sábado, 7 de julio de 2012

Cualquier tiempo pasado NO fue mejor

Llegué hace más de quince años a la sucursal en que trabajo, cuando éramos unos quince empleados. Cuando fumaban personal y clientes sin ningún tipo de respeto. Pasé mis dos embarazos aguantando humos, porque entonces era lo más natural. Y las colillas las tiraban al suelo y allí las pisoteaban. 

                                      
Había un cuartito dónde a veces los empleados nos metíamos para tomar algo. Yo tomaba fruta, bollos o un yogur. Otros tenían una gran reserva de vino, coñac y cervezas, que bebían en su tiempo de trabajo. En una ocasión le pregunté al compañero de ventanilla si era capaz de contar bien el dinero, porque la lengua se le trababa y los párpados se le caían por los efectos del vino. Creo que se mantenía alerta porque en esos puestos era casi obligatorio estar de pie. Había unas altas banquetas muy incómodas. Él siempre decía que al estar de pie se trabajaba más rápido, que si te sentabas, aunque no quisieras, eras más lento repartiendo el dinero. A su favor diré que, a pesar del alcohol, nunca le faltó dinero en caja. Otro compañero, en cambio, fumador y bebedor, murió de cirrosis. Recuerdo verle en el hospital, con un gran costurón y la piel de color verdoso. Por entonces nació mi primer hijo. El ciclo de la vida, que dirían en la película de  "El rey León".

Eran épocas en que se pagaban horas extras. El trabajo se enlentecía por la mañana para acabarlo por la tarde cobrando las horas. Yo, recién llegada, que salía a mi hora y que trabajaba intensamente durante mi jornada, veía con asombro que compañeros más incompetentes que yo y que perdían más el tiempo, cobraban mucho más a cuenta de las horas.

Había un ordenanza, más servil que servicial, que además de hacer cuatro cosillas en la oficina, limpiaba el coche del director y se lo sacaba del garaje. Una compañera, administrativa como yo, le llevaba el café a diario. Como veis, trabajos totalmente "bancarios".

Por eso, bienvenidos sean todos los avances: ambientes limpios en las oficinas por la prohibición de fumar, sillas en los puestos de ventanilla y personal más joven que no necesita el coñac de media mañana ni que nadie le lustre el coche. Quizá esos tiempos fueran mejores para otros, no para mí.

Perdón por este inicio con recuerdos del pasado. En la próxima entrega os prometo más actualidad.

3 comentarios:

  1. Has descrito muy bien a la gente que te rodeaba en el banco:
    -Gente que era capaz de empeorar el servicio ralentizando su actividad, con tal de ganar más dinero con las horas extras.
    -Pelotas y lame botas que ponen el culo a la mínima con tal de subir para ganar más dinero.

    Ahora entiendo porque los bancos en general apestan, porque salvo honrosas excepciones como tú, los bancos están plagados de indeseables.

    El Banco no es tu amigo.

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  2. No me gusta la palabra "enlentecer", pero he comprobado que está en el diccionario de la RAE, así que habrá que aguantarse cuando se use. ¡Con lo bonita que es "ralentizar"!

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  3. Meteorismo: Usaré ralentizar. A mí también me gusta más.
    Anónimo: No hay tanta gente indeseable en los Bancos. Ahora no, y no en las sucursales. Quizá más arriba sí.

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