miércoles, 25 de noviembre de 2015

Siempre enferman los mismos

Hace unos días me levanté un poco mal, con tos, con mocos, con calor. Lo último que me apetecía era ir a trabajar, la verdad. Pero como buena profesional, en vez de llamar, decir que estoy malita y toser con fuerza en el auricular -para que no cupiera duda de mi gravedad- me presenté en la sucursal, con mi bufanda, y mis guantes, desafiando al frío repentino y limpio de esa mañana de noviembre.

-Zarzamora, encárgate de las tareas de Lupe, no viene, está enferma. A ver cómo nos arreglamos hoy porque yo también tengo citas médicas...

Ese fue el recibimiento de Augusto, el director, ajeno a mis mocos y a mis ojos abotargados.  Encargarme de las tareas de Lupe, la subdirectora, es añadirlas a las mías propias. Y eso, con el malestar que ya sentía. En ese momento odié a Lupe, que se pone enferma cada dos por tres, normalmente los lunes. Un día le duele la espalda, otro tiene ciática, otras veces vomita. En ocasiones va dejando desparramados pañuelos de papel por doquier porque tiene catarro -bueno catarro no, que es algo muy livianito, gripe, que parece más grave-. Su voz puede sonar al borde de la afonía a primera hora, pero luego, a media mañana, recupera milagrosamente su timbre habitual. Viene arrastrando los pies, presa del más terrible cansancio, contando lo malísimamente que ha dormido, pero a las dos horas no hay en su persona ni rastro de molestias. 

O tiene una asombrosa capacidad de recuperación, o hace demasiado teatro con sus dolencias. Esto último yo nunca lo he sabido hacer bien.

En fin, que normalmente falta un día al mes por estar malita, otros días llega con retraso porque está malita pero se ha esforzado y, en esta ocasión, su médico de cabecera la ha debido ver realmente mal y le ha dado una semanita de baja. 

                                                   
¡Médicos, por favor, no dejéis que os engañen personas como Lupe! Se puede trabajar con alguna molestia. Al menos en Banca, que estamos sentados y bajo techo. El paracetamol obra milagros. Prueba de ello es la que esto escribe, rodeada de numerosos pañuelos de papel viscosos y húmedos.

De todos modos, la reina de las bajas médicas siempre será la antecesora de Lupe en el cargo de subdirectora. Compartí con ella bastantes años en la misma sucursal. ¿Que no tenía ya vacaciones que cogerse en Navidad? No importaba, siempre caía una baja por esas fechas. Una operación de varices, una contractura no sé donde, se le cayó una carpeta en el pie, fue accidente de trabajo y también le dieron una baja. Decidió adelgazar y cayó en unas redes que le suministraron medicinas tóxicas y... también necesitó meses de recuperación. Cuando decidía hacer deporte, lesión inmediata. Un día de más lío del habitual se despachó con una crisis de ansiedad y vino el Samur y todo a la oficina. En fin, que cuento y no acabo.   

Ahora está en otra sucursal y la tónica es la misma. Y cuando no surgen molestias físicas, una buena depresión te mantiene al margen durante seis meses al menos.

Con todos mis respetos para los que padecen depresiones, creo que si una persona está agobiada por el trabajo, no es lo mejor estar sin hacer nada seis meses. La vuelta debe de ser un auténtico horror. Para mí, el regreso tras mis bajas por maternidad suponía lágrimas incluso, y sin tener ningún trastorno psicológico. 

En Banca, además, tras bajas tan largas, suelen trasladar al empleado a otra sucursal, con los nuevos problemas de adaptación que puedan surgir. Quizá sería mejor un aprendizaje de cómo trabajar sin agobiarse, manteniendo las presiones absurdas a una cierta distancia.

Para eso mi compañera Maripi Jalón es mi heroína. Esta no se agobia por nada. Al final de la mañana, Augusto le comenta:

-Maripi, anda, dame una buena noticia- Augusto se refiere a nuevas cuentas, planes de pensiones, fondos, seguros... lo que hayan marcado desde la superioridad. Quiere que los demás consigan lo que él casi nunca logra.

-¡Ay, Augusto, tú no te preocupes! He llamado a Fulano, a Mengano, se ha pasado por aquí Perengano, algo voy a sacar de todo esto -le responde sonriendo y haciéndose un moño rápido con un lápiz en su melena teñida.

Augusto queda desarmado y solo acierta a preguntar:

-Pero hoy ¿Qué has hecho?

-Una tarjeta de débito, pero ya verás como después vienen más cositas.

Muchas veces me he preguntado por qué el Banco no favorece que se marchen estos empleados tan "enfermos". A muchos otros les ofreció en su día bajas incentivadas o jubilaciones anticipadas. Pero no se lo suele ofrecer a los "reyes de las bajas". Estoy pensando en un compañero de apoyo que nos enviaron en una ocasión durante dos meses. Ese me decía que trabajaba unos dos meses al año. Tenía dolores crónicos y su cajón lleno de medicamentos hubiera sido tentador para cualquiera con tendencias suicidas. Un cóctel de sus pastillas te liquidaba rápido. 

           
No entiendo mucho el tema bajas porque como veis soy un dechado de buena salud, pero me da la impresión de que algunos se "recuperan" cuando ven que esa baja prolongadísima se puede convertir en invalidez permanente y su salario mermaría muchísimo. En Banca desde luego, el salario es el mismo aunque estés de baja, porque de verdad os digo que si no, no me explico tanto enfermito en nuestras filas.

La Banca siempre gana. Al enfermo de baja le paga la seguridad social, y si una sucursal tiene cuatro empleados, los tiene, aunque uno no aparezca casi por allí. Ya harán el trabajo los demás -como servidora- con el mismo sueldo.

Y para colmo tengo que escuchar a mi marido diciéndome que tengo que dar gracias a Dios por esta buena salud, que hablo con esta ligereza porque no sé lo que es estar enferma... de verdad.

8 comentarios:

  1. Pues yo estoy totalmente de acuerdo contigo. De descarados desagradecidos está el mundo lleno. Pero la cruz recae sobre los que no sabemos movernos por ésta jungla con tanta cara. Un saludo :)

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    1. Me encanta que me entiendas, Ya pensaba yo que era una "rara avis". Un abrazo.

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  2. Pues yo estoy totalmente de acuerdo contigo. De descarados desagradecidos está el mundo lleno. Pero la cruz recae sobre los que no sabemos movernos por ésta jungla con tanta cara. Un saludo :)

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  3. Realmente esta moda de las bajas está en alza, sobre todo por la depresión. Nos deprimimos por todo últimamente: por la crisis, por la falta de trabajo, por exceso del mismo, por los hijos que dan que hacer, por el estrés y la rutina, por los problemas cotidianos...
    En el "funcionarado" esto se agrava más, y los periodos de baja se alargan de tal forma, que parecen vacaciones pagadas por el estado (O sea todos los cotizantes que si que curran).Prueba de ello fue cuando se investigó en una ocasión el tema, y propusieron descontar esos días de baja de los sueldos percibidos, a razón de la frecuencia de esas faltas laborales, y de un día para otro esos "Malos" trabajadores sanaron de sus dolencias y se reincorporaron al trabajo como si nada.
    Yo conocí a personas trabajadoras que faltaban los Lunes y los Viernes que era cuando caían en las redes de enfermedades y dolencias imaginarias. Una de dos, o tenemos médicos muy permisivos o una jeta que nos la pisamos. Naturalmente al que nunca enferma ni se da de baja le sobrecargan con el trabajo de los que sí, y encima cuando realmente no te tienes en pie y faltas un sólo día, te lo están pasando por las narices todo el año.
    ¡Mucha cara es lo que tienen muchos sinvergüenzas!
    Abrazos.

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    1. A mi me gustaría conocer la opinión de los médicos. ¿No son capaces de decir "oiga, que lo suyo no es para tanto"?

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  4. Paciencia Zarzamora, las enfermedades "oportunas" son cosas propias de expertos. Yo nunca he pedido una baja, y la única vez fue una neumonía que me tuvo fuera de juego 2 meses. Así que...Virgencita, que me quede como estoy. Abrazos.

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  5. Me gusta cómo los calificas: expertos. Creo que por los alrededores de este blog no lo somos. Un abrazo.

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  6. Muchas de esas personas son egoístas, sin más, porque no piensan en la carga de trabajo que dejan a sus compañeros, su conciencia está tranquila y no se sienten culpables. Falta de compromiso, veo yo, una falta de compromiso que se propaga por la realidad, dentro y fuera del trabajo, una pena.
    Un saludo.

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