y se levantó agitando su melena y deslizando el índice por el móvil. Durante esa media horita ya había sentido el síndrome de abstinencia (telefónica).

-Pues el único rato que ha trabajado hoy nuestra amiga -me dijo Luego Lupe en tono conspirador-ha sido cuando ha estado en ventanilla. ¡No hace nada! Cuando voy a su mesa a hablarle de trabajo, me hace callar con un gesto porque... ¡está hablando con su interna por teléfono! Su empleada no debe de tener tiempo para trabajar, Maripi la tiene al teléfono toda la mañana. Le da igual que me siente delante con cara de póquer. Ella sigue y sigue. Luego, con poner sonrisitas, cree que lo arregla todo.

El otro día iba hacia los aseos y me asusté al ver una sombra en un sofá polvoriento y desvencijado que hay en las cercanías. La sombra también se sobresaltó. Era Mari-Pija, oculta en la semipenumbra de esa zona, acariciando, como siempre, su móvil.

-¡Pero qué susto me has dado! -le dije en mitad del respingo- No sabía que estabas aquí, tan escondida.

-Sí, es que tenía que resolver unos asuntos personales y no podía hacerlo fuera, con tanta gente. Me he venido aquí, que estoy más tranquila -dijo sin inmutarse y pendiente de su Whatsapp.

Verdaderamente debía estar necesitada de intimidad para no darse cuenta del polvo y la costra de suciedad que tenía la tela de ese viejo sofá. Ella, tan fina, tan limpia, tan pija, tan cuqui, se llevó mugre adherida a la tela del pantalón acampanado de tiro alto última moda, que recubría sus posaderas.

Tambíén Ángel padece a Miss Chanel. Había concertado una visita a un gran centro de trabajo para ofrecer una cuenta específica a los empleados y decidió llevar a la compañera. Le resultó útil como florero. Demasiado ocupada con la pantallita digital, no informaba a nadie y, a los pocos que se acercaban, se limitaba a entregarles con desgana un folletito sin apartar los ojos de su dispositivo. Mientras tanto, Ángel, haciendo oídos sordos a sus necesidades intestinales, no paraba. Hablaba con unos y con otros, explicaba las bondades de nuestro Banco y concertaba visitas para abrir cuentas. Volvió con los pies destrozados, porque sus juanetes recocidos en zapatos bastante invernales le habían hecho sufrir, y echando pestes de Maripi "florero", que ni siquiera había servido para atraer público. Los posibles clientes habían resultado bastante inmunes al bronceado y a su conjunto amarillo -color de esta temporada- de firma cara.

                                                         
Es difícil saber qué hacer, aparte  de odiarla en bastantes ocasiones. Somos pocos compañeros y Maripi Jalón depende directamente del director. Éste, por cortedad, o porque esta mujer es la única que le alegra la vista en sus interminables reuniones matutinas -recordad que yo afortunadamente no voy a esas reuniones- no hace nada. Ya tiene bastante con Lupe y conmigo como "enemigas declaradas". Es más cómodo dejar a la señorita Jalón tranquila, que su trabajo ya lo sacarán los demás. Estamos ante lo de siempre: jefes que no ejercen como tales y favorecen la desidia general. Y es que ¿qué ganas de trabajar voy a tener yo cuando veo a una compañera de mayor categoría holgazaneando sin complejos día tras día?

2 comentarios:

  1. Mira Zarzamora, te digo una cosa, estás consiguiendo que me pase el día buscando en mi oficina a gente como estos compañeros tuyos. Genial, como siempre, ;D. Abrazos.

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  2. Sí, a veces me quejo, pero reconozco que tiene mucho de divertido tener tanta diversidad alrededor. Me encanta que te rías un rato. Un abrazo.

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