jueves, 16 de abril de 2015

Yo vendo, tú despachas.

Queridos lectores, para alegría vuestra -porque me consta que sus anécdotas os encantan- y desgracia mía y de mis compañeros de sucursal, os diré que Augusto, el director, ha vuelto al trabajo tras una baja laboral. ¡Con lo a gustito que estábamos! Confiábamos en que le mandaran a otra oficina dónde valoraran más sus dotes comerciales y su don de gentes. Pero en las altas esferas han pensado que sería duro privarnos de este ejemplar director.



El otro día estábamos todos los compañeros tomando algo en amable confraternización. Todos mis colegas comentaban la próxima remuneración extra -anual- en función de los objetivos conseguidos . En épocas remotas se llamaba "sobre" -sí, ya sé que ese nombre tiene connotaciones "alegales" y parafiscales", más recientemente "cheque" o "bonus". Antes, no quedaba claro si el importe dependía de lo que trabajaba el empleado, de cómo hacía la pelota al inmediato superior, de la magnanimidad del jefe directo, o de las directrices de la cúpula. Ahora, el importe depende de la consecución de objetivos comerciales  cuantificables. Cada comercial pone su número de empleado en todo lo que "vende", y algún programa hace las cuentas -muchas veces con graves equivocaciones, por lo mucho que oigo quejarse a los compañeros- y una vez al año hay una sorpresa en forma de dinero extra. ¡Cómo será de difícil hacer esos cálculos que  nadie sabe jamás cuánto le puede tocar! ¡Esto sí es un sistema transparente!



Con la elegancia que caracteriza a mis compañeros, hablaban del plus que iban a percibir delante de mí, que no lo cobro ni lo he cobrado nunca, y  de una pobre becaria a la que le prorratean todas las pagas extras, para que se haga la ilusión de que su sueldo mensual es digno.

Con la sana intención de dar un giro a esta monotemática conversación, pregunté a mi compañero Ángel Bendito:

-¿Al final volvió esa pareja mayor que te estuvo esperando veinte minutos a primera hora, durante vuestra reunión? -Con la vuelta de Augusto, las reuniones diarias de dos horas en su despacho se han retomado con fuerza inusitada. Soy la única que me libro, es decir, la única que atiende en la oficina en ese tiempo.

-Sí, sí, volvieron a última hora. ¡Es que no sé por qué vienen siempre tan pronto! -respondió Ángel, que cada vez hace menos honor a su nombre y apellido. Se está volviendo malo, se está "augustizando". No es ni sombra de lo que fue.

-¿Quizá vienen a esa hora porque el Banco ya está abierto? -le respondí con fingida candidez.

-Les tengo dicho que me llamen antes de venir para prepararles los papeles, porque muchas veces es solo cosa de firmar, pero claro, como les trae su hijo en coche, de camino al trabajo, siempre se presentan a esta hora -remacha Ángel, que sigue indignado con la pareja tempranera de ancianos.

-Ah, vaya, como cambia el Banco, ahora hay que pedir hora también para venir -insisto tozudamente para fastidiar a Ángel y, por supuesto, a Augusto- Muy pacientes son estos clientes, que siempre les haces esperar media hora o más porque estás en las reuniones diarias.

Entonces Augusto no se puede contener y me dice, señalándome con un dedo acusador mientras con el otro se acomoda las gafas "para verme mejor", como el lobo a Caperucita Roja.
                                                    
-Zarzamora, tú no entiendes la necesidad de estas reuniones, ni la importancia de la labor comercial, gracias a la cual tú tienes tu sueldo mensual -aquí su dedo acusador parece que engorda y se alarga- Yo vendo, tú despachas- concluye ufano al tiempo que traga un trozo de jamón.

-A ver Augusto, que tengo claro que yo despacho. Hoy, 300 gramos de billetes de 10, mañana ¿quien sabe?, quizá cuarto y mitad de jamón york. ¿Cómo no lo voy a tener claro? Si en la vida he olido esos cheques, o bonus de los que estabais hablando con tanta alegría.

Para decepción mía, porque me encantan estas batallitas dialécticas, Lupe, previendo que Augusto se alterara como en otras ocasiones, comenzó a alabar el jamón y el lomo y la conversación derivó hacia el socorrido tema gastronómico.

Lo que percibo en Banca, fomentado por la cúpula directiva, es una división cada vez mayor, entre los "comerciales" -mayoría- y los "administrativos", en claro peligro de extinción. Por un lado nuestros compañeros nos envidian, porque hacemos nuestro horario y no tenemos la insoportable presión psicológica de los objetivos. Por otro, ninguno estaría dispuesto a cambiar su sueldo y sus bonus por nuestra remuneración. Que es un salario justo y del que yo no tengo ninguna queja, eso que quede claro. 

Pero, por favor, que no me hablen de "equipos", de "piña", de "logros comunes", cuando mi propio jefe desprecia mi trabajo y los "bonus" son individuales y diferentes, mayores cuanto más alta es la jefatura. Se está imponiendo en el sector comercial la ley de la selva, en vez de la lucha por el alimento, la lucha por el cliente.

Vosotros, queridos lectores y, quizá a vuestro pesar, clientes de Bancos, ¿Preferís que os vendan o que os despachen? ¿Preferís el hipermercado, o la tienda en la que os persiguen para colocaros el producto casi, casi, a la fuerza?

Agradezco a mis clientes todas las alegrías que me dan,los ratos divertidos que paso con ellos. A veces me hartan, es verdad, pero eso pasa con los hijos, los padres, el marido. Y se les sigue queriendo... Gracias, queridos clientes, me tenéis tan ocupada "despachandoos" que me olvido de la existencia de Augusto.

8 comentarios:

  1. Yo personalmente prefiero que me atiendan, que si quiero algo ya preguntaré para que me vendan si quiero. Las tiendas donde te agobian no las frecuento, los bancos donde te intentan calzar productos que no necesitas los evito.
    Soy persona sencilla y el trato humano lo considero esencial. Sentirme persona antes que cliente.
    Por tanto aunque no tengas "Bonus" prefiero a los que atendéis aunque os hartéis de nosotros.
    Besiños.

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    1. Solo me hartan una minoría. La clientela es muy amable en general. Un abrazo.

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  2. En la sucursal banquiaria donde suelo ir yo, observo que la persona que regentaba la ventanilla está ahora en una mesa y viceversa. Me pregunto qué habrá ocurrido. Será un intercambio amistoso o bien alguien ha sido degradado o ascendido, según se mire, en cualquier caso en detrimento del otro, por el Másquemanda de este territorio. Estoy preocupado porque ninguno de los dos me caía mal. Maquiavelo.

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    1. Normalmente el de ventanilla es el de menos "status" en la sucursal. Investiga un poco y cuéntame el porqué del cambio. Un abrazo.

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  3. Pues, a mí, si me "despachan" bien, prefiero que me "despachen" a que me "vendan". Y..., de nada, por la parte que me toca como cliente ;D. Abrazos.

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    1. ¡Ah! Y resignación con tu Augusto particular.

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    2. Si la gente lo que quiere es solucionar sus pequeñas cositas y largarse. No les gusta que les cojan "a lazo" para endosarles cualquier producto novedoso y... difícil de entender. Un abrazo.

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