jueves, 10 de enero de 2013

Lo que esconde el rostro

Quizá esperéis una entrada un poco rollo acerca de la falsedad y las caras que esconden mentira, odio, engaño. Tranquilos, no voy a hablar de la hipocresía, ni de cómo sonrío falsamente por teléfono cuando contesto a la llamada diaria de Petra, que es incansable, y nos tortura a todos con miles de preguntas absurdas sobre su cuenta.

El título es literal. No sabía que la piel de mi cara escondía tantas cosas. El otro día hice un viaje al interior de mi dermis. ¿O epidermis?

Todo empezó con una visita rápida a la farmacia cercana, que es cliente de la sucursal, para comprar un cepillo de dientes. La buena de Paula, la farmacéutica currita, porque también está la farmacéutica titular, que apenas pisa el establecimiento, me propuso:

-¿Quieres que te hagamos un análisis gratuito de piel? Hoy ha venido una experta en estética y tiene horas libres. ¿Te animas?

Dudo, porque sé que me dirán que tengo la piel fatal, carente de cuidados, que las cremas que uso son de hipermercado y no valen. Me pellizcarán el moflete y lanzarán un: "Ohh, que flacidez" y, finalmente, me recomendarán alguna crema carísima.

Pero soy una blanda. Paula es tan dulce. Pienso que seguro que  también ella, como mis jefes, tiene objetivos de venta que cumplir y le digo:

-Ahora no puedo, que tengo que volver a toda prisa a controlar mi cola de ventanilla pero, cuando salga del trabajo, me acerco.

Salgo de la sucursal y agradezco la mandarina y el bocata que me he tomado a media mañana. Si no, en la farmacia se iban a asustar con los rugidos de mi estómago. Espero que no me lleve más de media  hora el dichoso análisis porque si no, voy a comer a las tantas.

Me recibe en la trastienda una chica muy mona, con la piel perfecta y muy bien maquillada. Pone los datos en una ficha y se sorprende cuando le digo la fecha de nacimiento. Ha hecho el cálculo rápido porque ella nació diez años después. Ambas nos piropeamos y nos decimos lo bien que estamos y lo bien que nos ha tratado el tiempo. Imagino que los halagos a cuenta de la edad los recibirán todas, pero me hace ilusión. Maridito, si me lees, dime tú también alguna vez que estoy guapa y joven.
                                                     
Sitúo la barbilla en un apoya barbillas. Me recuerda a alguna radiografía que me han hecho de los maxilares completos. Una cámara lanza un flash, luego otro. Mi foto aparece de repente, gigantesca, en un ordenador. Quiero huir, darle una patada a la pantalla, irme a casa y llorar escondida en el cuarto de baño. ¿De verdad yo soy así? ¡Qué espanto! Reacciono y veo que la nariz está deformada porque me han sacado la foto a menos de 50 cm. Puedo contarme cada pelo de las cejas porque han ampliado la imagen muchísimo. Me salen más arrugas de lo normal junto a los ojos porque me han hecho cerrarlos y quedan un poco guiñados.

-Oye, esa foto, que no la vea nadie, que en la farmacia me conocen todos. ¿Sabes que yo hasta hoy pensaba que era fotogénica? Aunque a mi edad, como dice una de mis cuñadas, primeros planos ya no nos sientan bien. Esta foto es una venganza en toda regla. ¿Pero que te he hecho yo? Si al final seguro que te compro alguna de las cremas que me vas a recomendar.

Nos reímos las dos de la situación. Este shock lo tienen  todas. Me sigue enseñando fotos que surgen a partir de las primeras, gracias a ese súper-programa de diagnóstico facial. Ahora me veo con distintos tonos de marrón que indican donde están las arrugas, las actuales y las que están en "proceso de creación". Afortunadamente, no hay manchas en gestación, que eso también se ve. En otra imagen me veo la cara en tonos de rosa. Esta, hasta me gusta, parece apropiada para un póster "pop". Ahí se ven las localizaciones de grasa. Afortunadamente, no hay mucha. Ya tuve suficiente en la época de los 18 años. Tampoco hay granos subterráneos esperando a entrar en erupción.

Pues tampoco estoy tan mal. Y me ha dicho que mi piel está bastante cuidada. Que bien, me dice que acabe todas mis cremas, que no están los tiempos para tirar nada. A esta parece que no le importa que no sean cremas de farmacia.
                                                      
-Pero aquí, cerca de los ojos, detecto un poco de sequedad. Creo que lo único que necesitas es un contorno. Te lo echas por la mañana, con toquecitos suaves, y verás que luminosidad. Y hay unas ampollas buenísimas que te puedes echar cada semana. Vas a notar enseguida los resultados. Tu piel va a ser otra. Si vienes el próximo mes te hago otra foto y comparamos. Notarás los resultados.

En ese momento se acerca Paula. Me habla de una oferta que finaliza ese día. ¿Cómo le voy decir que no, si cada vez que voy a comprar un miserable cepillo de dientes me mete en la bolsa dos o tres cremitas de muestra? Además tengo dinero que me han regalado mis padres por Navidad. Pues sí, me lo gastaré en tener una piel más firme y luminosa. Voy a darme un homenaje.

Espero que, pasado un mes, alguien en mi casa note algún resultado. No importa si nadie nota nada. Siempre me queda la experta en estética. Volveré a la farmacia, me hará otra foto y ella seguro que nota mejoría.

1 comentario:

  1. Halaaa! Yo quiero que me hagan eso! Jaja, seguro que me saldría de todo pero bueno, porque aunque tampoco aparento normalmente la edad que tengo, mi piel es casi transparente, me refiero a que tiene rojeces, venitas y muchas pequitas (mi abuelo era pelirrojo)
    Que manden a esa chica a mi farmacia ya!
    Que original el post
    Besos!

    laseternaspalabras.blogspot.com.es

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