miércoles, 20 de febrero de 2013

Solos


                                                       

Hoy ha venido Tadeo a sacar 10 euros, como siempre. Y después de sacarlos me ha dicho exactamente el dinero que le quedaba en la cuenta. Siempre acierta. Hacía por lo menos un mes que no le veía y no sabía el motivo. Realmente, poco sabía de su vida, salvo lo que me indicaba la cuenta: una pensión muy pequeñita, saldo positivo, aunque fuera escaso, y afición a venir al Banco casi a diario, imagino que por distraerse, porque puede sacar 50 euros de golpe y no 5 ó 10 cada vez.

-Pues mira, no me has visto, claro que no, porque he estado muy lejos, en un albergue por El Pozo, de esos que abren ahora para la época de frío. Pero muy mal, no me gustaba la gente de allí. Y eso que a los que iban bebidos enseguida los echaban.

-Tadeo, ¿pero Vd. siempre duerme en albergue? ¿no tiene ningún familiar a quien acudir? -Era la primera noticia que tenía de que ese hombre era un "sin-techo".

-Tengo una hija, pero son muchos en su casa y ella tiene su vida. Mis hermanas a veces me ayudan algo. Pero ahora estoy muy bien. He conseguido plaza en otro albergue en Sanchinarro, Nuestra Señora de la Paz. Eso sí, hay que estar allí antes de las 10:30 de la noche. Pero yo llego a las 8. Para cenar. ¡Qué buenas cenas! Y tu cama limpia, tu armario, las duchas... Me dan desayuno y también puedo ir a comer. Hoy no me pierdo el cocido.

He creído entenderle que cuando acaba el frío, ya no puede ir a estos albergues, que en verano suele dormir en la estación de Chamartín, que la bruja de su mujer (yo no sé si ella será la culpable, o no) le había dejado sin nada. Y no me ha contado más porque ha empezado a venir gente y ya se ha cortado la conversación.

Ayer fui a llevar un talonario a una cliente que no se podía mover de casa por no dejar solo a su hermano enfermo. Eran varios hermanos y sólo sobreviven estos dos, ya bastante mayores. Todos eran solteros. No tienen hijos, ni sobrinos ni, por supuesto, padres o tíos. Han dedicado su vejez a cuidarse unos a otros. De la casa apenas vi la entrada. Todo limpio, ordenado, con un toque antiguo y, sobre todo, impregnado de tristeza. A Dolores, la cliente, no me la puedo imaginar riendo, ni siquiera sonriendo. Eleva un poco las comisuras de los labios y me da las gracias por haberle llevado el talonario. Me dice que si quiero pasar, sentarme, pero no puedo, me he escapado un momentito de la sucursal para hacerle este pequeño favor. Quizá me da miedo que la tristeza me envuelva. Se siente cómo se siente el viento o el sol. Es una presencia casi física.

Hoy he ido con otro compañero a casa de otra cliente, de 95 años. A veces, un apoderado del Banco ha de  firmar unos papeles llamados "fe de vida" para que el cliente en cuestión siga recibiendo determinadas pensiones. Se da fe de que esa persona sigue viva y, por tanto le seguirán enviando ese dinero. Y como la señora era tan mayor y no se podía mover, hemos ido a comprobarlo a su casa, previa petición de la sobrina.

Nos han hecho esperar un poquito. La sobrina me dijo ayer que no me asustara cuando viera  a su tía. Con ese aviso, yo me esperaba una habitación casi de hospital con una  viejecita  llena de tubos y adormecida. Debía tener un buen día, porque la hemos encontrada sentada en una butaquita, vestida, con una redecilla sobre el pelo. Yo enseguida la he reconocido, a pesar de los años que hacía que no la veía.

-Ascensión, pero que guapa está y qué buenas vistas tiene desde esta butaca -le dije cuando la vi. La butaca estaba frente a una ventana y se veían árboles y, al fondo, algunos edificios altos de la ciudad.

-¿Guapa dices? Pero mira que pelos. Me han puesto una redecilla para que no se note tanto lo mal peinada que estoy -me respondió coqueta.

-Lo que importa es lo que hay bajo la redecilla, y está Vd. estupenda de cabeza.

-Sí hija sí, de eso por lo menos no me puedo quejar.

Su sobrina dice que muchas veces se despista, recuerda cosas de su infancia, olvida lo cercano. A ella todavía la conoce. Pasa mucho tiempo en la cama. Hoy, no sé si porque se encontraba mejor o porque tenía visita, estaba sentada, con un corsé rígido bajo la ropa, tranquila, contemplando serena el jardín invernal en el invierno  apacible de su vida.

Ha sido casual. Tres historias diferentes en dos días. Todos son personas mayores. Están solos. Uno tiene lo imprescindible para vivir. Otra tiene su casa, sus ahorros, su dedicación al hermano, su soledad de dos. Ascensión, también sin hijos, está bien cuidada, sola con sus recuerdos y con algunos destellos de realidad, esperando el momento en que esta realidad se le difumine totalmente y dé paso a otra. Y probablemente será un paso dulce, un nuevo sueño, esta vez  para siempre.

4 comentarios:

  1. Que historias más tristes. Siempre me han llegado al corazón las historias de mayores y no puedo soportar que estén solos, me da tanta pena. Y el caso es que muchos están acostumbrados y hasta lo llevan bien. Algo que no puedo entender es como una hija deja que su padre duerma en albergues por muy llena que esté su casa o muy pequeña que sea, es increíble pero bueno.
    ¡Besos!

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    1. Pues yo tampoco entendí lo de la hija y me dio apuro hacerle el tercer grado. Pero a este hombre se le ve feliz y optimista a pesar de sus carencias. Un beso.

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  2. Había un anuncio de un Banco que después de su perorata largaba eso de "el alma de ..." Vamos, desde cuando la Banca tiene alma.
    Sin embargo veo que de vez en cuando tienen "almitas" en la persona de algunos de sus empleados. Supongo que al menos estas visitas las haréis durante la jornada laboral. Este artículo da para muchas preguntas y comentarios, pero lo dejamos así.

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  3. Tienes razón, anónimo, la Banca no tiene alma porque los de "arriba" prefieren que no la tenga. Pero hay mucha gente buena y decente trabajando en el sector. Esas visitas las hice en jornada laboral. Los clientes en general viven cerca y en el rato de descanso se hace una escapadita sin problemas.

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