lunes, 13 de diciembre de 2021

No estoy vacunada. ¿Y qué?

 Ya es hora de que los que hemos tomado esta opción lo digamos a los cuatro vientos, con orgullo. Porque tenemos el mismo derecho a no vacunarnos que los que deciden hacerlo.

Y en las últimas semanas veo que se está sembrando mucho odio y reparos hacia nosotros por parte de esos presentadores veletas de televisión y radio, que al principio de esta historia se reían del virus y tachaban de alarmistas a los que hacían acopio de víveres y ahora dan normas sobre a quien admitir en las comidas navideñas y abogan por "hacernos la vida imposible" (textual) a los no vacunados.

Quiero que los lectores que pueda tener mi blog vean que los no vacunados somos sensatos, no tenemos un historial de artículos y opiniones "raras" en la red. Somos como cualquier vecino que te puedas cruzar por la escalera, sin cuernos ni rabo, no soltamos azufre coronavírico con cada respiración.

He pasado algunos  días del puente fuera, en esa comunidad regida por un individuo que aparece más en la televisión que en su despacho, que siempre obsequia a sus amistades con anchoas, que se ha hecho tan amigo de Pablo Motos, el de "El hormiguero", que no mantiene la tan cacareada "distancia de seguridad" y le tose cerca, sin cubrirse la boca con el brazo, como han enseñado a hacer a todas las criaturas en el colegio.



Sí, la comunidad cántabra, regida por este "reyezuelo" que exige, encendidamente, que hay que vacunar a todos "por lo civil o por lo militar"

Pues bien, desde el viernes 10 se instauró el "pasaporte Covid" en la hostelería de la región. Después de un estupendo paseo por el lluvioso Sardinero, mi marido y yo decidimos tomar algo en la cafetería de un hotel. Entramos, nos sentamos y pedimos. Casi cuando teníamos la consumición en la mesa el hombre nos pidió que le enseñáramos el código QR. Yo opté por hacerme la tonta. Mi marido estaba despistado de verdad, porque no estaba al tanto de esta nueva ocurrencia "revillesca".

-No traigo nada. Estamos de vacaciones y no sabía que exigían esto...

El camarero, condescendiente dijo que con que le presentáramos un justificante, le valía. Una especie de promoción dos por uno de inicio de temporada segregacionista.

-Voy a buscarlo -dijo mi marido, ejemplar ciudadano vacunado, mientras trasteaba en el móvil-

El camarero se alejó y empezamos a consumir. En un momento dado le hizo a mi marido un comentario del tipo "bueno si no lo encuentra, déjelo, no pasa nada" Quizá ya hubiera sido tarde para echarnos. Yo tenía ya todo el cuenco de patatas fritas en mi tripa.

Finalmente mi marido encontró el famoso código. Queríamos ver el proceso de discriminación vírica. El camarero abrió una aplicación del Servicio cántabro de salud en su móvil, apuntó al código de mi marido y le salió una marca creo que verde, el ansiado pase a cualquier establecimiento hostelero. Aparecía el nombre y fecha de nacimiento.

-¿Esto es un rollo para Vds no? -le pregunté al pobre hombre.

Confirmó que sí, que era más trabajo. Le oía luego en otras mesas criticando a los gobernantes en general y a sus ocurrencias.

Me sentí un poco mal, un poco "tragacionista" como dice Juan Manuel de Prada. Me había tomado un aperitivo rodeada de mis "enemigos": los vacunados. Quizá tendría que haber pedido la hoja de reclamaciones, enfadarme, largarme, dejar intacto el aperitivo y no pagar. Pero no lo hice y siento que traicioné mis principios porque en mi interior me sentí tremendamente discriminada y excluída. Simplemente por haber decidido libremente no vacunarme.

Podría dar bastantes motivos de mi decisión: tengo una inmunidad natural que me parece mucho mas potente; no veo necesidad de hacerlo por la escasa letalidad de mi grupo de  edad; no confío en "vacunas" cuya eficacia se va reduciendo con el tiempo y los dirigentes sanitarios en lugar de tener ciertas dudas, lo solucionan proponiendo más dosis sin establecer ningún tope; mezclan distintas vacunas según les parece; me mosquea un discurso homogéneo en los medios de comunicación, que no dan voz a otras opiniones; me horroriza la censura en las redes mayoritarias de opiniones de médicos que dudan de estas vacunas.

Pero el motivo más importante es que, de momento, soy libre para elegir el trato que dispenso a mi cuerpo, y mi decisión ha sido no meterme ningún ARN. Me considero grupo de control, para ver, dentro de un tiempo, si hay diferencias sustanciales con la familia vacunada.

De momento, dentro de los numerosos reinos de Taifas que tiene España, tengo la suerte de vivir en una comunidad libre de restricciones. Si las hubiera aquí, también optaría por seguir sin inyectarme antes que hacerlo a cambio de comer o tomar un café en un restaurante. No cedería a este chantaje.

Van acortando el cerco y mucha gente no elige vacuna sí o vacuna no con libertad. Lo que queda bien es decir que uno se vacuna por "solidaridad". ¡Ah, que bien queda decir que eres altruista! Pero la realidad es que muchos se han vacunado porque ven demasiado la televisión, con sus consignas machaconas y únicas, porque les prometían viajar sin restricciones, porque pensaban que con dos dosis  se acababa todo este problema y quedaban "inmunizados", porque se lo exigían los hijos para abrazar a los nietos, porque habían estado tan encerrados en el último año que el exterior les asustaba y necesitaban el escudo de una "vacuna", porque confiaban en sus médicos, que se han limitado a repetir las consignas que les ordenaban organismos burocratizados y no han examinado pacientes como antes, se limitaban a a hacer PCR.

Hay muchas razones sí, pensando en uno mismo. Ahora se agrega  el poder entrar a hoteles, restaurantes y discotecas. 

Volví de Santander en tren. Afortunadamente el derecho de desplazamiento sigue vigente para cualquier español y no me pidieron "pase Covid" En el tren había servicio de restauración a bordo y pasaban con un carrito con alimentos por los vagones. Se podía comer a bordo sin la mascarilla. En fin... el mismo "riesgo" que en la hostelería.

Esto no va de proteger la salud, sino de acelerar en el último mes del año y atraer a los que se pueda a la causa -niños incluidos- ¿Quizá sería una pena que caducaran esas dosis de Pfizer tan caras y tan difíciles de conservar en frío? Porque parece que Pfizer es ahora la más "top" de las vacunas. Combina con todas, como un jersecito negro que con todo queda bien.

Afortunadamente, aunque en un futuro sigan limitando mis derechos, tengo una familia estupenda, con vacunados y no vacunados, donde no se ha perdido la tolerancia ni el sentido del humor. Nos reuniremos esta Navidad. Seremos muchos, y nos olvidaremos de esos "consejos" que dan los asustadores profesionales. Hay que vivir y hay que disfrutar, que eso sí mejora el sistema inmune.


1 comentario:

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