lunes, 17 de febrero de 2014

Saltándose la ley... antitabaco.



Hace unos días (en qué hora) recibí una invitación para ir a una comida de despedida de un antiguo director de mi sucursal, Pancho Rey. Tenía sus defectos, por supuesto, pero fue sustituido por Augusto y en ese momento, ciertamente un poco tarde, empezamos a descubrir sus bondades, esas que no habíamos percibido con tanta claridad durante los años que estuvo a nuestro lado.

En fin, siempre comparando, como podéis ver. Me hacía ilusión ir a ese homenaje. Y fui. El restaurante era un restaurante de barrio, conocido por alguno de los organizadores. La gran mayoría de los asistentes eran colegas directores, ya jubilados, como el homenajeado, con unos cuantos años a cuestas y esa personalidad ligeramente tosca, que orienta su conversación y sus gracias hacia asuntos sexuales. El pene es, muchas veces, el gran protagonista en esas conversaciones masculinas . Sospecho que su vida sexual es tan deprimente que lo han de compensar con esa “falobsesión” verbal.

Creo que no estoy siendo del todo justa. En la comida hubo 
muchas conversaciones variadas: banco, vida tras la jubilación, banco, comida ( “qué rico está esto, pide pescado, te recomiendo las chuletillas”), chiste grueso, banco… Estas reuniones son así. En cuanto hay más de cuatro personas todas las comidas de trabajo, o de jubilación, suelen ser una sucesión de lugares comunes. Vale, lo veo todo bajo un prisma negativo. Y es que mis sensaciones físicas influyen poderosamente en mi percepción y mi disfrute de las situaciones.

Ya en cuanto entré en el restaurante noté olor a tabaco. Nos pasaron a una sala un poco separada del resto y vi que había ceniceros en nuestra mesa. Se habrán equivocado, pensé, serán para las aceitunas. No se habían equivocado. Los amiguetes exdirectores del homenajeado habían elegido ese restaurante ¡porque les dejaban fumar! en un reservado que no era tal, porque el olor a humo se expandía hasta la entrada a través de unas puertas poco herméticas, como las de las cantinas del oeste americano. Debo decir que el director recién jubilado no fuma, pero ese detalle parecía no importar a sus fálicos colegas. 
               

Creen que pueden hacer lo que se les antoje, por ser o haber sido directores de cualquier oficinucha y haber llevado una corbata al cuello todos los días, durante años. No tienen cortesía, ni educación, ni les importa el prójimo lo más mínimo. Conseguí a duras penas que no usaran los ceniceros hasta el segundo plato. 
Aguanté hasta que le dimos el regalo a mi antiguo jefe y fui la primera en irme. Inventé una reunión en el instituto de mi hija, por no hacer un feo al jubilado, que no tenía culpa de nada. Con esta excusa me libré de insistencias del tipo “Quédate”, “Qué pronto te vas”…

Es una pura cuestión práctica, pero me encontraba en conflicto conmigo misma, con mi forma de ser, con mi idea de la legalidad, esa que en ese restaurante se han pasado por el forro. Me sentí engañada en cuanto me senté a la mesa y hubiera debido largarme en cuanto vi los ceniceros y noté el olor. No lo hice por esos absurdos respetos humanos que a veces tengo. Y me siento mal porque no fui libre, porque me gasté un dineral en una comida en la que no disfruté, y de la que salí con olor a tabaco hasta en las bragas.

Mi único consuelo es que he buscado el nombre del restaurante en Internet y he puesto un comentario advirtiendo a posibles comensales como yo de lo que se pueden encontrar si traspasan sus puertas. Y cuando vaya a comer a algún sitio huiré como de la peste de esos restaurantes pequeños, familiares, de toda la vida, en que hacen la pelota a clientes habituales dejándoles fumar e infringiendo la ley que tenemos. Las grandes cadenas son más seguras.

Y, para concluir, no solo se saltan la ley en restaurantes, sino en muchas sucursales bancarias en las que, en cuanto cierran las puertas, los fumadores encienden cigarritos. Si son jefes, claro. Y si alguien osa comunicarlo o denunciarlo, llega “la venganza del jefe fumador”: traslado del que se ha quejado a otra oficina. Y es que el tabaco… ¡Qué no se lo toquen!

Así que, en el fondo estoy encantada con tener a Augusto y a Lupe como jefes. Ellos no fuman. Nadie fuma en mi sucursal. También se trabaja más, porque nadie sale fuera a “echarse un cigarrito” tres o cuatro veces al día. 

6 comentarios:

  1. Más que la ley que de por si se la saltan (No solo la del tabaco ¡Ojalá!) lo que se saltan es el civismo,la educación y el respeto hacia el prójimo.
    Si entraras en un restaurante escupiendo seguro que te llamaban la atención......¡Ay! España cañí.
    Besos

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    1. Cotilleando un poco por la red vi que en un país nórdico hubo una campaña que venía a decir "Soy pedorro social" y se veía a alguien tirándose pedos en fiestas, comidas, reuniones, en el trabajo. Querían mostrar lo ridículo de ambas cosas: el pedorro social y el fumador social. Ambas cosas molestan.
      Saludos.

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  2. Yo soy fumadora y ahora mismo me doy cuenta de que la ley a mi por lo menos me ha hecho bien porque fumo menos. Es un fastidio tener que salir a fumar en restaurantes etc pero lo entiendo por la gente que no fuma. En cuanto a lo de que rendís más por no ser fumadores en eso si que no estoy de acuerdo Zarzamora, yo hago un las 3 pausas diarias para salir a fumar pero muy cortitas pues no me lleva más de 10 mimutos fumar,e el cigarro y te puedo asegurar que rindo mucho más que gente no fumadora que tiene por ejemplo por costumbre llegar a trabajar a las 8:30, media hora más tarde del horario, pero encima tienen las santas narices de tal como llegan irse a desayunar y luego se van a cafetería unas 3 veces al día a tomarse cafés de 45 minutos. Así que es cuestión de organizarse el tiempo más bien.
    Besos!

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    1. En tu caso tienes toda la razón. pero se da el caso de fumadores que llegan tarde, salen al café y, además, hacen sus pausas para tabaco. De todos modos en lugares pequeños, como es una sucursal, es muy difícil "perderse".
      Un abrazo.

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  3. Estas comidas de gremio son todas iguales, me parece, dependiendo del género (masculino o femenino) los chistes verdes son más o menos básicos, pero haberlos, haylos. En cuanto a lo del cigarrito, estoy de acuerdo en que la ley está para cumplirla y no lo estoy en que los que fuman trabajan menos; muchos no fumadores se largan a tomar un cafetito que debe de ser como el Missuri. Abrazos.

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    1. Sí, lo de los cafetitos largos es muy general. Hay demasiada gente que necesita el "café en vena" porque si no "no son personas" varias veces al día. Saludos.

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