lunes, 4 de julio de 2016

Las historias que nunca se contaron

A mí me pasa mucho. Me quedo a medias contando cosas en el trabajo. La inmediatez del público, el estrépito del teléfono impertinente, la desgana del interlocutor... Hay mil historias, la gran mayoría relacionadas con clientes y que supondrían posibilidades comerciales, que empiezo a contar y nunca termino. Me pasa a mí y nos pasa a todos.

Cuando volví de unas vacaciones traje planos turísticos y folletos variados a Augusto, el director, que se había mostrado interesado en el lugar.

-A ver si tenemos un poco de tiempo y me cuentas con más detalle -me dijo un día mientras salía a comer.

Nunca hemos vuelto a hablar de eso. Era solamente charlar, no soy de las que abruma con fotos ni explicaciones excesivas, pero el momento pasó y ya no tiene ningún sentido retomarlo.


Hablamos a salto de mata. Enfermedades de los niños, estudios de nuestros hijos,  planes de fin de semana... todo se queda a medias porque siempre hay interrupciones. En mi trabajo suele faltar tiempo para contar cosas.

Pero hay ocasiones en que sobra tiempo que hay que llenar con conversaciones. Eso es lo que pasó en la última boda a la que he asistido.

El anterior director de la sucursal nos invitó a mí y a otros compañeros que ya no están conmigo, a la boda de su hijo.

-Vaya marronazo -pensé- una boda de compromiso. Mi marido dirá que pasa de ir, a mí no me apetece... A ver qué excusa invento.

Finalmente no tuve que inventar. Fui por una cierta pena, porque eran tan pocos de familia que  si no iban amigos o ex-compañeros, la cosa iba a resultar reducida. En fin, reducida para los estándares actuales de bodas, que se han convertido en todo un espectáculo.

Fui sin marido y sin expectativas, que es lo mejor que le puede pasar a una. Sí, no es agradable ir con tu amorcito, que no conoce prácticamente a nadie en ese sarao y al que se le puede dibujar en la cara un bostezo permanente a la primera de cambio. Y al no esperar grandes cosas de la fiesta, es más fácil acabar satisfecha.
 

Después de la ceremonia fuimos a un bonito sitio campestre donde hubo cóctel al aire libre -buenísimo- y luego cena -regular, con exceso de queso y carne muy poco hecha- ya bajo techado. Durante la cena nos sentaron a los antiguos compañeros del padre del novio con unos extraños. Podría haber sido una experiencia horrible, una búsqueda constante de temas banales para llenar ese tiempo largo de la cena, o podríamos haber hecho dos grupos con conversaciones paralelas. 

Afortunadamente una de las "extrañas" llevó la voz cantante durante toda la noche. Yo apenas metí baza -y eso que me gusta hablar- pero con ella era difícil conseguir hilvanar más de dos frases seguidas. De todos modos, yo ya estaba suficientemente entretenida apartando el queso del primer plato e intentando que me dieran un solomillo que no sangrara.

Agradecí toda esa charla banal que evitó silencios tensos; me encantó que no se hablara de Banca y que no comenzara la andanada de críticas habitual hacia el sector, pero cuando llegaron al momento "móvil" creí que me daba algo. Yo enseño fotos de mis hijos en momentos muy, muy contados, y que una señora a la que acabo de conocer me fuerce a ponerme las gafas para ver fotos de sus hijos ¡de treinta años!, me parece el colmo de la dependencia actual de los móviles, la mensajería, y las fotos a barullo. En fin, que no importan tanto las vivencias como tener testimonio gráfico de ellas.

Lo pasé bien en esa boda de compromiso, pero me tranquiliza pensar que, dada la situación personal de mis compañeros actuales de sucursal, todos casados y sin hijos en edad "de merecer", no creo que me vea próximamente en bodas de "hijos de..."

4 comentarios:

  1. Creo que saliste bastante airosa. Lo de las fotos, o las interrupciones, o el "me lo tienes que contar sin falta" son esos tics actuales que parece que todos debemos cumplir si queremos ser, eso, "actuales". En mi opinión, es que simplemente nuestra vida nos parece mucho más interesante que la de los otros. Qué suerte que te hayas librado ya de este tipo de bodas. Abrazos.

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    1. Espero que los de enseñar fotos a lo lco sea una moda pasajera. Un abrazo.

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  2. Basta que no nos sintamos a gusto en algún evento,como para que nos surjan por doquier y por compromiso. Estos negocios son los peores, los de: por compromiso y por cumplir, y encima rodeados de gente desconocida con la que no sabes de que hablar para no quedar como cateto, soso e insociable.
    todo un reto que parecen urdir,mentes perversas.
    Un abrazo.

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    1. Sí, vivir en sociedad implica que a veces hay que decir que sí cuando querrías gritar un no. Pero en este caso finalmente lo pasé bien. Un abrazo.

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